Hace 59 años fueron asesinadas en la República Dominicana las hermanas Mirabal. Su activismo político las llevó a la tumba y desde entonces estas tres mujeres, reconocidas como las mariposas inolvidables, se convirtieron en las máximas exponentes de la crisis de violencia contra la mujer que se vive en América Latina.
En reconocimiento a su causa y valor, la Asamblea General de las Naciones Unidas determinó, en diciembre de1999, que cada 25 de noviembre durante la celebración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, se recuerden sus vidas y se promueva la visibilización de este mal que afecta a mujeres de todo el mundo.
La violencia contra la mujer deteriora su estado emocional, afecta su condición física, psicológica y social; la violencia contra mujeres y niñas repercute en la vida de la sociedad en su conjunto pues genera, entre otras cosas, ausentismo laboral, reduce la productividad, afecta el equilibrio familiar y la formación de los hijos, afecta la movilidad y limita el desarrollo de los países.
La violencia contra mujeres y niñas, duele, lacera, deja una huella que no se quita con el tiempo. No importa si es verbal, física, sexual, emocional o económica, constituye una violación de los derechos humanos de las mujeres. Destruye las fibras más sensibles y roba la posibilidad de vivir sin miedo; es como una enfermedad que va matando la ilusión por vivir.
Las estadísticas, siempre frías e implacables, muestran un panorama tan desolador que hace once años el Consejo de Europa declaró la violencia contra la mujer como una emergencia de salud pública.
El Banco Mundial, fortaleciendo esta revelación, expresó que la agresión contra nuestro género es tan seria como el cáncer, y es además una causa de mala salud mucho más frecuente que la provocada por la malaria y los accidentes de tránsito. Las cifras no mienten. Prueba de ello es que solamente en los Estados Unidos, el Centro de Control y Prevención de Enfermedades informó que el costo de la violencia contra la mujer supera los 5,800 millones de dólares cada año.
Muchos países en el mundo cuentan ya con una legislación sobre este tema, sin embargo aun hay millones de mujeres que carecen de protección legal contra la violencia doméstica, sexual, laboral y de carácter económico.
Es tiempo de hacer que la lucha de esas mariposas inolvidables tenga sentido.
Los estudios demuestran que cuando hay violencia contra la mujer, las y los hijos reproducen el patrón en su vida adulta. Iniciemos con el ejemplo evitando la violencia familiar, y en su caso, denunciémosla.
Si la violencia contra las mujeres no se denuncia, no se persigue.
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