PITA AMOR: UNA MUJER TELÚRICA

Quiero rememorar a una amiga que para mí fue entrañable y que estuve muy cercana a ella. Fue una referencia constante tanto en la poesía como en mi propia carrera, la quise mucho, en ocasiones la sufrí y más de una vez hasta padecí los insultos que propinaba a quienes no le simpatizaban. Nada menos, cuando íbamos a comer solía insultar sin piedad a los meseros morenitos o bajos de estatura y que no le parecían varoniles. Ya se imaginarán todo lo que me mortificaba e incluso me llevaba a tratar de corregirla. Sin embargo, su amistad fue para mí un  orgullo y siempre mostró cariño aunque raras veces lo expresaba. Tuve pues grandes satisfacciones y expresiones amistosas. Pero ahora les contaré:

Me refiero si a ese personaje tan genial como polémica: Guadalupe Teresa Amor Schmidtlein, mejor conocida como Pita Amor, quien nació en la ciudad de México un 30 de mayo de 1918.

Se trata de una gran poetisa, que algunos calificaron como La Undécima Musa. El primero en llamarla así fue Salvador Novo. Otros le decían genio, poeta virtuosa, niña mimada. No faltó quien le espetara que estaba loca, desequilibrada. Lo cierto es que Guadalupe Amor nunca pasó inadvertida, algo que a ella le importaba mucho. Fue la menor de siete hermanos. Hija del matrimonio de Emmanuel Amor Subervielle y Carolina Schmidtlein García-Teruel, perteneciente a una aristocracia de abolengo que con los años vino a menos a consecuencia de la Revolución, como era muy recurrente.

Acostumbraba vestirse con grandes túnicas, tenía pasión por las capas y las joyas, en especial los anillos, de los que llegaba a usar dos en cada dedo. Cuentan que detestaba usar ropa interior y medias. Fueron célebres sus caminatas por el Paseo de la Reforma, sólo cubierta por un abrigo de piel, bajo el cual iba totalmente desnuda.

En sus últimos años, pudimos advertir con tristeza que tuvo una sensible transformación, al grado de convertirse en una caricatura de su persona anterior. Adquirió la costumbre de adornarse el cabello con una gran flor, muy maltratada, por cierto, por no decir deshilachada. Su maquillaje era estruendoso: se pintaba unos rodetes totalmente desmesurados en las mejillas, y sus lentes tenían una sorprendente graduación, lo que le imprimía a sus ojos un sentido dramático, y si a eso sumamos que a momentos tenía una mirada temible, es fácil entender que Pita espantaba al más pintado.

Por supuesto, no podemos dejar de mencionar los años de su juventud y primera madurez, cuando era realmente bella, aquéllos en los que fue actriz y modelo de fotógrafos y pintores. Tiempos cuando además de su hermosura brillaba su inteligencia y enigmática personalidad, atributos que la convirtieron en una codiciada musa de grandes pintores, ya Diego Rivera, Roberto Montenegro, Juan Soriano o Raúl Anguiano, entre otros.

El periodista y poeta español Raúl Rivera resumió en un párrafo su llamativa e intensa vida: “Diego Rivera la pintó desnuda. Alfonso Reyes dijo que era un mito. Juan Rulfo le pidió una pócima para aliviar la melancolía. Y Gabriela Mistral la quiso. Venía de la aristocracia mexicana y escribió poemas sobre Dios como si fuera el ceremonioso vecino de los altos. Era bella, inteligente y libre. Y, al final de su vida, Pita Amor, una deidad de la bohemia y la noche de América, recibió un título que certificaron las prostitutas y los cuates de la Zona Rosa: la Abuelita de Batman”.

Era muy joven cuando inició una relación con un hacendado millonario con el que tuvo un hijo, que en la práctica se lo regaló a su hermana Maggi y que luego se ahogaría en la alberca, de la casa lo cual perturbó aún más su extraña personalidad y casi enloqueció. También fue muy sonada su relación con Pablo Neruda, pues eran conocidos los detalles de sus encuentros.

Su poesía abordó con frecuencia temas metafísicos, si bien también se caracterizaba por sus expresiones directas y descarnadas, siempre en primera persona. En ellos se aprecia una clara influencia de Sor Juana Inés de la Cruz y Francisco de Quevedo. De sus obras se destacan: Yo soy mi casa (1946), Puerta obstinada (1947), Círculo de angustia (1948), Polvo (1949), Décimas a Dios (1953), Sirviéndole a Dios, de hoguera (1958), Todos los siglos del mundo (1959), Soy dueña del universo (1984).

En fin, una mujer que fue una referencia constante en aquel México posrevolucionario. Artista que siempre se resistió a trabajar de manera formal y que escribía cuando le daba la gana. Con orgullo y arrogancia entraba lo mismo a restaurantes que a casas de antigüedades de la Zona Rosa y al que pasara frente a ella le vendía sus poemas editados por alguna amiga o amigo.

Tuve el privilegio de conocerla y saber de muchas de experiencias que me he prometido contar muy pronto. Por ahora doy este brevísimo boceto de una mujer fulgurante, adoradora de los gatos, que nunca le temió a la soledad y que se encerró los últimos años en su casa, como asumiendo en vida el título de su primer libro: Yo soy mi casa. Aprendió a dibujar, tuve el gusto de darle algunas sugerencias, pese a que era muy esquiva y orgullosa y difícilmente admitía la opinión crítica de los demás.

Magnífica con la pluma hasta el final de su vida, en sus últimos años fue contundente para describirse en unas cuantas líneas:

“Porque yo que he sido joven, soy joven porque tengo la edad que quiero tener. Soy bonita cuando quiero y fea cuando debo. Soy joven cuando quiero y vieja cuando debo. Yo, que he sido la mujer más mundana y más frívola del mundo, no creo en el tiempo que marca el reloj ni el calendario. Creo en el tiempo de mis glándulas y de mis arterias. La angustia hace mucho que la abolí. La abolí por haberla consumido”.

También tuvo el buen humor de escribir para sí misma distintos epitafios. Uno de ellos, inspirado un posible obituario:

 

Es tan grande la ovación

que da el mundo a mi memoria

que si cantando victoria

me alzase en la tumba fría

en la tumba fría me hundiría

bajo el peso de mi gloria.

 

El otro, con su también proverbial sentido del humor:

Mi cuarto es de cuatro metros,

mi cuerpo mide uno y medio

y la caja que me espera

será el final de mi tedio.

 

 

Pita Amor, una mujer talentosa, polémica, admirada, querida por muchos y repudiada por otros, falleció poco antes de cumplir 82 años, el 8 de mayo del año 2000. Controversial, altanera, genial, sin duda llegó a ser única y logró ser ella, siempre ella.

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Comentarios

  • Gracias por la ilustraciòn, por enseñarme que existen muchas mujeres mexicanas de alto valor.

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