REFLEXIÓN "EL DÍA DE LA MENTE"

EL DÍA DE LA MENTE

“En mi conflicto cotidiano, en mis culpas y caídas, ante la injusticia de la vida y la ceguera de la inconciencia, en mí se despiertan sentimientos encontrados, dolor, resentimiento, crítica, condena, tristeza, soledad. Y entonces parece que todas las puertas se cierran, las sombras se instalan y la noche aparece; el miedo crece y el resentimiento aún más, y sin darme cuenta, al almacenar resentimiento, al no aprender a perdonar ni aceptar la Voluntad Divina. Al maldecir y desear daño a quien ha causado daño a los demás y a mí también, sin darme cuenta estoy multiplicando el dolor, el miedo y la soledad”.

Claro que tienes derecho a sentir coraje; el miedo es parte de tu naturaleza, pero basta apretar un botón de conciencia para instalar la luz, para hacer aparecer el día y conocer a Dios. Y para ello basta una oración, una oración a corazón abierto, que es un diálogo con ese Poder Supremo, como tú lo puedas entender. Con ese Ser Supremo que, más allá del concepto, más allá del nombre, para todos es el mismo: Un Dios de bondad, de misericordia, de perdón. Dios de amor, en cuyo corazón estamos todos incluidos. Él tiene un Plan Divino y perfecto para ti y para cada uno de sus hijos. Son nuestros apegos y resistencias, nuestras rabias y resentimientos los que no nos permiten navegar en la libertad del espíritu de Dios como un planeador que se desliza en el aire. Despertar el día de la mente es perdonar; ver lo bueno para agradecer, es pedirle a Dios un Plan Divino y perfecto para cada uno de sus hijos, es invitarle a tu vida, primordialmente en la desolación y en la enfermedad.

Ahora guarda silencio, no te extrañe que el llanto aparezca, pero es un llanto de dicha, un llanto de gratitud. Es saber y sentir que quien hizo mar y tierra está cerquita, cerquita de ti. Que a Él puedes ofrendarle tu trabajo, por pequeño y humilde que parezca. A Él puedes encomendar a los que amas; a Él puedes pedirle una respuesta, una solución. El día de la mente aparece cuando aprietas un solo botón, una simple oración para decirle: “”Señor, aquí estoy, soy tu hija más pequeñita, con mil dudas, conflictos y sin razón”. Y ten la certeza de que Él responde siempre, y en ese instante las sombras huyen, la noche se desvanece, nace la luz y así, el día de la mente se instala con una simple y sincera oración.

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Comentarios

  • Raquel: Sólo me queda decir: Gracias Dios por tener un Plan Divino para mi. Amén.

    Gracias y bendiciones de luz para ti.

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