Actualmente el empoderamiento de la mujer es un tema que se ha llevado a distintos ámbitos y competencias; tal es el caso del ambiente económico y laboral. Un ejemplo de ello, es el modelo diseñado por la OIT (Organización Internacional del Trabajo) mejor conocido como “Modelo de Intervención para el Desarrollo Empresarial de las Mujeres”.

Este Modelo está basado en cinco pilares: 1) Financiamiento, 2) Servicios de desarrollo empresarial, 3) Acceso a mercados, 4) Entorno de negocios y 5) Empoderamiento femenino; teniendo como objetivo el empoderamiento económico de las mujeres y el crecimiento de sus empresas.

Diversos estudios y diagnósticos que se han realizado para México, en materia laboral demuestran que la participación económica femenina está por debajo de la participación masculina. El INMUJERES (Instituto Nacional de las Mujeres) publicó que para mediados de 2018, 43.7% de las mujeres de 15 años y más participaban en alguna actividad económica, y el 77.5% de los hombres pertenecientes al mismo grupo de edad.

Además de este diferencial, cabe señalar que según el índice de discriminación salarial para 2018, era necesario un aumento promedio de 5.4% en el salario que se les pagaba a las mujeres para alcanzar la equidad salarial.

 

Un reciente estudio titulado “Una ambición, dos realidades” publicado por McKinsey & Company que recaba información de 50 empresas que operan en el país y que en conjunto sus ventas anuales equivalen al 40% del PIB (Producto Interno Bruto) mexicano; señala que las mujeres están subrepresentadas en todos los niveles de la jerarquía corporativa, ganan menos y tienen menos posibilidades de ser promovidas que los hombres. Un hallazgo que llama la atención es que 9 de cada 10 mujeres y hombres quisieran convertirse en ejecutivos de alto nivel y que 3 de cada 10 mujeres creen que van a llegar a lograrlo.

 

Es precisamente en este último dato que el empoderamiento juega un papel fundamental, el significado que más me ha convencido es el que lo define como que el poder no se busca desde afuera, sino que más bien se cultiva con paciencia desde adentro. Es decir, primero hay que ser, tener claro qué queremos, cuál es nuestro plan de vida y carrera; es el poder que tenemos para crear y transformar nuestras vidas. Partiendo de ello, podemos hacer, y ¿qué es hacer?; es asumir el liderazgo de nuestras vidas, es prepararnos, es cultivar el conocimiento y adquirir las herramientas necesarias para lograr nuestras metas.

 

En el mundo globalizado y digital en el que ahora vivimos e interactuamos diariamente, existen diversas opciones  que nos permiten tener acceso ágil (en muchas ocasiones gratuito) al conocimiento e información útil para desarrollar nuevas habilidades, también existen organizaciones y espacios que ofrecen servicios de mentorías y consultorías profesionales que apoyan a la mujer emprendedora, empresaria o empleada.

 

Yo las invito a ser líderes de sus vidas, que se la crean, que crean en su valor, que sean perseverantes, que se atrevan a hacer; cerremos la brecha de género y salarial. Hagamos de México un mejor país.

 

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