ES QUE YO DIGO LO QUE PIENSO…

Cuántas veces hemos escuchado expresiones como ésta: soy una persona franca y digo lo que pienso; sin embargo, esto suele transformarse en agresión, no se trata definitivamente de a una actuación asertiva.

Hay que preguntarse: ¿me pidieron opinión sobre este asunto?, porque la lengua se nos va diciéndole a los demás lo que deben de hacer, cómo tienen que reaccionar, cómo lucen ese día y todo lo que jamás nos preguntaron (el terapeuta amateur en acción), así que aplica aquella frase de que “calladito te ves más bonito”. Creemos tener una docta opinión que hay que externar aunque con ello, tal vez, arruinemos el día del compañero, de la amiga, de la pareja…ante todo, si su nivel de autoestima no es muy alto y cree firmemente que tu dicho es sabio y profundo.

La asertividad no es eso. Sólo hay que hablar cuando sea productivo hacerlo; por lo tanto, “el arte de la escucha”, es algo que todos deberíamos de aprender, incluso, como asignatura en la escuela; no se puede hablar de lo que no se conoce. Reunir información es básico para determinar si es o no necesario expresar lo que se piensa.

Asertividad incluye respetarse a sí mismo y a los demás, elegir conscientemente lo que se desea y alcanzar los objetivos personales, sin aplastar a otros en el camino. Se puede decir lo que se quiere sin ofender al interlocutor: no es hipocresía, es auténtico reconocimiento de las diferencias naturales que existen entre uno y los demás. No es posible luchar por hacer valer los derechos individuales anulando los del prójimo.

Asertividad es actuar en congruencia con lo que se piensa y con lo que se expresa, con un firme apego a los principios, para estar seguro de no traicionar nuestros valores.

Definitivamente, no siempre es fácil lograrlo, así que en un trabajo de autoevaluación habrá que preguntarse:

¿He sido claro con lo que he dicho que quiero o necesito?

¿Me hubiera gustado que alguien más se expresara conmigo de la forma en que lo he hecho?

¿Le diría esto a quien más amo?

¿Estoy siendo congruente con lo que dije o hice antes?

¿Soy lo suficientemente respetuoso al expresar mis ideas?

¿Dije algo que pudo haber lastimado a esa persona?

¿Era necesario hablar de esa forma?

Iniciemos con una labor de autoanálisis para ir “puliendo” nuestra comunicación interpersonal, que con ello, mejoraremos nuestras relaciones humanas.

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