Navidad cultural

Entre los estertores de este agonizante 2010 reaparece el ya proverbial consumismo, quizá un tanto debilitado por la actual crisis económica, pero a fin de cuentas incontenible.

Así, atestiguamos el afán –casi compulsión– de quienes deciden comprar sin ton ni son, arrojados a un tránsito frenético por tiendas y almacenes. Otra corriente irrefrenable son los flujos de turistas que parten de las ciudades hacia las playas y otros centros de diversión o descanso en el país, donde es muy probable que gasten hasta el último centavo de su aguinaldo, e incluso quizá más de eso, lo que los llevará a comenzar el 2016 con el pesado fardo de las deudas. De igual forma, comprobamos que los restaurantes están atestados de comensales en brindis navideños o comidas para despedir el año y celebrar el advenimiento del 2017.

En contraste, también advertimos un descenso del público que acude al cine y al teatro, ya no digamos a las exposiciones de pintura, las presentaciones de libros o las conferencias. Si acaso se salvan de esta indiferencia las pastorelas o algún concierto navideño.

Más aún, si revisamos las carteleras que se publican en diferentes medios impresos, comprobaremos lo paradójico de este caso, pues ahí se observa la vastedad y versatilidad de la oferta cultural, tanto en la capital como en otras grandes ciudades, e incluso en algunos municipios importantes. Todas estas propuestas de entretenimiento son ignoradas o relegadas por el grueso de la población, apurada por las compras navideñas.

Por eso, cabe insistir en la gama de oportunidades que tenemos para ocupar nuestro tiempo libre en este periodo vacacional del cierre de año con actividades que nutran nuestro espíritu y alimenten nuestra mente. Por ejemplo, recorrer un museo, acudir a una función de teatro, incursionar en el conocimiento de la cinematografía de otros países (me refiero, claro está, a disfrutar de filmografía distinta a la hollywoodense) o explorar las propuestas que tenemos en el campo de las artes visuales.

Y, mejor aún, no sólo hacerlo en lo individual, pues bien podríamos aprovechar dichas opciones en el contexto del ambiente fraternal que acompaña estas fechas navideñas para invitar a la familia o a los amigos y darles un regalo invaluable: esparcimiento y cultura.

Así que estos días de fin de año no deben percibirse como un periodo de ocio improductivo cuando tenemos frente a nosotros buenas alternativas que nos enriquecen y generan beneficios evidentes en nuestro desarrollo individual y social.

Obsequiemos, entonces, cultura a quienes nos rodean, y regalémonosla a nosotros mismos. Busquemos opciones más allá del tradicional libro, que también se vale y siempre será bienvenido. Pero ¿por qué no ampliar el abanico de los regalos en estos espacios tan benignos para el arte, la creatividad y el saber? Los invito, entonces, a regalar y regalarse cultura.

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