¿CÓMO ESTOY MANEJANDO MIS RELACIONES AFECTIVAS?

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Llama la atención la frecuencia con que somos consultados por dificultades en las relaciones afectivas, tanto sean matrimoniales, de pareja estable, en los noviazgos y eso me ha llevado a pensar a que algo está sucediendo en la vida de los seres humanos. Y se me ha ocurrido preguntarles si realmente son capaces de contestar a esta pregunta: ¿verdaderamente aman a la persona elegida o la necesitan? Y esto parecería muy crudo, pero en realidad es lo que hay que responder. Hace falta mucho valor para visualizar en qué tipo de vínculo estamos involucrados y cómo estamos viviendo lo que nos sucede cotidianamente.

Y una queja muy común cuando la persona se dispone a hablar de su propia historia personal, se relaciona con el hecho de que tiene la certeza de haber vivido para el otro, habiendo renunciado a sus intereses más caros en función de un proyecto que supuestamente era común y de que ambos compartían, en un comienzo, para comprobar finalmente que la rutina, la distancia y la indiferencia, se han instalado definitivamente en ese vínculo amoroso.  Y la necesidad de complacer y de vivir para que el otro sea feliz, culmina con el abandono de nuestro esquema de desarrollo personal y todo parte de la creencia errónea de qué cediendo los espacios, tratando de que el otro siempre esté conforme, vamos a estar demostrando un amor y una entrega sin límites.

Y aquí tenemos que hacer una salvedad. Está muy bien que una persona que está llevando adelante un vínculo amoroso, quiera que su pareja se sienta bien, lo atienda, le haga sus gustos y esté de acuerdo con sus propuestas, pero esto funciona de esta manera siempre y cuando haya un retorno, siempre y cuando la otra persona también desee lo mismo para su pareja y también le otorgue los espacios necesarios y lo que necesita para sentirse bien.

Y en este tipo de relaciones rápidamente uno puede detectar quién dirige y quién es dirigido. Desde el comienzo se desvirtúa el concepto del amor, porque el amor está íntimamente ligado a una cesión de espacios, pero junto con eso al derecho indiscutible a ser libre. Cuando se ama de verdad el respeto por el otro se demuestra evitando la opresión y tratando de no determinar cómo y qué ha de hacer nuestra pareja.

 Si pensamos que alguien ha perdido su espacio personal no lo tenemos que buscar demasiado. No es que ese espacio desapareció. La persona lo cedió y otro lo tomó. Y hay personas que requieren de una atención constante, que necesitan que el otro esté pendiente de ellas para que puedan cumplir con todos sus designios.

Claro está que para que esto suceda debe haber alguien que esté dispuesto a complacerla y ésta es la víctima de todo esto que en realidad es en buena parte responsable también de la continuidad de la actitud de su manipulador. ¿Por qué? Porque la persona lo permite por distintos motivos: porque no quiere pelear, porque no quiere cambiar su situación de vida, porque prefiere estar dentro de este vínculo absolutamente asimétrico y anormal, pero elige estar ahí.

Sin embargo, hay otro grupo de personas que una vez que se dan cuenta de esto luchan por tratar de salir de esa incómoda posición. Pero las cosas no son tan simples como un principio matemático, que uno puede definirlo a través de una ecuación o de una fórmula. Quienes aceptan este sacrificio y dedican su vida a atender las necesidades del otro, generalmente pretenden también asegurarse la compañía, la seguridad económica o el status social que este compañero le provee. ¿Por qué?

Porque la soledad es uno de los estados más temidos por el ser humano. Y si a eso le sumamos la creencia de que no seremos capaces de sobrevivir y de hacernos cargo de nuestra propia existencia, uno puede comprender fácilmente que esa falta de confianza en nuestras propias habilidades para llevar adelante la vida puede obligarnos a vivir algo así como engarzados, enganchados a otra persona permitiendo que se nos invada permanentemente hasta que al fin terminamos perdiendo nuestra propia identidad.

Si todavía nos queda un resto de dignidad y si nos valoramos como seres humanos con derecho al bienestar, haremos el intento de cambiar nuestro escenario, en primer lugar, tratando de conciliar, dialogando con nuestra pareja solicitándole un cambio de actitud y si lo logramos, iniciaremos un camino nuevo basado en la comprensión y en el ejercicio de la libertad mutua, la libertad de ser como cada uno es, como cada uno llegó a conformar el vínculo de pareja.

 Porque no es cierto que en una pareja cada persona sea como la otra y sean dos gotas de agua. No es así. No son similares. Son personas distintas, con educaciones distintas, con conceptos éticos y quizás morales también diferentes pero que por alguna razón, una química muy especial o por una atracción muy especial, han decidido de común acuerdo, compartir la  vida.

Pero… si no logramos una reacción positiva de nuestra pareja, tenemos que evaluar la posibilidad de alejarnos definitivamente de quien no está dispuesto a rever su posición.

Luego de estas reflexiones que estamos haciendo acerca de los vínculos, uno tendría que hacerse la siguiente pregunta: ¿qué tipo de relación estoy llevando a nivel de pareja?

Y si te has identificado con alguno de los conceptos vertidos no te desesperes porque todavía estás a tiempo de revertir la situación.

 

Dr. Walter Dresel

wdresel@adinet.com.uy

www.exitopersonal.org

www.walterdresel.blogspot.com

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