Un problema agudizado por la pandemia es el abuso que hacemos del uso de dispositivos tecnológicos. Los psicólogos de la plataforma ifeel indican cómo identificar el tecnoestrés y ponerle remedio.
Mundo ajetreado, hiperconectividad, problemas para separarnos del móvil, adicción a las redes, tiempo excesivo entre pantallas… Especialmente a raíz de la pandemia de coronavirus trabajamos online, compramos online, en ocasiones también nos formamos online, hacemos deporte a través de plataformas digitales, nos reunimos a través de apps e incluso tenemos citas mediadas por una pantalla. En un mundo tecnificado, la consecuencia es el auge del tecnoestrés.
Tal y como explican los psicólogos expertos de la plataforma ifeel, el tecnoestrés no es más que el estrés asociado a la tecnología, la sensación de presión y tensión por no poder adaptarnos a la realidad digital y tecnológica impuesta o acelerada por la pandemia.
Al ofuscarnos ante la tecnología se desencadena en nuestra salud mental un pasajero estado de estrés que puede volver a repetirse peligrosamente.
Para identificar este tipo de situaciones los psicólogos de ifeel aportan varias señales.
- Escasas habilidades: Es habitual que exista tecnoestrés cuando carecemos de las habilidades específicas para desenvolvernos en un entorno tecnológico. Esto se agudiza en personas mayores o que no son nativas digitales, también en personas que sienten rechazo hacia el conocimiento tecnológico y echan freno ante su aprendizaje.
- Infraestructura concreta: La tecnología exige una buena conexión, dispositivos electrónicos y red eléctrica. La calidad de estas incide directamente sobre las posibilidades de estar más o menos expuesto al tecnoestrés. O lo que es lo mismo, existe una brecha digital y económica en el acceso a los aparatos y a una buena conectividad, que afecta de forma negativa a los segmentos más empobrecidos de la sociedad o a la población rural.
- Errores: Ante un fallo en la red, tienda online o nuestro móvil o PC suele desencadenarse una frustración que se trata del principio del tecnoestrés.
- Velocidad de procesamiento de información: A nuestro cerebro le resulta extenuante que hagamos todo a través de la tecnología, ya que se entorpece nuestra capacidad de concentración y la multitarea en realidad promueve la dispersión y la superficialidad en el procesamiento de la información.
- Saturación física: Tras muchas horas mirando a la pantalla, nos damos cuenta que nos duelen los ojos, la cabeza se vuelve pesada, nos cuesta retener datos que se supone que hemos escuchado o los dedos se cansan de teclear. El exceso de estímulos tecnológicos provoca que nuestro cuerpo se sature y pida silencio y calma.
- Descuido de las sensaciones analógicas: Vivimos una vida electrónica mediada botones, pantallas luminosas y actividades virtuales. Bien usada y en una medida equilibrada la tecnología es positiva, pero nos puede inducir a descuidar las sensaciones analógicas, como los aromas de nuestro entorno, la contemplación del paisaje, los sonidos de nuestro alrededor, las relaciones físicas o la cocina.
Ante el tecnoestrés los expertos de ifeel recomiendan priorizar la monotarea, dosificar la tecnología con un horario asumible -marcando por ejemplo una hora de apagón digital-, modificando rutinas para liberar tecnoestrés -como no estar con el móvil por la calle-, recuperar la lectura en papel, comprando en comercio físico y no siempre por Internet, evitar el teletrabajo fuera de horas, emplear el tiempo de descanso en actividades analógicas y presenciales o seleccionando un mejor uso de nuestros dispositivos.
Hay que ser asertivos al comunicarnos por Internet, pedir ayuda cuando la necesitemos y no vivir 24/7 enganchados a una pantalla.
Publicado originalmente en mi portal Editorial Salud y Bienestar Total
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