RECOMENDACIONES SOBRE EL USO DE INTERNET

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Tomado del libro “Soy mam@digital”

Autora:  Melva Sangri Presidenta y Fundadora de Mamá Digital IAP

Soy Daniela, amiga de una hija de ustedes. Estoy aquí para relatarles la forma en que fui secuestrada y casi pierdo la vida. ¡Ojalá yo le hubiera explicado a mi mamá cómo usar Facebook! Ojalá ella hubiera podido leer todos mis tweets para saber lo que pensaba y hubiera podido descifrar dónde estaba ese día que marcó mi vida para siempre…

Hubo un silencio tenso. Daniela comenzó su relato: Ese día llegó  un mensaje de texto a mi celular de “Leonardo”, un amigo que había conocido en el Internet. Parecía que teníamos muchos amigos en común y se me hizo fácil aceptarlo en Facebook y con esto dejarlo entrar en mi vida.

Leonardo y yo llevábamos varios días hablando por chat, parecía que nos conocíamos desde hacía años, teníamos muchas cosas en común y todas las fotos que él había puesto en Internet lo hacían ver como un chico “bien” y confiable, así que no me costó trabajo darle mi número de celular para “ver qué pasaba”.

El mensaje me sorprendió, nunca habíamos llevado nuestra “relación” (si es que se puede llamar así) a algo más que chatear por Internet, pero el mensaje estaba tan lindo que no demoré en responderle que también quería verlo. A la par que le contestaba, le mandé un mensaje a mi mamá diciéndole que tenía un trabajo que hacer y que no llegaría temprano a la casa esa tarde, y por supuesto, también cambié mi estado en Facebook y puse “Emocionada por conocerte”. En realidad estaba emocionada, pero no sabía lo que iba a suceder.

Llegó la hora de la salida, y no pasaron más de cinco minutos para que entrara la llamada de Leonardo a mi celular.

—¿Qué pasó nena, ya saliste?

—Ho…hola Leo, sí, ya estoy afuera ¿Si sabes llegar?

—Claro, te entendí perfecto, llegaré en un coche rojo…

Colgué mi celular con las manos sudando y las piernas temblorosas; me di un último vistazo en el espejo, retoqué mis labios con brillo y tomé de nuevo mi celular para escribir un nuevo tweet “Coche rojo, llega ya, te quiero conocer”.

Por fin llegó, me parecieron eternos los minutos que esperé por Leo, ¡por fin estaba ahí! Esperé a que bajara del auto rojo como todo el galán que me imaginé, pero no fue así; se bajó alguien totalmente desconocido, él no era el de las fotos de Facebook que yo había visto. Gritó mi nombre y quedé paralizada, sólo podía pensar en que él no era Leonardo y me preguntaba por qué sabía mi nombre, por qué salía de un carro rojo como Leonardo había prometido, ¿quién era él? El sujeto no estaba solo; con él bajaron dos hombres más de cuerpo robusto, uno de ellos me tomó de la cintura, susurro mi nombre a mi oído y me dijo “Esto ya no es Facebook niña”.

En ese momento deseé no haber tomado esa decisión de ver a alguien que no conocía, deseé no haberle mentido a mi madre, deseé que mi madre pudiera leer lo que he estado escribiendo en mis redes sociales para que supiera que no estoy haciendo un trabajo de la escuela como le había dicho, sino todo lo contrario, ¡estaba siendo secuestrada! y lo peor de todo es que yo fui quien se quedó de ver con su secuestrador, yo fui quien facilitó la información de quién era y qué tanto dinero tenía, gracias a mis redes sociales.

Habían pasado ya varias horas desde que me subieron al coche rojo, estaba en un cuarto oscuro con los ojos tapados, sólo escuchaba pasos y ruidos extraños que aceleraban los latidos de mi corazón. Aún no sabía qué iba a pasarme, no sabía qué querían de mí. Soy una niña de secundaria, no tenía nada que les pueda interesar, vivo con mis hermanos pequeños y mi madre; no somos ricos, tenemos una computadora de escritorio en casa y aunque mis redes sociales y mi vida en Internet pueda decir lo contrario, ¡soy una niña normal!

Mi madre siempre me decía que dejara de chatear en la computadora, pero nunca se interesó en saber que hacía, qué escribía y a quién. Nunca  quiso asistir a esas pláticas para padres en donde se hablaba acerca de los peligros en que se encuentran los niños y adolescentes en el Internet y aprender sobre herramientas para la prevención social de los delitos cibernéticos; en lugar de eso, siempre me lo prohibía.

Entre mi mamá y yo se perdió la comunicación, ella no quería saber sobre el uso de Internet y yo nunca dediqué el tiempo para explicarle; además, ella decía que esas máquinas no eran para su generación y que ella ya tenía suficiente con la nueva lavadora; que estaba complicadísimo entender tanto botón. Pero ese día, en un lugar lejano, sola, lejos de ella, en peligro, y habiendo dejado pistas detrás de mí, deseé que en algún punto, ella hubiera podido entender lo que hacía en Internet, que pudiera tener acceso a mi información y a todo lo que había puesto en la nube.

Sí, es cierto que ocupaba la computadora para hacer tarea, pero también es cierto que  no sólo hacía eso, el Internet para mí era parte de mi vida, podía ver lo que todos mis amigos hacían, jugar, ver vídeos, saber teléfonos de restaurantes, buscar direcciones exactas, todo… se volvió una parte fundamental en mi existencia.

Estaba segura que a esas horas de la noche mi madre ya debía saber que algo no estaba bien; estos sujetos aventaron mi celular por la ventana por si tenía algún tipo de localizador GPS, así que lo más seguro es que si mi madre intentaba marcar, entraría al buzón, por eso esperaba que le hablara a mi amiga Karina, que ha sido mi cómplice en todo momento y quien me advirtió que no me viera con Leonardo.

Yo siempre me burlé de tantas reglas en la casa de Karina; su mamá pegó al lado de la computadora una hoja:

 “REGLAS para el uso de Internet”

  • No chatear o hablar con desconocidos
  • Al chatear recuerda que tu intimidad es lo primero.
  • En Internet no todo es verdad, no todos son quien dicen ser.
  • Cuidado con el uso de la cámara web.
  • Selecciona bien las fotos que subes a las redes sociales.
  • Jamás te cites con alguien que conociste en Internet.
  • Cuidado con las inscripciones y registros a sitios  y redes sociales.
  • Nunca reveles tus contraseñas a nadie, sólo a tus padres.
  • Nunca des información: nombre, dirección, teléfono, pin, correo electrónico,  datos de tu escuela, padres y familia a nadie.
  • No aceptes a desconocidos, aunque sean amigos de tus amigos.
  • No acudas solo a recoger regalos o premios que te hayas ganado en la red.
  • No compres nada en Internet sin permiso de tus padres.
  • Si recibes mensajes amenazantes o acosadores avisa a tus padres sin miedo.
  • No publiques datos de los demás, ni nombres, direcciones y teléfonos.
  • No autorices descargas que no conozcas sin el permiso de tus padres.
  • No ciber-bullying, no te burles o acoses a nadie en redes sociales.
  • Reporta a tus padres páginas con contenidos ilegales o desagradables.
  • Usa un lenguaje apropiado en la red.
  • Utiliza estas reglas en todas las computadoras que manejes.

En ese entonces la mamá de Karina, mi amiga, me parecía una chismosa, siempre estaba al pendiente de las páginas que visitaba Karina, había tomado un curso de Seguridad Parental.

Ella mencionaba cosas como ésta: Dicen los especialistas que tener muchos amigos en Facebook puede provocar estrés y que entre más amigos tienes menos probabilidades existen de conocerlos.En la vida cotidiana, es imposible tener mil amigos y conocerlos a todos, por eso es recomendable borrar a quien no conoces.Tener como amigo virtual a alguien que no conoces puede causarte problemas, ya que esa persona tendrá acceso a tu información confidencial, fotos, amigos, familia; y puede no ser quien dijo ser.

No hay duda que éste era el caso de Leonardo, debí haber hecho caso a las advertencias de la madre de Karina, pero para mí en ese momento, su madre no era más que una chismosa sin vida social.

No podía dejar de pensar en esas reglas del uso del Internet pegadas en la pared de casa de Karina:

¡Jamás acudas a una cita con alguien que hayas conocido por la red!

Por fortuna todo se resolvió como lo pensé. En su desesperación mi mamá llamó a Karina para saber si sabía algo de mí. Karina le informó que según mis tweets y Facebook, yo me vería con un chico a quien conocí por Internet como a as 2:40 de la tarde.

—¡No me digas eso! —gritó mi mamá al teléfono—, ya me imaginaba que algo andaba mal con eso que usaba tantas horas la computadora, ¡ayúdame por favor, yo no sé nada de esas cosas!

—Sí señora, —le dijo Karina—, estoy segura que ese tal Leonardo ha dejado alguna huella en su Facebook y podemos rastrearlo. No se preocupe, es fácil de entender todas esas cosas de las redes sociales.

“Si forma parte de la vida de tus hijos, forma parte de TU vida”.

La mejor manera de prevenir situaciones de riesgo y ayudar a nuestros hijos a navegar de manera segura es:

  • Fomentar una cultura digital responsable.
  • Hacerlos conscientes de los beneficios de Internet, pero aún más de los riesgos que presenta y proporcionarles estrategias para que puedan protegerse ellos mismos al navegar.

Recomendaciones para los padres:

  • -Colocar la computadora a la vista de todos.
  • -Familiarizarse con Internet.
  • -Hablar abiertamente con los menores y adolescentes sobre el uso de Internet.
  • -Navegar  juntos.
  • -Informarse sobre las herramientas de control.
  • -Preguntar en la escuela qué política de seguridad siguen.
  • -Establecer reglas básicas de seguridad en el hogar.
  • -Enseñar a los menores a navegar con seguridad.
  • -Buscar redes sociales y lugares web seguros.
  • -Ante un posible problema, reaccionar a tiempo.

Mi mamá sabía que algo no andaba bien y que el asunto era de vida o muerte. Karina llegó a mi casa y como conocía mis contraseñas entró a mi perfil de Facebook y leyó los  mensajes directos que Leonardo y yo nos  habíamos enviado. Encontró uno donde Leonardo daba el modelo preciso del auto y el lugar donde me recogería. Dieron parte a la policía con todos los detalles. Fue un milagro. Doy gracias a Dios que me cuidó y protegió porque estos hombres no me hicieron nada… Estaba a punto de entrar en una crisis cuando me rescataron. ¡Nunca me había dado tanto gusto ver a una decena de policías con pistola en mano! Y aunque a veces discutía y me apartaba de mi mamá. ¡Nunca había tenido tantas ganas de verla!

Sé que pudo haber una mejor manera de que mi madre aprendiera del Internet, pero doy gracias por que no me pasó nada.

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