LAS PALABRAS CONVENCEN. LOS EJEMPLOS ARRASTRAN.

Los diversos hechos de acoso y violencia que ocurren cada vez con más frecuencia dentro y fuera de los espacios escolares, nos obligan a prestar mayor atención a la actitud que estamos tomando frente a éstos y muchos otros acontecimientos de nuestra nuestra vida cotidiana pero sobretodo al ejemplo que estamos dando a nuestros hijos con nuestras acciones de todos los días.

 

El deplorable suceso ocurrido a principios de este año en Monterrey donde un menor de edad fue capaz de disparar contra sus compañeros y maestra dentro del salón de clases para finalmente quitarse la vida, así como los videos con la evidencia de adolescentes atacando a otros contemporáneos en una de las zonas más prestigiadas de la Ciudad de México, son hechos que todas las madres y padres de familia, y la sociedad en general, no podemos dejar en el olvido y pensarlos solo como lamentables realidades lejanas porque nuestros hijos no estuvieron invoucrados.

 

Hasta hace algunos años, este tipo de desgracias que sucedían con cierta frecuencia en Estados Unidos nos hacían levantar la ceja, lamentarlo y concluir que era resultado de la educación y formación en valores que ofrece la sociedad vecina concluyendo que en México no pasaría justamente, entre otras cosas, por la educación que damos a nuestros hijos y los valores que inculcamos desde casa.

 

Desafortunadamente la evidencia de falta de estos valores está cada vez más presente y refleja que si bien no los hemos olvidado del todo, en ocasiones no los ponemos en práctica o no con la frecuencia idónea quizá por dar prioridad a la rutina de nuestras actividades y el estrés que estamos viviendo, y que nos llevan a dejarlos de lado, para después.

 

Promover principios y valores que permitan crear conciencia respecto de una cultura de cooperación, sinérgica y estructurada con respeto, tolerancia y buen trato al otro, que lleven a un cambio de conducta para lograr la convivencia armónica y pacífica, evitando las conductas negativas que son disruptivas, es algo que no se logra hablando; no mediante discursos plagados de conceptos abstractos que poco o nulo sentido hacen a niños y adolescentes.

 

Inculcar a nuestros hijos valores éticos elementales tales como el respeto, la honestidad y la tolerancia comienza con el ejemplo que les damos todos los días pues hay que recordar que solo aprenden el 30% de lo que les decimos y el otro 70% de lo que nos ven hacer y la experiencia que viven a partir de ello.

 

Por ello, un buen principio es hacerme responsable de mi mismo, de mis acciones, y de éstas para con los otros. De manera tal que busquemos la sana convivencia entre los individuos partiendo de que nuestra libertad llega hasta donde la libertad del otro y para ello es necesario actuar de manera íntegra, es decir con valores, con sentido de igualdad, justicia y buscando la solución de conflictos mediante el diálogo con el fin de construir una sociedad que conviva armónicamente en todos los espacios públicos y privados: la casa, la escuela, la comunidad, el país.

 

Si la actitud es la manera en la que expresamos nuestro estado de ánimo como resultado de una motivación social más que de una motivación biológica, no hay duda de que está en nuestras manos la forma en la que nos adaptamos y reaccionamos a nuestro entorno, a la realidad que estamos viviendo y al ejemplo que damos a nuestros hijos.

 

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