¿YO POSESIVA?


Hoy ha surgido en mi cabeza el cuestionamiento del poseer, refiriéndome al efecto de utilizar la palabra MÍO a demasiadas cosas a mi alrededor. Inmediatamente surgen recuerdos de infancia que reflejan con exactitud como solemos comportarnos en ese escenario particular de las pertenencias.
Por favor que levante la mano la mujer que de niña era totalmente generosa y sin ninguna objeción prestaba sus hermosas muñecas barbies, aquella colección de fantásticos estereotipos de plástico vestidos espectacularmente bien, con perfectos ojos azules, rubia cabellera y automóviles descapotables del año o que, si la hermana menor le pedía prestado sus increíbles patines rosa sin problema le decía “Claro hermana, úsalos”. ¿Hay alguna mano levantada?, seguramente un par. Sin embargo, estoy segura que la mayoría se identificó inmediatamente con esa imagen donde el instinto arrebatado te lleva a decir “¡ES MÍO!” (Sí, en mayúsculas y con enfática entonación en la M). Y esto es totalmente normal puesto que durante nuestra infancia, son nuestros padres y maestros los que nos enseñan este regulador ético de lo que está bien o no y la importancia del valor llamado compartir.
Ahora, desde nuestra época de barbies y patines han pasado ya algunos años. Se podría decir que hemos aprendido a no ser posesivas, pero…¿realmente es un aprendizaje llevado a la práctica?


Vamos a llevar esta temática al exclusivo círculo de las relaciones de pareja y podremos observar en todo su esplendor que…NO, no hemos aprendido del todo, o por lo menos no lo han aprendido las mismas mujeres que dejaron la mano abajo y no prestaron sus barbies.
Cuando estamos en una relación, científicamente está comprobado que liberamos oxitocina como parte de la formación de vínculos. Ésta hormona influye directamente en el apego entre madre-hijo y en una pareja.


Es parte entonces biológica, que las mujeres nos vinculamos de manera tan cercana a nuestras parejas. Pero bien dije, cercana. Sin embargo existe una línea casi transparente donde confundimos la cercanía con la posesividad, y terminamos creyendo que por que el otro comparte su vida con nosotras, automáticamente pasa a ser de nuestra propiedad, haciendo que broten de nuestra personalidad todos los rasgos controladores, aprehensivos y ansiosos que llevamos dentro.


Puede parecer un claro y lógico concepto, que ninguna persona nos pertenece, sin embargo no llevar a la práctica este conocimiento, se traduce en relaciones interpersonales conflictivas.
Recordemos la enseñanza que nos brindaron de pequeñas…COMPARTIR…y en vez de pensar que el otro nos pertenece y podemos controlar su existencia, considerar que lo que estamos haciendo es “compartir” una vida juntos, un mismo camino donde buscamos tener un aliado, un gran compañero de ruta y así, el viaje se disfruta mejor.

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Comentarios

  • Mary: No hay nada que agradecer, es un gusto que este blog te haya servido, continúa visitandonos. Lindos día

  • Wow!! Y muchas veces creemos que no lo somos, pero analizandolo de esta manera, si soy, gracias esto servira para mi crecimiento
  • Muchas gracias a ti Virginia por pasar y compartir con nosotros. Continúa visitandonos!. Atte: Centro Humanista

  • me encanto, gracias

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