Durante años me he preguntado qué tienen que ver las corridas de toros con la celebración de las Fiestas Patronales de los pueblos latinos ¿Cuál es la relación entre la cristiana costumbre de festejar a un Santo y al mismo tiempo realizar un espectáculo (por demás decadente) en donde el principal ingrediente es la tortura de un animal?El hombre, el ser viviente más inseguro, necesita constantemente demostrar su superioridad (que no es lo mismo que inteligencia) dominando, lacerando, maltratando, engañándose a si mismo y justificando su estulticia con la práctica de rituales en donde lo único que aflora es el abuso ventajoso de su unicidad.Escudadas en la palabra arte, las corridas de toros se vienen realizando desde siglos atrás, y esto ha servido como falaz e inválido argumento para no detenerlas. No por demás está recordar que detrás de este “arte” circulan muchos pesos obtenidos a través de toda la logística y mercadotecnia inteligentemente planeada para disfrazar el ritual de sacrificio de una noble bestia y convertirlo en un burdo festejo en donde el brillo de la sangre (humana y no humana) pretende ser opacado por las lentejuelas de un individuo envalentonado por los “olés” de un público que escoge cegarse ante la inminente tortura de los animales allí involucrados (toro y caballo) y se crece con cada lesión procurada al toro. A mayor debilidad de la bestia, mayor goce del humano. Hablar de la posible muerte del torero es tema de otro artículo..Es en la primera mitad del s XVI cuando S Tomás de Villanueva condena la costumbre de torear toros.El Papa Pio V promulga la Bula “De Salutis Gregis Dominici” en 1567 prohibiendo las corridas de toros al enterarse de la crueldad de estos espectáculos taurinos celebrados en Italia (con la particularidad del despeño por el Testaccio) , España, Portugal y algunos países del nuevo continente. En Italia logra hacerse efectiva esta prohibición, no así en España por el impedimento de Felipe II; en Portugal tarda tres años en hacerse pública y sólo se logra modificarlos con el despunte de los cuernos del toro para evitar el peligro a los toreros; en Francia, la zona sur (como hasta la actualidad) hizo caso omiso de ella y en nuestro querido México sí se publicó, fue debatida por las autoridades eclesiásticas e ignorada por las autoridades gubernamentales. Esta bula contemplaba la excomunión. Cinco años después, Gregorio XIII excluye de la pena canónica a los laicos. Sixto V considera el espectáculo nocivo por el riesgo (1583); pero Clemente VIII, en 1596, atenúa las disposiciones anteriores, aunque al final del s. XVI no se cejará en la polémica que, poco a poco, se diluyó en una cierta tolerancia, como en la actualidad.¿Se pueden invalidar las Bulas? ¿Es válido que la Iglesia caiga en contradicciones de tipo interpretativo o práctico? ¿Es congruente lastimar animales hasta la muerte en honor de un santo?¿Es moralmente aceptable que un Arzobispo se dedique en “su tiempo libre” a hacer dinero a través de este lucrativo y violento espectáculo?Humillante para algunos que somos católicos que un sacerdote encabece una procesión a la Virgen o a cualquier Santo y después bendiga un coso taurino, analogía o paradoja de un holocausto de tiempos del antiguo Testamento.
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