EN ESTE NUEVO AÑO, ¡NO TE TRAICIONES!

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Una mujer sin convicciones, no tiene nada que ofrecer. Caminar así, es como si un cuerpo sin alma se desplazara sin sentido por la vida.

Todas podemos viajar a nuestro interior para descubrir nuestra esencia y fortalecer nuestros ideales. Primero tenemos que saber quiénes somos y qué queremos, y después, con un espíritu indomable, luchar por nuestros sueños sin traicionar jamás nuestras convicciones. Esas que se transforman en el motor de nuestros actos, que nos impulsan a devorarnos el mundo sin rendirnos ante los obstáculos, que le dan una razón de peso a nuestra existencia, y que por lo tanto tenemos que defender, aún cuando el precio resulte a veces demasiado alto.

Ser fiel a nuestras convicciones marca la diferencia entre una vida gris y otra llena de luz. ¡Adiós! a los cientos de pretextos con los que justificamos nuestra incapacidad para destacar. Actuar así, carcome el alma, porque nos engañamos a nosotras mismas, temerosas de salir de nuestra zona de confort, para no tener que tomar la decisión de despegar y concretar cada sueño.  

Todas tenemos la libertad de decidir;  y cuando optamos por el esfuerzo, por la lealtad hacia nuestros principios y nuestras inquietudes, aniquilamos la sensación de una vida frustrada y aburrida, para dar paso a un sin fin de sensaciones maravillosas que hierven nuestra sangre y ponen a prueba todos nuestros sentidos.

Ejemplos hay muchos, sin importar épocas, ni condición social, ni circunstancias favorables ó adversas. Sólo basta recorrer las páginas de la historia, para encontrarnos con mujeres admirables como Sor Juana Inés de la Cruz, quien en una época tan limitada para el género femenino, desafió sin temor alguno a los hombres, cuando escribió:

Hombres necios que acusais,

a la mujer sin razón,      

sin ver que sois la ocasión,

de lo mismo que culpais.

Sor Juana, fiel a sus convicciones, fue siempre una mujer libre, aún cuando muchos años de su vida los pasó en una celda del convento que ella misma eligió para que el matrimonio no limitara su independencia. ¡Y estamos hablando del Siglo diecisiete!.

Y ¿qué me dicen de la Madre Teresa?, quien renunció a una vida tradicional, porque encontró en los más pobres de entre los pobres, la razón de su vida; y leal a su convicción se acercó a ellos, vivió con ellos, les regaló la esperanza, y cerró los ojos, ¡rodeada por ellos!.  

Una mujer de una sola pieza que a pesar de vivir en medio de la miseria y el dolor, jamás perdió la sonrisa,  porque para ella:

Una sonrisa en los labios,

Alegra nuestro corazón,

Conserva nuestro buen humor,

Y guarda nuestra alma en paz.

Sí; vivir con convicción, ¡hace la diferencia!. ¿De qué otra manera hubiera podido Frida Kahlo anteponer sus sueños al dolor intenso y permanente que se instaló en su cuerpo casi desde que nació?. Su fortaleza fue tan grande, que la pasión por vivir, y conocer el amor, y desbordar su talento, terminaron por ignorar su deterioro corporal, para concentrarse en el crecimiento de su espíritu. ¡Y sí que lo consiguió!.

Frida nos dio una gran lección, al demostrar que siempre es posible encontrar una alternativa para alcanzar nuestras metas.

Así lo entendió Eva Perón, quien siendo una humilde pueblerina, decidió darle un sentido a su vida, y a la de los más necesitados, despejando a toda costa su camino, hasta alcanzar el poder con el que finalmente pudo aportar su granito de arena, para transformar el destino de los más pobres.

Es cuestión de descubrir la esencia de nuestra fortaleza, para después aprovechar al máximo ese don con el que podemos enfrentar cualquier reto. A veces este proceso tarda un poco más, como ocurrió con Diana de Gales, quien tuvo que aprender a ser princesa, para entender que su verdadera misión era la de establecer un contacto cálido y fresco con los enfermos y las víctimas de la guerra. Diana hizo pedazos el estilo serio y distante de la monarquía británica, y le regaló a su pueblo una bocanada de oxígeno, convirtiéndose en la reina de todos los corazones; una posición que sin duda fue mucho más gratificante, que la que vivió siendo sólo una princesa sin convicciones.

No cabe duda que las mujeres que no se rinden, maduran con cada decepción. Es como si al sentirse lastimadas, el deseo por conseguir sus objetivos se desbordara de pasión. Así le pasó a Mary Kay Ash, quien después de haber demostrado su capacidad en el mundo de las ventas, un discípulo suyo pretendió convertirse en su jefe, y ganando además ¡el doble de lo que ella recibía!, por el solo hecho de ser hombre. Pudiendo haberse resignado a lo que parecía estar escrito para siempre, sacó la casta, escribió un libro para ayudar a su género a sobresalir a pesar de las circunstancias, y finalmente construyó un imperio de belleza, en el cuál ofreció a cientos de mujeres la oportunidad de crecer. Tú puedes tenerlo todo, dijo Mary Kay en su tercer libro, y estas simples palabras motivaron a cientos de espíritus fortalecidos con su ejemplo, a aspirar a tener una vida mejor.

¿Hay límites?.

Esa es la diferencia entre quienes están dispuestas a arriesgarlo todo y aquellas que se niegan a dar el primer paso para cambiar el tedio por la adrenalina.

¡No se nieguen la posibilidad de luchar por sus convicciones!. Si están dispuestas, ¡nada volverá a ser igual!, porque empezarán a disfrutar del sabor y el olor del éxito, y ¿por qué no?, también sentirán la desilusión ante cada fracaso. Pero ¡bien vale la pena vivirlos!, si al superarlos descubrimos que cada experiencia nos ayuda a darle un verdadero y apasionante sentido a nuestras vidas.

No pierdan más el tiempo. ¡Sigan sus convicciones!.

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