SE ACABÓ TENERLE MIEDO A LA SOLEDAD

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Da mucho miedo quedarse a solas con el alma, la psique, la realidad propia. Muchos, con tal de no tener que afrontar el no saber qué decirse a sí mismos (más allá de hablar del tiempo –como hacen los ingleses en el ascensor–, y propinarse insultos, poco más se cuentan a sí mismos), se inventan relaciones de imposible cumplimiento. Relaciones que, al principio son vacías, insulsas, sosas y que, con el tiempo, son susceptibles de pervertirse debido al aburrimiento y, sobre todo, a la constatación de que esa persona no le habla a nuestra alma, no nos entiende ni podrá por más que se esfuerce (algunos, ni eso. Me refiero al esforzarse), no sabe quiénes somos más allá de nuestro nombre y viceversa-no en vano las relaciones son una calle de dos direcciones-. Estando en esa relación desdeñosa porque, al igual que nosotros, no tiene dónde ir o porque a dónde puede ir no le atrae lo más mínimo. Es, en estas situaciones, cuando, más que nunca, se pone de manifiesto que tenemos con los demás el mismo tipo de relación que tenemos con nosotros mismos.

¿A quién le apetece ir al encuentro de la soledad?

En principio, a nadie.

La soledad no es sino la oportunidad de relacionarse con uno mismo en toda su complejidad y maravilla. No obstante, la mayoría lo vivencia como un castigo y no como, lo que es, una oportunidad de descubrir, cuidar, aprender a amar, sacarle partido al tesoro escondido en las mazmorras del inconsciente.

 

  • Soletatis, el monstruo que vino del frío invierno interior.

Nadie quiere mostrar que está a solas consigo mismo porque se ha convertido en sinónimo de ‘nadie te quiere’,  ‘no eres una persona valiosa porque de serlo, harían cola a tu puerta para ofrecerte su amor’.

La solución, como suele suceder, está dentro, no afuera. Empero, el monstruo del miedo a soledad nubla el sentido y marea la brújula interior, fomentando el empecinamiento de buscar afuera la solución, el antídoto a los males de soletatis aguditis. Dado que, en el supermercado de la vida,  los estómagos hambrientos hacen muy malos compradores, se echa mano del primer producto que encuentran: el más asequible, el más barato, el que está de oferta o todo a la vez, yéndose la mar de contentos a casa: “¡Ya he ligado!” “¡Ya tengo pareja!” Lo viven como que un logro, ya que, de cara a la galería del CdR, han obtenido el certificado de valía. Pronto su júbilo mudará en decepción al comprobar que el producto no se corresponde a la idea que se habían hecho, está caducado, no les sirve para compensar sus verdaderas necesidades, no les combina… La decepción echa mano de la frustración y ya se armó el belén. Se suele tirar a la basura el producto y, de nuevo, se sale corriendo hacia el super de turno, para repetir, desafortunadamente, la misma pseudo estrategia de mala selección.

  

  • La historia.

Pepita, al llevar años tratando de encontrar a su alma gemela y seguir sin tener éxito en su empresa, se lamenta de que no hay hombres que merezcan la pena.

Pepita, sin ser guapa, es resultona, inteligente (y con carrera), divertida a su manera, tiene buena conversación, educada, amable, posee inquietudes intelectuales, no es ninguna muerma,  tampoco es una vivales. Siendo un dechado de virtudes, como es, no sólo su novio la dejó, sino que, desde entonces, no ha vuelto a tener novio ni ha logrado ligar nada más allá de un mísero colín. Ella no lo entiende. Se pregunta cómo puede ser que ella no logré encontrar novio si sus amigas enlazan una relación con otra como quien enlaza las cuentas de un collar. Mientras las amigas de Pepita tienen el listón más bajo que ella, conformándose con relaciones basadas en el sexo y con ‘fecha de caducidad’, ella aspira a una relación seria, comprometida, le gustaría casarse, tener hijos.

Cuando, por fin, ligó, lo hizo con alguien que, en el fondo, no estaba dispuesto a comprometerse. Le gustaba estar en relación con Pepita. ¡Cómo no iba a gustarle si ella le daba todo lo que él quería sin pedir nada a cambio! Obviamente, este tipo de relaciones ‘descompensadas’, llega un momento en que se tornan insoportables. Hasta la persona con menos autoestima o amor propio tiene su corazoncito y acaba por hartarse de dar y dar y más dar y nada rascar. Pepita, finalmente, se decidió a ponerle los límites –tengo que contar que animada por su terapeuta–. El mozo puso pies en polvorosa en cuanto ella le puso las peras al cuarto. Ante lo cual, Pepita volvió a sentir el aliento de Soletatis en su corazón. Presa de pánico se lanzó a buscar novio en las redes sociales de ligoteo. En principio, como suele suceder, ya que el papel todo lo aguanta y la gente se ‘vende’ y finge ser lo que no es, halló muchos candidatos, igual o más de asustados y hambrientos de encontrar ‘un parche para una soledad’, que ella. Nada prosperó, excepto su frustración y desesperanza que si se incrementaron. Lógico. Cuando uno sale de compras, ten por seguro que volverá a casa con ‘algo’, aunque ese algo no le sirva de nada y lo tire al poco de tenerlo y constatar que, efectivamente, no le hacía falta ni le iba a servir para nada que no fuese sino para llenar el cubo de la basura después de haber aligerado el peso de su monedero.

Sus amigas, mientras tanto, se desligaban y se volvían a ligar excepto una que seguía con su churri de toda la vida. ¿En buena relación? No, pero seguía porque era la perfecta relación de codependencia emocional en la cual ambos permanecen porque no tienen a donde ir y, sobre todo, porque son conscientes de que no es nada fácil  hallar otra relación en la que poder esconder y disimular sus disfuncionales e incapacidades individuales. Su amiga, a la que llamaremos Desarmonía, llevaba años enferma físicamente, no sólo porque fuese la manera que había encontrado de ser eximida de sus responsabilidades vitales sino porque le proporcionaba ser el centro de gravedad en sus relaciones personales. Usaba su enfermedad como anzuelo para fomentar la piedad, la pena, la compasión sucedánea (que en nada tiene que ver con la empatía), a la par que servir de ‘plataforma’ donde el resto volcaba sus ansias de rescatar sin que se notase que jugaban al juego de “ahora soy yo la víctima, ahora eres tú quien rescata y así nos tapamos mutuamente las deficiencias emocionales y psicológicas”. A Pepita, su amiga Desarmonía, la mayor parte de las veces, la ponía de los pelos. A buen seguro, te preguntarás, muy acertadamente, ¿cómo es que seguía siendo su amiga poniéndole como le ponía de los pelos el comportamiento de Desarmonía? Muy sencillo, a Pepita le daba pánico (estrés postraumático, anclaje negativo, apego evitativo, codependencia, llámalo como quieras), el romper una relación porque todo la retrotraía a la ruptura (su ex la dejó por otra) que supuso la entrada de Soletatis en su vida.

Obviamente, Soletatis no se presenta en la fase adulta por primera vez. A todos, sin excepción, nos ha visitado de pequeños en la etapa escolar de no haberlo hecho antes, cuando los padres, uno de ellos o ambos, a su hijo, le afean su conducta o algún aspecto de sí mismo o le castigan por no haberse ‘portado bien’ (léase acorde a sus expectativas). Aprovecho para aclarar que, la gente de frustración fácil, suele castigar a aquel, cuya conducta ha provocado ese brote de frustatis aguditis.

A Pepita le había sucedido un poco de todo lo anterior. En casa, sus padres eran sumamente exigentes con ella. En vez de aceptarla tal cual era, sentirse orgullosos y contentos de su hija, se empecinaban en hacerla ver que no era como debía ser. En la escuela, tres cuartos de lo mismo (cosa que nos sucede a todos, todas y…). Soletatis asusta mucho, por eso no es de extrañar que, la mayoría, por aquello de carecer de unos padres que ejerzan de portadores de visión o de hada madrina mentora, opte por disimular su singularidad y rebaje su listón con tal de encajar en el CdR, tener ‘amigos’, pareja y lo que haga falta.

Se trata de mantener a Soletatis a raya, fuera de la vida propia, aunque ello suponga abjurar de uno mismo. La paradoja está en que al centrarse en ahuyentarle, sólo se consigue mantenerlo en casa.

 

  • ¿La solución?

Convertirse en la mejor pareja de uno mismo.

¡Ahí es nada!

Si aprendes a apreciarte, valorarte, amarte, honrarte, dignificarte… nunca más pasarás hambre de amor. A parte de, lograr sanear tu psique y tener un amor propio a prueba de Soletatis, atraerás y te sentirás atraído por personas que son naranjas enteras como tú.

¡Se habrán acabado las medias naranjas!

Las personas ‘media-naranja’ son esas que esperan que la otra parte les dé sentido a su vida. Obviamente, alguien en esas circunstancias es una suerte de mendigo emocional, con lo que estará dispuesto a negociar a la baja y requetebaja lo que sea y cómo sea.

 

¿Qué fue de Pepita?

Ligó. Sería mejor decir que, encontró a su ‘3/4 naranja’. Ah, ¿pero no tenía que ser entera? Sí. Sucede que, ni ella ni su pareja, están enteros aún. ¿Lo estarán algún día? Está por ver. De momento, se llevan bien. Ambos son buenas personas y tienen derecho a intentar ser felices. Cada cual se las apaña como mejor sabe, puede y le da la gana con Soletatis.

Lo ideal, sólo o en pareja, es estar a buenas con uno mismo, no negociar a la baja y no permanecer en una relación cuando ésta se ha revelado ‘incompleta’. Mejor rectificar a tiempo que persistir en el error, como suele proceder la mayoría cuando trata de disimular de cara a la galería que la relación es sólo un decorado. Viste mucho ir a bodas, bautizos, comuniones, bailes, cenas, eventos sociales de la mano de ‘la pareja’ aunque, cuando se llegue a casa, esos dos no se hablen o se riñan o se odien fríamente. Cada cual es libre de escoger cómo quiere lidiar con Soletatis, luego que no se quejen.

Cuando se le pierde el miedo a Soletatis, se puede ver la de relaciones miserables a las que nos sometimos con personas igual de ahogadas, que uno mismo, en su soledad. Los hambrientos nunca fueron buenos compañeros de destino puesto que el egoísmo arrecia y cada cual busca calmar su hambre emocional como sea.

¿Existen las parejas que se aman y cuya relación es duradera? Obviamente. Son seres humanos con sus más y sus menos, cuyo secreto es la tolerancia, la compasión, el sentido común, la perseverancia, la meritocracia, el esfuerzo, la bondad, la capacidad de ponerse en el lugar del otro y la de perdonar o no cazar excusas al vuelo  con las que atizar al otro usándolo como chivo expiatorio de las frustraciones propias… Las personas ideales como pareja son aquellas que no le piden al otro que les rellene huecos interiores sino que se postulan como compañeros de vida. Su amor es el auténtico. ¿Cómo se diferencia? Muy sencillo: aceptan al otro tal como es. Proceden con el prójimo como consigo mismos. Es el amor que un padre o una madre tienen con un hijo al que adoran y cuya presencia en su vida les hace sentirse bendecidos y creer que la vida merece la pena. Si alguna vez has sentido este tipo de amor por ti o por alguien, en ese caso, en ti está activado el amor.

El amor perdona, es compasivo, tolerante, amable… Si amas a alguien no le pides que sea lo que no es. ¿Cómo se puede amar a alguien a quien no se le acepta tal y cómo es? Imposible. Las ‘relaciones amorosas’ cuyo ‘leitmotiv’ es la no aceptación del otro y la constante confrontación, de amorosas no tienen nada, en realidad, son disfuncionales, codependientes, insoportables y desdeñosas.

Si aprendes a amarte y a llevarte bien contigo, si te acompañas y practicas el ‘soy lo mejor que me ha pasado’, nunca más volverás a ver a Soletatis.

Y, ¿qué fue de Desarmonía?

Siguió a lo suyo: enferma, cambiando cada equis tiempo de terapeuta, echando balones fuera y sin asumir la responsabilidad de su vida. Yo tengo claro que no puede dejar de ‘estar enferma’ ya que es su identidad y, sin ésta, entraría en crisis  existencial. O uno sanea su psique o se aferra a su personalidad de supervivencia, no hay más opciones. Lo primero suele asustar, lo segundo es una solución facilona de ‘pan para hoy y hambre para mañana’.

 

 Preguntas:

  • Si te encontrases contigo en una fiesta, ¿te llamarías la atención? ¿Si, no? Y, ¿por qué?
  • ¿Qué es lo que más te gusta de ti y en ti?
  • ¿Qué es lo que más te disgusta de ti?
  • ¿Qué es lo que, de los demás, te pone de los pelos?
  • ¿Qué crees que opina de ti tu ángel de la guarda?
  • ¿Estás dispuesto a ‘casarte’ contigo y jurarte amor eterno?

 

 Tu nuevo mantra: “Soy lo mejor que me ha pasado”. Las personas que se gustan a sí mismas, gustan a aquellos que también se gustan. Las naranjas enteras se relacionan con otras naranjas enteras lo cual ahuyenta las luchas de poder: esto es el equivalente a ‘relacionarse con alguien que le hable a tu alma’. Por eso, háblate tú a tu alma.

 

  • Recuerda, la soledad en compañía es terrible. Si la única relación, que te durará toda la vida, es la que tendrás contigo, dedícate a amar a la persona a la cual estás indefectiblemente unido en cuerpo y alma. Amándote, honrándote, siendo amable y compasivo contigo lo serás con otra persona. Tenemos con los demás el mismo tipo de relación que tenemos con nosotros mismos. Por consiguiente, para pareja, amigos y socios… busca personas que se lleven bien consigo mismas, reconozcan sus dones y talentos, asuman sus responsabilidades y sean consecuentes con sus actos y congruentes. Sólo así tendrás relaciones que te merecerán la pena. El resto, déjalo pasar no malgastes tu tiempo en arreglarle la vida a nadie, cada cual es libre de hacer con su vida lo que le plazca, ya que el libre albedrío es un don divino que conlleva la el decidir cómo queremos vivir nuestras vidas y desarrollarnos en la Tierra.

 

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