Cuando las preocupaciones te agobien y sientas
que tu cuerpo ya no puede más, no te encierres
en una idea solamente, desahógate, y piensa
que en ese momento estás viviendo nada m
que un instante de tu larga vida.
Pide a Dios sabiduría para identificar y atender
aquello que realmente es importante en tu vida.
Si atiendes una cosa a la vez, todo lo que haces
resultará mejor.
Todos los problemas son circunstanciales,
y las circunstancias son igual que las olas:
vienen y se van; la felicidad espiritual no consiste
en borrar de la mente las preocupaciones, ni olvidarlas,
la tranquilidad espiritual consiste en la búsqueda
constante de soluciones para nuestros problemas.
Todos tenemos múltiples preocupaciones y tareas,
somos seres integrales con muchas facetas.
Las mujeres asumen rol de madres, esposas,
hijas, profesionales, amas de casa, administradoras,
inclusive hasta de enfermeras. Los hombres
son padres, esposos, hijos, consejeros.
En nuestra vida diaria estamos rodeados
de situaciones que provocan tensión.
Nuestra preocupación y angustia se nota
aunque pretendamos ocultarla.
Si nos preguntan, negamos la situación
y no la compartimos.
No basta ni remotamente con que nos crucemos
de brazos y hablar constantemente de ellos.
Si no enfrentas el problema, éste te acosará
todo el tiempo y en todo lugar.
Hay que enfrentarlos, enfrentar las situaciones,
y tomar conciencia que, o te vencen o las vences,
y en esa lucha hay que trazar estrategias.
Si no encuentras la respuesta, dales espacio
en tu agenda para otro momento, no los lleves
a todo lugar y a cada momento.
No les otorgues el tiempo que le debes a tu familia,
a tus amigos y a tu Señor.
No siempre el camino más fácil es el más indicado.
La vida nos ha enseñado que no hay nada imposible
para vencer. Pide al Señor sabiduría para identificar
lo necesario e importante y darle a cada cosa
su justo lugar. ¡Lucha con toda tu alma!
Fuente; Homiliacatolica.com
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