¿MADRE O MUJER?

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A partir de la llegada de un bebé a la familia, la dinámica de la pareja cambia. Toda la atención se centra en el nuevo integrante de la familia y, dado el estado de recuperación en el que se encuentra la madre después del alumbramiento, surge, en muchos casos, el alejamiento sexual, lo que, en ocasiones, se suma al distanciamiento que ya existía debido a las molestias de, al menos, el último mes del embarazo.

El padre recibe con gozo al bebé, pero, en la mayoría de los casos, quiere seguir disfrutando de su vida de pareja. La madre, en cambio, se vuelca en atenciones y cuidados al recién nacido, dejando en un segundo término su vida sexual. De hecho, durante el puerperio (período de 5 a 6 semanas después del parto) no es aconsejable la vida sexual, para dar tiempo al organismo para recuperarse. El problema es que un número significativo de mujeres, pierde el deseo sexual, hasta por un año, dado el aumento de la prolactina (necesaria para amamantar) y la disminución de los estrógenos, sumado esto a la disminución de la lubricación vaginal.

Es por todo esto que el varón debe estar informado sobre los cambios que ha sufrido el cuerpo de su pareja al dar a luz y los ajustes psicológicos para asumir su rol de madre. Es en este período cuando el acercamiento amoroso, sin exigencias eróticas, se hace tan necesario. La presencia del padre, las manifestaciones de cariño hacia su mujer y la demostración de apoyo, son indispensables para que juntos descubran el camino hacia su reencuentro íntimo, libre de presiones y culpas.

La reanudación de la vida de pareja en los meses siguientes al parto, deberá ser paulatina, pero con el fin último de no renunciar a su deseo por las demandas obvias del nuevo miembro de la familia. Es en este punto cuando muchas mujeres se pierden, pensando que deben elegir entre ser madres entregadas y comprometidas con su nuevo papel o ser esposas que reserven tiempo para sus encuentros de pareja. Hay que tener cuidado porque los paradigmas sociales apoyan la idea de la abnegación y de la renuncia al placer, así como a la felicidad de la mujer, en pro de un excelente ejercicio de la maternidad.

Si la relación no prospera, o bien, desde el inicio tuvo bases frágiles, la mujer acabará criando sola a los hijos, en calidad de “madre soltera”. En México, más de cuatro millones de mujeres lo son, la mayoría entre 30 y 34 años, según las cifras del INEGI, y con esta realidad, llega otro dilema: pensar en la posibilidad de volver a tener pareja.

Existen muchos prejuicios al respecto, por ejemplo: ¿Será posible volver a sentir amor?, ¿habrá tiempo de atender una relación, siendo económicamente activa y teniendo uno o más hijos que atender?, ¿le haré daño a mis hijos si traigo otro hombre a su vida?, ¿querrá mi expareja “quitarme” a mis hijos, si sabe que estoy en una nueva relación?

Aunque cada situación es distinta, lo cierto es que la mujer no deja de serlo por el hecho de fungir como madre. Hay una parte de ella muy dichosa de ver crecer a sus hijos y orgullosa de “guiar el barco hacia buen  puerto, a pesar de las mareas”; pero hay otra parte que le grita que tiene derecho de intentarlo nuevamente, de ser feliz, de tomar el riesgo porque necesita, como mujer, sentirse amada.

Es importante separar los roles: ser una buena mamá no implica renunciar a ser mujer, estando casada o soltera, viuda o divorciada. Si la relación con el padre de los hijos prevalece, que no se pierda la cercanía y la satisfacción de seguir siendo pareja y no únicamente dos personas viviendo bajo el mismo techo “por los hijos”. Si no está presente el padre de los niños, se debe hacer un esfuerzo de organización del tiempo para trabajar, atender a los pequeños, pero también para disfrutar de aquello que sea placentero y que abra la posibilidad de conocer gente, y tal vez, en un futuro, iniciar una relación que traiga consigo una sensación de plenitud. Será ésta una forma de no olvidarse de ser mujer por ser madre y curiosamente, sentirse mujer la hará mejor madre.

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