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Si bien es cierto que muchos padres disfrutan el tener a sus hijos en casa, uno de los logros esperados al salir de la adolescencia es el de que los hijos, además de consolidar su identidad personal, logren su independencia económica, emocional y familiar. Esto implica que los hijos logren tomar la decisión de salirse de casa de sus padres e irse a vivir solos, con amigos o ya formar una pareja y/o una familia. En la actualidad existe lo que se ha denominado: "El síndrome del nido lleno" que es cuando los hijos no se van de casa llegados a la edad adulta y siguen viviendo con sus padres. Pero también hay que considerar que esto puede deberse a que los propios padres retienen a los hijos y no los dejan irse de casa ni les ayudan a tomar la decisión saludable y necesaria para su madurez psicológica, de salirse de casa e independizarse. El que los hijos se queden en casa o el que los padres no los dejen que se vayan puede deberse a alguna razón emocional que ni ellos mismos conocen. Pero vayamos de lo más evidente y superficial a lo más profundo e inconsciente:

Algunos motivos por los cuales los padres pueden evitar que sus hijos se vayan es que ya están acostumbrados a la relación cercana y cotidiana con el hijo o hija y no quieren que esto cambie y, claro, no quieren quedarse solos y extrañarlos. Por parte del hijo o hija también hay motivos de comodidad y ahorro, como puede ser el de tener la comida lista y el ahorro económico  que se tiene al no gastar en comidas fuera de casa. Esta comodidad o comfort se hace extensivo a tener la casa limpia, el refri con comida, la ropa limpia, entre otros. En algunos casos, hay hijas que dicen sentirse más protegidas viviendo en familia. 

Hay padres que pueden argumentar  que no quieren que sus hijos se vayan pues quieren aprovechar el espacio de una casa grande, si es que la tienen y ahí también entra en juego el factor económico del ahorro de una renta. Hasta puede haber un ahorro de que si se tiene un auto, tener dónde estacionarlo  y asegurarse de que esté seguro, pues hay departamentos accesibles en costo de renta pero que no disponen de un lugar de estacionamiento. 

Hasta aquí, todos son argumentos válidos y conscientes que se pueden defender como una forma de mantenerse viviendo con los papás.....Pero, ¿y los motivos emocionales más profundos para no favorecer que el hijo se vaya de casa y que éste, a su vez, no busque su independencia?

A nivel inconsciente, tendríamos que hablar de que hay una dependencia patológica entre madre e e hijo o madre e hija o incluso padre e hijo o padre e hija, lo que en psicoanálisis también se ha dado en llamar una simbiosis no resuelta. En casos así, hablamos de situaciones en donde el hijo depende de la madre y la madre del hijo, no es una situación unilateral, es un vínculo que se retroalimenta en necesitarse uno al otro y favorecer que el otro me necesite para que no se aleje de mí. Digamos que la relación es un sistema en que ambas partes retroalimentan el tipo de relación que se establece.

Por otra parte, puede ocurrir una variante que es que el hijo o hija no se quiera ir para no dejar a la madre sola, y esto se intensifica si no hay una pareja o padre con ella. En estas situaciones, el hijo se siente mal hijo ante la perspectiva de irse, se siente culpable y teme que si se va algo le vaya a pasar a su mamá que él luego no pueda perdonarse. Aquí me gustaría presentar un ejemplo clínico, guardando la confidencialidad del caso, en donde el hijo, quien era hijo único y su madre había quedado viuda, él, ante la perspectiva de irse, empezaba a ponerse mal: ese fue su motivo de consulta, ante la idea de casarse e irse a vivir con su futura esposa, él empezaba a presentar ataques de pánico, con sudoración, palpitaciones, náuseas, sensación de opresión en el pecho, insomnio, dificultades para respirar, etc.  Estaba muy angustiado y tenía múltiples síntomas psicosomáticos, como dolores de estómago, diarrea,  tenía ansiedad, dificultad para dormir y ante la angustia tan intensa que tenía, no se podía concentrar en el trabajo. Poco a poco, se le ayudó a elaborar la culpa que sentía ante el deseo de casarse e irse a vivir solo con su esposa. Poco a poco vio que no estaba haciendo nada malo y que eso no lo hacía un mal hijo, al contrario, su preocupación por su madre en todo caso mostraba cuánto la quería pero ese no debía de ser un motivo para renunciar a su proyecto de vida. Poco a poco, su culpa disminuyó, y a través del trabajo en psicoterapia, él empezó a hacer el esfuerzo por conseguir que su novia y su madre compartieran espacios y se aceptaran una a la otra. Esto suena sencillo pero habíamos descubierto que en el fondo, sin que él se diera cuenta de ello, él mismo no quería compartir a su novia con su madre ni a su madre con su novia por miedo a quedar excluido y por el temor de que, por llevarse ellas muy bien entre ellas, le fueran a disminuir su amor. Es decir que había cierto celo y por eso las quería mantener separadas pero eso dificultaba más el que pudiera lograr su independencia. En la medida que avanzó el tratamiento él pudo convivir con las dos juntas, sus síntomas psicosomáticos disminuyeron, su insomnio se desapareció y su ansiedad bajó casi a cero. Pudo trabajar mejor y ser más creativo en su trabajo. Con el tiempo, decidió casarse y vivir con su esposa y ambos cordaron visitar a su madre con regularidad y estar al pendiente de ella.

Continuaremos hablando acerca de otros posibles motivos por los cuales los padres no dejan que los hijos se vayan de casa y el nido se mantiene lleno.

 

IMAGEN: MIRADA HACIA EL DESTINO, PASTEL SOBRE PAPEL,  108 x 74 cms. 2006-2008

 

 

 

 

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