EL MALTRATO INFANTIL EN LA FAMILIA

“Un sobrino es golpeado por sus padres, familiares míos. Mi sobrino se queja, dice que su cuerpecito le duele mucho. Siento impotencia porque el padre del niño es muy agresivo y machista y mi hermana atemorizada y pasiva, ¿qué puedo hacer?”, es el tipo de consultas que suelo escuchar con no poca frecuencia.

Cuando hablamos de maltrato infantil hablamos de niños y niñas que no pueden defenderse, por eso los testigos debemos intervenir.

Cuando los agresores son parientes, el primer paso (antes que la escalada de violencia aumente) consiste en hablar con ellos asumiendo una postura firme y paciente en lugar de una vacilante, tímida o acusatoria.

Este acercamiento inicial suele disminuir los malos tratos, y en ocasiones hasta detenerlo gracias a la ayuda prestada y a que los agresores suelen inhibir sus impulsos cuando se saben observados. Y para que no se torne personal el asunto, así como para evitar ser agredidos como testigos, es recomendable que no sea una sola persona la que hable con los padres sino varias (de preferencia que alguna tenga cierta autoridad moral sobre aquellos).

Si a pesar de lo anterior la situación continúa, entonces habría que advertirles que darán parte a la autoridad. En este caso la primera instancia puede ser el DIF de tu localidad, el cual suele contar con centros de atención a la violencia familiar que toma medidas de tipo educativo y conciliatorio.

Pero si aún así el maltrato continúa, o si el maltrato es muy grave, entonces habrá qué considerar directamente al Ministerio Público, instancia facultada para la implementación de medidas de prevención y protección más contundentes.

El trabajo del Ministerio Público comienza con la denuncia, le sigue una investigación, y si el maltrato es tipificado como delito, entonces envían el expediente al Juez, el cual emitirá una sentencia que, en función del delito, puede traer como consecuencia cárcel, fianza, e incluso la pérdida de la patria potestad.

Vale decir que el maltrato infantil se persigue de oficio, es decir, basta con que el testigo denuncie hasta telefónicamente para que la autoridad tome cartas en el asunto.

La pasividad y el poco compromiso que como sociedad mostramos para intervenir en la protección infantil ante cualquier tipo de maltrato y entorno, tiene una larga lista de motivos donde la falta de voluntad, humanidad, sensibilidad y responsabilidad hacia estos es el común denominador.

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