En aquel tiempo...

"Qué difícil se me hace mantenerme con coraje
lejos de la tranza y la prostitución
defender mi ideología, buena o mala pero mía
tan humana como la contradicción
"

Miguel Rios

Ay, señoras, señoritas, amigas mías... Bien dicen por ahí, "El poeta no es un filósofo, sino un clarividente". Qué razón tiene Miguel, qué duro y qué cabrón se sienten algunas cosas.

A mi me tocaron esos tiempos en que el chicle en la boca en honores a la bandera era causal de un severo castigo, que variaba en intensidad de acuerdo al criterio del profesor y el humor del día. Aquellos días que parecen tan lejanos en que calladitos y alineados veíamos pasar con ojos de envidia a los de la escolta con su uniforme de gala, ese, el que nomás ellos se podían poner. Los tiempos en que el juramento a la bandera era más que una perorata, era un acto "sublime" para el cuál había que ensayar durante días bajo la instrucción de la profesora y que se escuchara parejo. Y luego, mis maestros viejos, de los cuáles solo queda uno en activo en el colegio, hablándonos de los sacrificios de los héroes de la Patria y de cómo las estatuas "hablaban" y podíamos saber si el héroe había muerto de enfermedad natural, por secuelas de combate o había caído en acción militar nada más viendo cuantas patas tenía el equino en el aire.

¡Cómo han cambiado las cosas, nada más en 20 añitos o poco más! en mis años, faltar a honores era una amonestación grave que influía en el promedio escolar. Ahora, algunos niños andan correteando por ahí a mitad de la celebración pues sus padres argumentan causas religiosas o de salúd. En estos días mi hijo pregunta la cantidad de hijos de Morelos y cómo se llamaba su esposa, en mis tiempos, siquiera mencionar algo que detrimentara la reputación del héroe histórico hacía que dolieran las manos por irrespetuoso, sea por las 10 planas a mano o los reglazos que volaban a diestra y siniestra. No se equivoquen, no estoy a favor de esos métodos de antaño, pero algo sí les tengo que reconocer, hacían que pensara dos veces antes de mentar palabra y me adornaron el lenguaje con una cantidad inverosímil de "gracias", "por favores" y "como usted mande". Pensándolo bien, creo que la maestra no me alcanzó a dar suficientes reglazos para que aprendiera a callarme la boca.

Leíamos la Constitución en sexto grado, por lo menos en partes, sabíamos que el Señor Presidente era una figura de respeto que tenía una gran responsabilidad y que además era el mero mero de todos los soldados y que primero era la Patria y luego todo lo demás, incluídas las cuestiones religiosas, las cuales a pesar de nuestro muy católico apostólico y romano entorno no se mencionaban porque ese librito de pasta amarilla decía que el Estado era laico, por lo tanto las escuelas debían de serlo también.

Cosas románticas de la infancia. Al correr de los años, el informe de gobierno nada más lo miro por puro morbosa que soy, de lo que dicen descarto totalmente la mitad y la otra la dejo en duda. Me gusta ver las noticias para buscarle los ojos vidriosos o de cruda rezagada a uno que otro de nuestros representantes cuando dan las entrevistas y ya no necesito leer publicaciones especializadas en política, me basta con abrir el TV notas de mis hermanas, a fuerzas ahí van a salir de la mano de sus parejas de la farándula.

¿Alguien sabe a qué hora decayó tanto la imagen de las Instituciones? porque (fuera de los mandos militares que por lo regular han mantenido su perfil bajo y sin escándalos salvo deshonrosas excepciones) la mayoría de los personajes públicos son más conocidos por sus quereres y sus haceres que por sus propuestas. Falta algo en todo esto: recuperar el respeto, reconstruir la imagen política. La pregunta de los 64 millones es ¿Alguien sabe cómo? porque está tan de capa caída que a mi se me hace que ya no hay modo de volverla a levantar.

Ahora, esperaremos al lustroso 1ero de diciembre, donde el nuevo en la silla habrá de decir "Y si no cumpliese, que la Nación me lo demande" aunque a decir verdad, creo que ya me he chutado 5 presidentes de la República, y al menos que yo me acuerde, a nadie se lo demandó. Si eso ha pasado con nuestras generaciones a las cuáles nos introdujeron con tirabuzón el patriotismo y los conceptos cívicos, ¿Qué les espera a nuestros hijos, que a últimas fechas confunden el civismo con el ciclismo? Con la sensación de que la frase de la toma de protesta ya de plano suena a burla, me despido, recomendándoles que coman frutas y verduras.

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Comentarios

  • Es un gusto leerte, Anita. Le das jovialidad, humor y frescura a tus artículos, y a la vez  los muestras en su cruda realidad. 

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