Perdona mis deudas, como he perdonado a mis deudores

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En “El Padre Nuestro”, leemos: “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mateo 6:12). En la superficie, parece que si no logramos perdonar a la gente en nuestras vidas, Dios no nos perdonará. Esto no es cierto. Dios es amor; el Espíritu no puede retener el amor de nosotros. En verdad, somos hechos en la imagen del amor. El amor divino nos envuelve y es nuestra naturaleza. Cuando comprendemos este principio, nos preguntamos por qué no sentimos el amor eterno de Dios.

La contestación es sencilla. Retenemos el amor a otros. Cuando no logramos perdonar a otros y guardamos resentimientos hacia ellos, Dios todavía nos ama, y todavía somos hechos en la imagen del amor. Sin embargo, nuestra falta de perdón nos impide sentir el amor eterno y conocer nuestra verdadera naturaleza.

Considera hoy el hecho de que no hay justificación verdadera para no perdonar. Aprende de memoria la declaración siguiente: El no perdonar me impide sentir el amor divino.

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