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Martha ChapaDiciembre de 2008Un interesante encuentro de mujeres se celebró hace unos días en mi tierra natal, Monterrey.Bajo el título “Retos de las mujeres” y con una asistencia de más de cinco mil congéneres, se organizaron varias conferencias magistrales a lo largo de un día, con el propósito de apoyar al crecimiento y desarrollo personal y profesional de las mujeres.En ese marco tuve el privilegio de recibir un reconocimiento por mis 35 años de pintora, lo cual representó un inmenso privilegio por estar en mi entidad rodeada de tantas amigas y compañeras de la lucha a favor de nuestros derechos de género.La organización de ese importante foro estuvo a cargo de Silvia Sánchez Alcántara, publicista, empresaria y promotora de estas jornadas que se originaron hace tres años en el Distrito Federal, y se han extendido a Guadalajara y Monterrey. A esa tarea se sumó María Elena Chapa, destacada nuevoleonesa y apreciable paisana, quien está al frente del Instituto de la Mujer de Nuevo León.También se montó una exposición con mi obra, que fue inaugurada por el director general del Instituto de Cultura de Nuevo León, Romeo Flores Caballero, quien además me entregó una presea.Convivir con ese gran público me hizo evocar aquellos días de la infancia que viví con mis padres, hermanos y compañeras de escuela en esta, desde entonces, pujante ciudad, plena de trabajo creativo y progreso. Recordé que fue en aquellos años cuando comprendí que la mujer era capaz forjarse un destino propio, pues así lo había constatado dentro de mi propia familia: dos hermanas de mi padre decidieron vencer los obstáculos que su medio les imponía en esa época, para cumplir su propia vocación. Una, en las artes plásticas; la otra, en la gastronomía. Ambas, por cierto, fincaron los cimientos de mi vocación artística.Debo reconocer que, asimismo, mi madre me imbuyó una gran fuerza de carácter, voluntad y disciplina. En tanto, mi padre me trasmitió no sólo su sensible inclinación por el arte y la cultura, sino que me hizo afín al ícono mismo de ese fruto ancestral que es la manzana, gracias a que con frecuencia me obsequiaba uno de esos jugosos frutos.Así crecí, con la conciencia de que otras muchas mujeres, dentro y fuera de mi familia, se abrían espacios y cauces importantes hasta conformar el panorama actual de la presencia femenina en todas las actividades en Nuevo León. Y en México en su conjunto, pues a lo largo y ancho del país están las huellas de las mujeres que han conquistado significativas metas e incursionando en otros escenarios, hasta hace poco vedados a su inteligencia, talento, imaginación, creatividad y fuerza, tan valiosas como las de los hombres.A la vez, me parece que si bien ya no hay prohibiciones ni vetos explícitos, tampoco podemos cantar victoria ni afirmar que ya derrotamos por completo al machismo y la discriminación femenina en su totalidad. Aunque, claro está, no se trata de una guerra de sexos, sino de que mujeres y hombres caminemos lado a lado para mejorar el mundo.Es cierto también que se registran avances determinantes en el marco legislativo, pero siguen sin cumplirse a cabalidad las leyes, en particular las que se vinculan con la defensa de las mujeres y la equidad de género. Hay logros que celebramos, pero aún insuficientes, por lo que nos convocan a seguir luchando en este siglo XXI, que con seguridad estará destinado a la reivindicación femenina.En esa emotiva ceremonia también vinieron a mi mente los recuerdos de mis exposiciones a lo largo de estas tres décadas y media. Tanto las realizadas en infinidad de ciudades de la República, como las efectuadas en Europa y en muy diversos puntos de nuestra América: en las tierras del sur, en Centroamérica y el Caribe, o en nuestro país vecino del norte, incluyendo la exhibición de mis manzanas en Nueva York, la Gran Manzana, su hermana mayor.Por eso, inspirada en ese ícono ancestral de la humanidad, que es la manzana, que desde hace mas tres décadas me ha acompañado personal y profesionalmente, ofrendé simbólicamente ese fruto a todas las asistentes, con enorme aprecio, gratitud y admiración.Así, con esas añoranzas y reflexiones acepté con humildad el reconocimiento de mis paisanas, que me conmovió de manera particular porque proviene de mis congéneres y por ello lo recibí pensando en todas las mexicanas que han pugnado por una sociedad más igualitaria y en aquellas que continúan en la batalla por la equidad y el respeto entre mujeres y hombres en aras de un mundo mejor para todos.e mial: enlachapa@prodigy.net.mxwww.marthachapa.net
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