VÍNCULOS HUMANOS DE CALIDAD (2 de 2 partes)

Nuestra fortaleza está basada en la calidad de los vínculos humanos que poseemos. Y cuando no estamos suficientemente vinculados nos tornamos hoscos, tristes, pobres.

Por eso duele la pérdida de un miembro de nuestra red. Porque con cada pérdida, un hilo se cae, fragilizando nuestro sostén emocional.

Pero la muerte es parte de la vida. Cosa que aprendemos realmente cuando nos toca de cerca: un familiar, un amigo.

Cuando ocurren, las pérdidas nos exigen reacomodos y movimientos en nuestra personalidad, en nuestra manera de ver la vida, en la manera de vivirla.

Una colega dice que poco a poco la vida nos enseña que ante los cambios y duelos, hay un nuevo renacer donde hoy podemos saber y sentir que aquellas personas que algún día estuvieron con nosotros, son y serán siempre parte de nuestra respectiva vida y nos acompañarán teniendo ese lugar especial en nuestro corazón, en donde hoy también existe un espacio a lo nuevo que está por venir, basta, creo yo, con hacer los reacomodos internos correspondientes.

La muerte no avisa. La vida puede detenerse en cualquier momento. Por lo que, de acuerdo al psicoanalista, Eugène Enriquez, familiarizarnos con la muerte y meditar sobre la finitud de la vida, nos posibilita acceder al orden de lo viviente: ser creador sin ser paranoico, transgresor sin convertirse en perverso, apasionado sin impulso histérico, animado por una idea fija sin caer en la neurosis obsesiva, con un ideal sin tener necesidad de un ídolo, encantado por las ilusiones pero no capturado por ellas.

Ser conscientes de la finitud de la vida sostenidos por una red social y familiar suficiente, es básico para una vida plena.

Los seres humanos vivimos en un tejido relacional donde respiramos y al que hacemos vivir. Por eso debemos cuidarlo, cultivarlo, fortalecerlo. Porque sin él no somos.

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