PROFESIÓN PAPÁ

9275037854?profile=original“¿Y tú a qué te dedicas, qué haces?”

“Soy abogado, tengo un despacho y uno que otro proyecto”.

“¿Tienes hijos?”

“Ah sí, también”.

 

Pocas veces he escuchado que cuando le preguntan a un hombre a qué se dedica éste incluya, de manera espontánea, la crianza de sus hijos e hijas. Me llama la atención este hecho por sus consecuencias.

Cuando decimos que somos electricistas, ingenieros, profesores, empresarios, plomeros o deportistas, o que trabajamos en la obra, en la docencia, en las ventas, en la consultoría, en la administración pública…, reafirmamos nuestra identidad profesional y ocupacional, recordándonos, en ese acto, las implicaciones y compromisos que tal profesión u oficio exige.

En contraparte, si nunca decimos: “Me dedico a la crianza de mis hijos”, contribuimos a que esta importante labor se esfume de nuestro campo mental. Por otro lado, la omisión de la paternidad en nuestro discurso, también evidencia el espacio y peso que esta ocupa en nuestra cabeza.

Al compartir la presente reflexión, una mujer decía que en ocasiones algunos hombres suelen responder al respecto: “…mi esposa es la que se encarga de los niños”.

Integrar la paternidad a nuestro discurso y a nuestro currículum puede traer consecuencias favorables. Por ejemplo, si un padre responde con naturalidad: “Me dedico a la crianza de mis hijos y a la medicina”, significa que la primera es tan importante como la segunda y que sus hijos tienen igual importancia que sus pacientes.

El rol paterno es sumamente útil y trascendente no sólo para los hijos e hijas, sino también para sus respectivos padres y para la sociedad.

El día que todos los hombres nos asumamos educadores de nuestros retoños administraremos nuestro tiempo de una manera diferente; los centros de trabajo posibilitarán dicho ejercicio haciendo compatibles las jornadas laborales con las responsabilidades parentales y proporcionarán permisos para asistir al hijo enfermo, así como para estar en sus momentos importantes, los amigos se interesarán por el desempeño paternal del congénere y las y los legisladores harán propuestas de ley que lo promuevan y faciliten…

Ese día los padres seremos capaces de decir no a un compromiso laboral o social que afecte la relación con los hijos (aunque tal cosa signifique sacrificar un ingreso económico o prestigio social); también seremos capaces de posponer un proyecto, un negocio, un encargo, un posgrado, un puesto laboral, social o político que sea incompatible con la paternidad.

Ese día pondremos por delante a nuestros hijos e hijas, y muy por detrás a una parranda desenfrenada, un viaje excesivamente prolongado, una apuesta o negocio que pone en riesgo su desarrollo psico-físico-social, el patrimonio o la convivencia familiar... Ese día podremos cancelar o posponer un compromiso sin tener que ocultar que es debido a un asunto parental.

Ese día terminará la inanición que viven millones de niños y niñas de nuestra sociedad mexicana por la falta de padre; y los padres seremos individuos más completos e integrados: porque así como la dedicación al trabajo formal nos hace más hábiles en ciertas áreas, la paternidad también facilita la adquisición de habilidades, actitudes y atributos humanos de suma importancia, tales como, resolución de problemas, fortaleza y equilibrio emocional, asertividad, liderazgo, intuición, ternura, empatía, comunicación, pertinencia, identidad, autoestima, vinculación, altruismo, tolerancia a la frustración, manejo de sentimientos en general y un muy largo etcétera.

Ese día seremos mejores hombres —es decir, más humanos e integrales—, tendremos mejores hijos e hijas y, en consecuencia, una sociedad mejor.

Este Día del Padre mi invitación es a que los hombres hagamos un pacto para el ejercicio de la paternidad activa, facilitándonos, apoyándonos y alentándonos unos a otros para el desempeño de esta función trascendental.

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