¿Para qué me pongo triste?

Esta semana quiero compartirte que ayer me sentí triste al enterarme de que una amiga no podría visitarme por estar agotada y adolorida, después de haber corrido 21 Kms.

 

En esta ocasión, tan sólo me senté en la cama y comencé a llorar.  Después de un rato levanté la vista y observé la fuente y el árbol que están en la pared que se encuentra frente a mi cama, y entonces me dí cuenta que: el nudo en mi garganta, el peso que sentía en mi pecho y la desgana que sentía antes de comenzar a llorar, habían desaparecido; así como que tenía hambre y energía suficiente para prepararme una rica comida.

 

Al terminar de comer sentí una gran paz, respiré profundo, y me dí cuenta que me sentía contenta, con energía y acompañada por todos los objetos que se encuentran en mi habitación.  Me puse a trabajar y me sorprendió lo mucho que disfrute el desahogar una consulta que me habían formulado.

 

Finalmente me preparé para dormir y agradecí a Dios, el brindarme la oportunidad de darme cuenta de que al permitirme sentir mi tristeza, pude darme cuenta de mí, de lo que necesitaba, de lo que podía y quería hacer, así como de lo satisfecha que me sentía al poder pasar tiempo conmigo misma y con todo lo que realmente me rodeaba en ese momento, así como de lo que logré avanzar al permitirme simplemente fluir con lo que se iba presentando, en lugar de pelearme con lo que no ocurrió como yo había planeado.

 

Por eso deseo para tí que esta semana te permitas sentir y fluir con lo que te vaya ocurriendo.  ¡Hasta la próxima!,

Alejandrina García Carrera,

Orientadora Humanista y Consultora Legal

alejandrinagarca@yahoo.com.mx

 

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