Ser víctima es una elección personal que empodera a la venganza y perpetúa el hacer sentir mal a los demás.

  Las personas que optan por tomar y vivir con una actitud de víctimas son personas que se convierten en seres adictos a su propio sufrimiento.

 El dolor es inevitable, es natural y es importante reconocerlo. Hay situaciones que lastiman, personas que pueden ser tóxicas y eventos que no se pueden controlar; Pero el sufrimiento es completamente voluntario, cada uno puede y tiene el poder de elegir a donde va a poner su atención. Se puede enganchar en la causa que creó el dolor o se puede enfocar los aspectos positivos que tiene a su alrededor.

 El sufrimiento es un nutriente principal que retroalimenta y perpetúa un estado de impotencia, frustración, desesperanza e irresponsabilidad.

 El diálogo interno de las víctimas: Pobrecito de mí, yo no tengo la culpa, a mí nadie me aviso, yo no puedo hacer nada si las personas no me quieren, no tengo nada que decir, ellos siempre quieren tener la razón, a mí nadie me entiende, yo trato, pero… las cosas no se me dan, ni para qué decir o hacer siempre me echan la culpa y no hay con quién hablar, etc.

 Ser víctima significa regalar a otros el poder propio. Depender del apruebo o desapruebo de los demás. Dejar que otras personas ofrezcan la posibilidad de sentir bienestar. El mundo exterior se convierte en el agente responsable de la forma de sentir de la persona que sufre.

 La felicidad de las víctimas depende del trato y la benevolencia de los demás, cuando llegan a sentir alegría o son afortunados, solamente es gracias a favor de los otros, ya sea que los tratan bonito o les dan lo que ellos les piden.

 Un error terrible es creer que ser víctima implica no tener poder o que es una persona desprotegida y sin valor. La culpa, el dolor que se siente, la impotencia de no ser entendido y validado se transforma casi sin pensar en un deseo y una posibilidad de venganza.

 Su coraje es utilizado en contra de la persona que causa dolor. Esto lo hace sutil y discretamente en momentos donde la víctima sabe que puede herir y desquitarse sin que nadie se de cuenta.

 La satisfacción de poderse desquitar y causar dolor es tan grande que prefieren perpetuar su incomodidad para poder disfrutar inconscientemente el malestar hacia los que los han lastimado.

 Ser víctima no es una posición sana, no fomenta la paz personal y además contamina otras relaciones que quizá son mejores y más constructivas.

 Corroer el alma y sentirse tan herido es otra forma de eliminar la responsabilidad propia para vivir en plenitud y en armonía.

 

  La receta

 Dejo de ser víctima

  Ingredientes

 

Aceptación- reconociendo la realidad las personas y las circunstancias sin ser protagonista

 Valor-fortaleza para quererse y no dejar que el mundo los límite

Conciencia- responsabilidad y compromiso personal para querer vivir mejor

Determinación- compromiso consigo mismo para ser mejor y no sufrir por gusto o por costumbre

 Actitud positiva- enfocarse en los aspectos creativos y constructivos de cada situación

 

Afirmación personal para soltar el sentimiento de ser víctima:

 

Soy responsable de mi forma de sentir, actuar y pensar. No permito que nadie me sabotee mi felicidad y no permito que el dolor y la amargura de los otros me roben mi paz emocional. Soy la única persona que ganará una mejor calidad de vida cuando dejé de sentirme como una víctima. Entiendo que los otros tienen sus propias batallas que luchar yo no las tengo que cargar o engancharse. Soy libre, soy independiente, soy responsable y me quiero, me cuido y no dejo que el sufrimiento invada mi alma.

 

Soltando el dolor y el sentimiento de impotencia:

 

  1. Ser víctima solo envenena el alma y promueve el malestar.   Liberarse del sentimiento de impotencia y frustración y tomar responsabilidad activa frente a la vida mejora la calidad de vida. Cargar con la armadura que promueve el malestar evita encontrar una felicidad plena.
  2. Sentirse víctima es un sentimiento peligroso. Dormir las emociones, activar el deseo de vengarse y destruir a los otros solo hace que las personas saboteen su propio bienestar.
  3. Actuar como una víctima solo le quita el buen sabor a la vida. El vivir sufriendo y quererse desquitar eventualmente deteriora a la persona y al final todos pierden la posibilidad de disfrutar y convivir en paz

 

Es más importante el tener una vida plena y feliz que el desquitar el dolor que los otros han infringido. La vida es preciada que lastima regalarle al enojo, la decepción o el malestar la posibilidad de ser feliz. *Prohibida su reproducción total o parcial sin el permiso escrito del editor y sin citar la fuente. Copyright © 2005-2022 Recetas para la vida© Todos los Derechos Reservados

 

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Becky Krinsky | Life-Coach, Author, & International Speaker

            

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