VdeL 1.9.- Chocolate Artesanal en París

+ 1.8.- MUÑECAS DE TRAPO. 1.10.-AZUL TOPACIO+ Orquídea Magenta: Tradiciones campiranas que se revelan en la Ciudad Lux+WORDPRESS: http://bit.ly/8HaGODOtra bella historia de este VERANO DE LETRAS, es la que nos entrega Orquídea Magenta. Cómo las raíces campiranas, con sus tradiciones y lazos familiares, se revelan en cualquier lugar del mundo a donde se encuentre una mexicana sensible, como le ocurrió a Orquídea Magenta en la Ciudad Lux, como antes se le llamaba a París. Aquí hay atractiva narrativa, con aires de melancolía y mensajes de valor. Leamos:CHOCOLATE ARTESANAL EN PARÍSOrquídea MagentaEsto pasó hace casi cuatro meses, así que trataré de ser lo más precisa posible, si es que a la memoria se le puede pedir tal cosa, pues esta no recuerda lo que queremos que recuerde, si no lo que para ella es preciso recordar. Eso lo comprendí alguna vez en un largo viaje en tren. Llegué a la conclusión de que mi mente es mi gran protectora, me guía en el viaje al pasado cuidándome de tropiezos tormentosos, de dudas insalvables y de laberintos confusos.Llegó un día, particular, por el hecho de que llegara, a este continente, a esta ciudad, a este departamento, a mí, una carta. En este tiempo ¿quién manda cartas? Aquí, en París, seguramente no ha desaparecido por tradición, leí alguna vez que fue la primera ciudad en fundar una red de correos.Yo regresaba de Sciences Po, donde imparto la cátedra de Ciencia Política Latinoamericana, aunque después de cinco años de dar mi clase sigo con la firme idea que lo que instruyó de ninguna manera se entrelaza: la verdadera ciencia política y Latinoamérica.Ahí estaba el sobre, blanco y grande, intuí que era de México y de mi familia, el tamaño me hizo pensar que podía tener algunas fotos: de mi hermana, mi cuñado y mis sobrinos, de mi hermano jugando en el equipo de fútbol americano de la universidad, o de mis papas viajando por algún rincón de México.Me alegré, pero también me decepcioné instintivamente, hubiera preferido un envío de paquetería, pues no llegó ni un dulce, ni mango enchilado de la huerta, ni chocolate de metate, ni un poco de chile de árbol seco para poder hacerme un intento de salsa, nada. Me pareció raro, mi madre, desde que llegué, hace casi ocho años, por lo regular, cuando me enviaba algo, me mandaba algunas cosas de las que más me gustaban, “para no extrañar tanto” decían las pequeñas notas en los paquetes. Extrañar… es inevitable, como lo sabe cualquiera que radica fuera de su país por más de un año. Solamente en el café encontré un puente emotivo y sensitivo, de ahí deriva mi afición hacía el, supongo.Abrí el sobre, una carta de una sola hoja, no había fotografías, la extrañeza regresó, sentí una opresión en el pecho ¿qué razones impedían que Leo y Camila no hubieran incluido sus característicos “Te queremos tía, vuelve pronto” a colores, con letras dispares y dibujos?México, 11 de agosto de 2019Julia:Me entristece que no hayas venido en las vacaciones de Junio y Julio, como me habías platicado, la pasamos muy bien, fuimos dos semanas a la casa de Tuxtla, fueron mis papás con nosotros, mi papá sigue con su dolencia en la rodilla, pero sólo a momentos, sobre todo cuando vienen al D.F., en Guerrero no le duele, el calor le hace bien, igual a mamá, sus articulaciones solo le duelen con el frío.Pero bueno, de regreso los pasamos a dejar a su casa, y nos quedamos un fin de semana, allá estaban mis tías, los primos, bueno… todos: Mary y Carlos con Daniela (creo que ya te mandó fotos por e-mail, ¡esta preciosa¡), también Rodrigo y Carmen, Federico, solo faltaste tú.Platicamos de muchas cosas, al parecer unas personas quieren comprar la casa de los abuelitos en el Rincón (todavía no se ha decidido nada), pensamos que sería bueno regresar en Noviembre, en día de Muertos, para recordarlos, todos estamos de acuerdo, ¿recuerdas cómo hacíamos el pan y el chocolate artesanales?Como le comentaste a mamá que ahora si vendrías a principios de diciembre, pensé que quizás podías adelantar tu viaje para estar presente. Sería muy bonito que estuviéramos todos juntos, no es extraño que no nos queramos desligar, ¿no lo crees? La casa del Rincón, es parte de nuestra vida.Piénsalo y si puedes responderme, cuanto antes mejo. Ahora que ya no estás con Alexander, me imagino que te sientes sola. Acuérdate de lo de las gelatinas, unas cuajan y otras no, el problema es que tú no cuajas con nadie, ¡jajaja! Por cierto, ya te dijo Andrés que ya tiene novia formal, se llama Laura, me cae bien, son igualitos de distraídos.Cuídate mucho, te mandan saludar mucho los niños y ManuelAbrazosTamaraEste suceso, podría tener poca importancia, pero la posible venta de la casa de mis abuelos despertó en mí una volcadura de nostalgia y desesperación, por las ausencias, la lejanía, pero sobre todo, las despedidasMi hermana tenía razón, últimamente la soledad era más profunda.Me separé de Alexander después de casi dos años de relación, no sé en que momento se perdió en amor, al final siempre he llegado a la misma conclusión: esto no es para mí. Hay personas que nacen para tener pareja y formar una familia, otras no. Pero en la actualidad ya no es una discusión, como fue en otros tiempos, cuando se trataba de asegurar la familia, ahora son muy pocas las parejas que se casan, ya no es importante.Ahora más que nunca puedo afirmar que los sentimientos, las emociones, la pasión y el deseo, son lo que mueve al mundo, lo que lo hace girar, o por lo menos a mí es lo que me ha movido, desplazado. Aunque por mucho tiempo me negué a ello, muchas veces lo quise apartar, desarticular de mi cuerpo y de mi mente. Todo esto me trajo hasta aquí, gracias a ello soy la persona que soy. Es lo que te aparta o te regresa a tu lugar de origen, lo que te guía, lo que más allá de la razón nos lleva a tomar las decisiones más importantes de nuestras vidas ¿o no?Días después medité sobre el asunto. Ya era hora de regresar a México, aunque fuera sólo por un tiempo, extrañaba a tantas personas. Mis papas y mis hermanos me han visitado varias veces, pero aún así quería pasar más tiempo con ellos. No lo pensé más, pedí un permiso en la Universidad para adelantar mis vacaciones, no tuve problema, era la primera vez las tomaba y prometí que Jacques –mi adjunto- se encargaría de todo. Comenzaba la mejor época en la ciudad, el calor excesivo del verano estaba acabando, dejando un clima templado delicioso, perfecto para salir a caminar, en especial por Montmartre y disfrutar de tomar un café en alguna terraza de Place de Tertre; o hacer un picnic urbano en Pont des Arts o la plaza de los Vosgos, o tomarse una crêpe, en cualquiera de los restaurantes de la Rue Mouffetard.Así pasaban los días, ni el ajetreo de mi vida entre mi caminata rigurosa en un parque cercano por la mañana, la Universidad, las clases de alemán, algunas salidas con colegas o algunos amigos mexicanos que había conocido aquí, ni esto, ni algunas cosas más, me quitaban la sensación que se había instalado en mí, una sensación similar de cuando vas a ver a algún antiguo novio al que quisiste mucho y no has podido olvidar del todo: un hueco en el corazón y un palpitar en el estómago. Sentía que iba a reencontrarme con otra parte mí, que se había quedado del otro lado del mundo.Los amigos cercanos siempre están al pendiente de mí, tengo la impresión de que me sienten vulnerable. Pero no es así. Se dice que fuimos de las primeras generaciones de mujeres que salimos a desarrollarnos ampliamente en la ciencia, la investigación, a ocupar grandes puestos, hoy en día las jóvenes no comprenden –y sobre todo aquí- que el algún lugar en el tiempo se nos relegaba, discriminaba, el maltrato se perdía invisible ante los ojos de la sociedad.Tres días antes de partir, una ráfaga de melancolía me llevó hasta una vieja caja, que había colocado en un buró cerca de mi cama cuando llegué. Como si mi inconsciente, quisiera que los tantos recuerdos que guardaba en ella fueran el estribo de mis sueños.Una fotografía me trasladó a ese pequeño pueblo, escondido en el norte de Guerrero: el Rincón Chiquito. Estaban mis abuelos, ella, menudita, sus trenzas largas color plata, sus ojos grandes que daban la impresión de que siempre estaba pensativa. Él, llenito, ya muy jorobadito pero con muchas fuerzas, con su sombrero de ala ancha de paja, y sus lentes de judicial -sus nietos nos moríamos de la risa cuando se los ponía-. Esa casa, ese pueblo, sin duda es parte de mí, porque era el único lugar, lejos de la ciudad, donde mi alma se envolvía con el viento, andaba entre las nubes blancas de algodón, donde era libre.Llegué a México un viernes por la mañana, sería hasta el sábado cuando mi hermana pasaría por mí para dirigirnos a Guerrero, ella se había ofrecido a recogerme en el aeropuerto, pero preferí no molestarla. Hasta ya entrada la tarde me visitarían en el hotel, decidí salir a recorrer un poco la ciudad para deshacerme del tedio de las diez horas de viaje. Fui a Coyoacán, el ambiente colonial me abrazó con su plaza, los jardines con los enormes árboles, la Delegación y la iglesia. Entré a un pequeño café-restaurante frente a la plaza. Pedí una mesa, tuve el impulso mecánico de desabrocharme la cazadora y dejarla en una silla, lo pensé bien, no era la mejor idea, en cualquier momento volvería a llover. Pareciera que el precio de fumarse tranquilamente un cigarro era sufrir las inclemencias del tiempo, bueno… nada del otro mundo, solo lidiar con el ambiente frió de Octubre. Pero no me molestaba en lo más mínimo, me agradaba la vista desde la pequeña terraza donde se encontraba, analizar a las personas siempre me ha parecido de lo más interesante, me pregunto cuantas historias habra detrás de cada una de ellas, ¿Cómo piensan?, ¿qué sienten?, ¿serán felices?, ¿amarán a alguien?, ¿alguien los amará?Justo frente al Café se detuvieron una vendedora de dulces y su hija pequeña, quizás de cuatro años, ambas con marcados rasgos y atuendos indígenas. La madre vestía una blusa con bordados de colores que en algún tiempo pudo haber sido de color blanco, una falda de color rojo con encaje, un rebozo y huaraches. Su hija solo llevaba puesto un pequeño blusón. Me sentí mal conmigo misma, el mesero se acercó y me ofreció la carta de comida y bebidas. Se lo agradecí, volví la vista hacia donde había visto a la señora de los dulces y ya se alejaban, en su espalda pendía un bebé, no lo hubiera notado porque era muy pequeño, si no hubiera llevado un piecito de fuera. Solo una persona les había comprado, un cigarro, “¿tres pesos, por qué tan caro oiga?” le había escuchado decir a una mujer de mediana edad con el pelo rubio y unas uñas postizas perfectas. Estamos en un lugar donde un café no cuesta menos de 50 pesos, ¿cómo es posible que se ponga a regatear un cigarro de tres? Muy dentro de mí razoné burlonamente, qué sabia palabra: regatear, regatear, claro… tiene que ver con las re-gatas, sonreí por mi acierto mental y volteé a ver descaradamente y de mala manera (la misma mirada como las que doy a un conductor que se imagina que la calle es su basurero, y avienta la botella o la bolsa por allá ) a la mujer que minutos antes casi casi le pedía un descuentito por su cigarrito Benson, pero claro era una indita a la que se puede decir lo que quiera ¿verdad? Porque ni en sueños le hubiera dicho lo mismo a una cajera de Sanborns, pagando dulces en Liverpool, o en una tienda de Louis Vuiton –firma de la bolsa que portaba- :“¿Por qué tan caro oiga?”-Un capuchino latte por favor --le pedí al mesero que se había acercado a tomar mi orden. ¿Así solo seremos los mexicanos?Llegamos un día por la mañana, la casa estaba llena de hierbas y jeuite, ya no tenían la vitalidad de otros tiempos, cuando los encontrábamos: él desgranando maíz, tallándolo fuertemente contra los olotes, sentado en la silla azul pequeña de hilos de plástico, tan típicas de esa región. Ella lavando el nixtamal para hacer tlaxcales (una especie de galleta de maíz, redonda, delgada, grande y dulce que se cuecen en comal). Mi memoria me había zambullido años atrás, cuando aún vivían, recordé el olor del cacao, de la almendra y de la canela cuando se tostaban, vi ese color negro reluciente del cacao cuando se le desprendía la cascarilla, gocé el sabor del grano con un puñito de azúcar, recordé como se molía, se molía y remolía, hasta quedar una pasta fina que se podía compactar en círculos, para ponerlos en la ofrenda de Día de Muertos.Vi cuando hacíamos el pan, cómo a esa pasta amarillenta a base de huevo, anís, harina, piloncillo y manteca le íbamos dando forma, como torta –dos panes sobrepuestos-, de ángeles, muñecas. Nuestra tradición, era, que para cada difunto al que se recordara en la ofrenda, entre flores de cempasúchil, agua, sal e incienso, se le ponía una torta, un pan de figura (muñeca, si era mujer; muñeco si era hombre o angelito si era un niño), una tablilla de chocolate artesanal recién hecho y una fruta. Además de varios guisos cuya preparación nos ocupaban los tres días de muertos: clemole rojo de gallina, mole verde con guajolote, arroz con leche, calabaza en tacha, tamales de nejo, etc. Hasta hace ocho años no falté, desde que nací, a un solo Día de Muertos, estas fechas siempre fueron muy importantes. Algunas veces no todo salía bien, entre el mezcal y los corridos, el horneado del pan se pasaba o le faltaba. Era una fiesta.¡Cómo se habían perdido eso recuerdos!, como añoré las noches junto a mi abuelo, entre el mezcal y el café, contándonos sus aventuras, de cuando se iba a cazar venado y no regresaba semanas enteras, lo único que se llevaba –nos contaba- eran tortillas dobladas con salsa, un bule con agua y otro con mezcal, y por supuesto, su rifle.Me solté a llorar, como si esas lágrimas en verdad pudieran regresarme al pasado, y poder verlos y tocarlos de nuevo, de abrazarlos, decirles cuanto los quería, que me hubiera gustado estar con ellos más tiempo, que cuando fallecieron había sentido que también moría parte de mi, y yo tan lejos, que no les pude decir adiós, ni dar las gracias, porque todo lo que soy lo aprendí en gran parte de ellos, por sus enseñanzas y por lo que le trasmitieron a mi mamá. Eso es, darles las gracias por enseñarme a no tener miedo a los cambios, a lo diferente, a empezar de nuevo. Eso lo demostraron cuando en busca de un futuro mejor, para ellos y para sus hijos abandonaron en los años 70´s todo lo que tenían en su tierra natal para irse a la Ciudad de México, todo, su familia, su casa y sus animales. No fue fácil, lo sé, se enfrentaron a una vida que nada tenía que ver con el campo, con lo único que habían conocido hasta ese momento y era el único medio donde sabían vivir, trabajar y ser felices. Pero se les concedió la dicha de regresar al lugar que nunca olvidaron, que día a día añoraban, lograron dejar atrás el lugar frío al que nunca se acostumbraron, y lo más importante, que gracias a ello, nosotros, mi hermanos, mis primos, y yo, conocimos que había otras formas de vida fuera de la ciudad, que no todo en la vida eran centros comerciales, restaurantes y autos; aprendimos que para lograr lo que queríamos debíamos de trabajar y al igual que ellos, que para comer debían de sembrar. Ser campesinos siempre los llenó de mucho orgullo.Esa noche, descubrí que no tenía que viajar doce horas para estar con mi pasado, con ellos, con mis orígenes. Ellos en el lugar donde estuvieran, seguro confirmarían que aunque cada año no les pusiera sus muñecos en la ofrenda, siempre iban a estar en el altar de mis recuerdos.
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Comentarios

  • En éste taller hay varios seudónimos que me han fascinado: Violeta, Mar y Selva y Orquídea Magenta !!!
    suenan fabulosos !!!

    El Altar de Los Recuerdos pienso que todos lo tenemos y es allí donde atesoramos las cosas más hermosas que hemos experimentado con la gente que amamos.....es un trabajo fabuloso que me recordó la importancia de mis antepasados y el orgullo de venir de donde vengo .....
    Por eso te felicito, muy buen trabajo !!!
    Bienvenida al taller!

    Adriana Cisneros Garza
  • Mi querida Orquídea.


    Felicidades, por tu trabajo, nuestras raices, son tan fuertes que nunca podremos olvidarnos de ellas, no crees?, me llevaste de la mano a Guerrero, en ese hermoso lugar viven mis suegros son campesinos y tienen la costumbre de poner su altar como lo describes, sabes, ademas me encanta ir se come delicioso y se siente una paz, como la que ya no tenemos en las grandes ciudades..

    FELICIDADES.
  • Amiga:

    Conozco Guerrero... Mas no se donde queda Ricon Chiquito... ¿es un sitio real?

    Felicidades amiga. Sencillamente felicidades.
  • Orquídea Magenta:
    Me encantó la manera como describes cada detalle de la historia, te seguí en cada recorrido y te acompañé en los olores, sabores y formas de cada alimento; es más, recordé las crepas de Mouffetard y sus restaurantes de comida griega, reviví por tí, el recuerdo de esa calle; la llegada a México con sus contrastes y por sobretodo el encuentro con el pasado que nos obliga a no olvidar a pesar de la distancia y el tiempo, las raíces de nuestro maravilloso origen...
    Felicidades!!! Gracias por permitirnos ser tu compañía en este pequeño relato de tu vida...
    Besos...
    Marusa...
  • Que buen relato Orquidea Magenta, me hiciste recordar muchos sabores, muchos olores que de repente se van olvidando enmedio de tanta modernidad, tanta tecnología, y tanta comida enlatada. Lo que más me encantó, es el recuerdo maravilloso que guardas de tus abuelos, esos seres inteligentes (algunos sin siquiera haber ido a la escuela), consentidores, y que guardan tanta historia a lo largo de su vida. ¡Que interesante y emocionante es escuchar de labios de nuestros abuelos, relatos de su infancia, de los juegos que acostumbraban, de cómo se conocieron, en fin tantas cosas bellas. A quienes aún tengan a sus abuelos físicamente junto a ellos, valórenlos, disfrútenlos, y sobre todo ámenlos. Los que ya no tenemos esa bendición como tú bien dices ...los llevamos en el corazón.

    Felicidades!!!
  • Felicidades Orquidea Magenta:
    Me encantó tu historia.
    Tu texto se parece a mi vida. Y es cierto nuestros recuerdos y las memorias de nuestros familiares que ya partieron los llevamos en nuestros corazones.
    Un texto muy detallado y muy bien narrado.
    Me encanto!!!!
  • Me identifique contigo sintiendo la misma nostalgia.
    En tu narración nos encontramos que los valores los llevamos dentro de nosotras mismas pero que estando lejos se añora compartir las tradiciones y costumbres con nuestros seres amados y en nuestro muy adorado México.
    Te felicito por esta linda historia.
    Martha S
  • París incomparable, pero los sabores de cada rincón de México son únicos. Felicidades
  • Orquídea: Que grato es tu texto, se me antojo tanto el chocolate artesanal mmmmhhh yo lo he probado y que delicia!!! Sabes? cada año a finales de Octubre me gusta ir a la feria del mole y ahi siempre van muchas señoras a vender chocolate artesanal, pinole y otras delicias. Es cierto que a nuestros antepasados les honramos en el altar de nuestros recuerdos. También me gusta que eres agradecida con tus abuelos por sus enseñanzas y por las raices de tu familia. Felicidades por tu historia.
  • Orquídea Magenta, me encanto tu historia, me hizo sentir y vivir todos los recuerdos de la familia de la protagonista, además reafirme que no es necesario tener el baúl de los recuerdos que es lindo quien lo tiene, pero es maravilloso el que se lleva en el corazón, en el alma, ya que es ahí donde se guardan y se reviven los verdadaderos recuerdos y no los guardas y dejas enpolvados y olvidados. Felicidades!.
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