Rituales para Navidad y Año Nuevo

Son fechas de buenos deseos e ideales para atraer la buena suerte, por eso te decimos cuáles son algunos de los famosos rituales.

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Son pequeños gestos de los que esperamos obtener felicidad y prosperidad para el año que está a punto de comenzar. Estas tradiciones y costumbres se han convertido en imprescindibles durante los últimos días de diciembre y, funcionen o no, hacen del periodo navideño una época casi mágica.

Feliz Navidad y próspero Año Nuevo es el deseo más repetido en estas fechas. Suerte en el amor, éxito en lo económico y bienestar para nosotros y para nuestros seres queridos son anhelos que en Navidad están más presentes que nunca.

“Desde la más remota antigüedad, la época que enmarca el solsticio de invierno ha sido un tiempo mágico repleto de mitos y ritos que han ido pasando de una religión a otra y cambiando su forma, pero no su fondo”, explica Pepe Rodríguez, autor del libro “Mitos y tradiciones de la Navidad”.

Para el mundo precristiano, el simbolismo que se desprendía del solsticio era un anuncio de esperanza, de buena nueva y de supervivencia que el cristianismo pasó a representar con el nacimiento de Jesús, añade este doctor en Psicología y profesor de la Facultad de Periodismo de la Universidad Autónoma de Barcelona (noreste de España). “La época solsticial es, por tanto, propiciatoria y muchos de sus ritos y costumbres son para lograr, compartir y desear suerte”, apunta.

Símbolos de prosperidad

De este modo, algunos alimentos se han convertido en símbolos de prosperidad y la costumbre manda que estén presentes en la última cena del año.

Es el caso de las lentejas pero especialmente el de las uvas. Estas se toman al ritmo de las doce campanadas del reloj que marcan el inicio del nuevo año. En algunos lugares con cada campanada se come  una uva y con cada uva se pide un deseo para que en los siguientes 365 días se sucedan los buenos momentos. La tradición de las doce uvas “nació en el primer tercio del siglo XX gestada, al parecer, por una nueva uva temprana italiana y un excedente que había que comercializar”, señala RodrÌguez.

Son costumbres relativamente recientes pues, según indica el experto, aunque los romanos tenían grandes festejos asociados al inicio del año, estos se perdieron en la época cristiana, pues pasó a celebrarse únicamente la Navidad.

“El comienzo del año dejó de tener significado y sólo se recuperó como celebración a principios del siglo XX, de la mano de la burguesía francesa, que exportó desde Chez Maximís, la moda de Nochevieja”, comenta.

Rojo para la generosidad

En la última noche de diciembre abundan los fuegos artificiales, las fiestas y las muestras de alegría para recibir al nuevo año.

Llevar ropa interior de color rojo en ese momento es una costumbre muy extendida. En este sentido, Pepe Rodríguez expresa que el rojo simboliza la generosidad y que es uno de los tres colores básicos de los festejos navideños junto al verde, que encarna la esperanza, y al blanco, que representa la pureza. Dicho simbolismo, “da carácter propiciatorio para obtener o desear suerte”, apunta.

Sin embargo, en otros lugares la tradición marca que las prendas íntimas en una noche tan especial sean de color amarillo. Es lo que ocurre en Chile, según comenta Noelia Barrientos, una periodista  afincada en el país andino. “Aquí, el primer abrazo al entrar en el Año Nuevo hay que dárselo a una persona del sexo opuesto. Además, existe la costumbre de dar una vuelta a la manzana con una maleta para que el año que va a comenzar sea próspero y nos depare muchos viajes”, afirma esta comunicadora.

El árbol de Navidad es el elemento más antiguo

Las tradiciones propias de estos días son diversas y algunas de ellas proceden de épocas remotas.

“El árbol de Navidad es el elemento más antiguo de todos los que todavía usamos en las fiestas del ciclo navideño”, relata Pepe Rodríguez.

Según explica el profesor, procede del culto al árbol, encarnación del espíritu de la naturaleza. Se trata de una festividad que los pueblos indoeuropeos celebraban hace más de cuatro mil años durante el solsticio de invierno.

“Los adornos que colgaban de su árbol sagrado, el roble, eran signos propiciatorios para regenerar la naturaleza tras el invierno”, señala.

Asimismo, el abeto era considerado como “árbol del nacimiento” en las antiguas tradiciones griegas y latinas y, en el siglo VIII, durante la cristianización de los germanos, fue declarado “el árbol del niño Jesús”, apunta.

Las piñas, por su parte, representan el cíclico y eterno retorno de la vida a la naturaleza, afirma.

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