“LOS MUNDIALES DE FUTBOL CON MIRADA DE MUJER”

 

Reflexionando un poco acerca de los mundiales de futbol, habría que observar que equipos vienen, equipos van; integrantes aparecen, integrantes se desvanecen; directores técnicos se lucen y luego se apagan; héroes se forjan, se endiosan y luego se caen… En fin, uno, como mujer –y por ello generalmente más puntillosa y suspicaz que el hombre– observa en un mundial de futbol la presencia de varios fenómenos que aunque efímeros parecen marcar la existencia de millones de personas e incluso de sociedades enteras. Y entonces cabría preguntarse ¿por qué? Al insistir en una respuesta, uno enfoca su atención en aquel protagonista inalterable, inamovible, etéreo y eterno, íntegro e inmodificable en cada mundial: ¡la cancha! (Iba a decir “el árbitro”, pero no, los hombres que lo representan –por fortuna– también cambian).

 

La cancha significa el ingreso a otra dimensión donde los parámetros que todos conocemos como cotidianos, normales o convencionales desaparecen. Dado que la cancha se extiende mediante los televisores, todos los espectadores (presenciales y a distancia) formamos un mundo aparte (un mundo raro diría José Alfredo). Como en todo fenómeno de embeleso (al igual que el amor pasional, por ejemplo) si no sabemos apartarnos oportunamente de ese mundo irreal –para ingresar de nuevo al real– corremos el peligro de quedar atrapados en una enajenación que se traduce en un trastorno de nuestro comportamiento. De allí la posible explicación a los sucesos de vandalismo, desorden que generalmente suceden después de un partido. Es la continuidad de un estado de inconciencia en el mundo real.

 

¿Cuáles son los elementos que convierten a la cancha en un mundo irreal donde todo es posible?

1)      El consumo de alteradores de la conciencia. Condición básica para ingresar a este “mundo raro” (cuando menos para la mayoría y en especial para los miembros de las porras) es ingerir alcohol o departir con quienes lo ingieren. Ello explica el por qué los organizadores de este mundial 2014 fueron capaces de anular incluso reglas gubernamentales dirigidas a prohibir la ingesta de bebidas durante los partidos. También explica el consumo en cantidades inconmensurables.

2)      La persecución de ascenso a un poder que en el mundo real es difícil o imposible de alcanzar. Nuestro “ganamos” explica este fenómeno. Esta expresión nos incluye en una gloria ficticia, pero que sentimos verdadera. Cuando se regresa al mundo real y se ve perdida esa gloria surge la frustración, la sensación de engaño, y entonces arranca la violencia, la desesperación, el desquite y la venganza. ¿O qué otra cosa podría explicarnos mejor la conducta irracional después de un partido?

3)      La necesidad de dirimir discrepancias entre gobernados y gobernantes. La autoridad –a lo largo de toda la historia del hombre– sabe que puede neutralizar muchas de las diferencias con sus gobernados si les otorga un continuo acceso a este mundo mágico repleto de supuestas libertades. Esto explica las impresionantes muestras arqueológicas de juego en el pasado, y explica también las inversiones multimillonarias de los gobiernos actuales para la creación de estadios incluso en zonas donde no se justifican porque no representan ninguna solución a los problemas que en ellas existen.

4)      El deseo inconsciente de mantener un orden establecido. Por muy difícil que sea el mundo real para muchos, esos muchos no encuentran razones concretas ni suficientes para crear un caos como SÍ las encuentran en el mundo de la cancha: un penalti fallado, una mano no marcada, un gol anulado, un árbitro “vendido”, un faul descarado, un autogol… son motivos más que enormes y válidos para exorcizar la ira de la gente a través del futbol. La cancha hace mágicamente su papel de sustituto de la realidad.

5)      La compulsión por la búsqueda de una oportunidad económica. Sabemos que las apuestas y la comercialización alcanzan cifras exorbitantes. Casi todos los productos logran una culminación durante el tiempo que dura un mundial. Cuando retornan los bolsillos secos a la realidad, de nuevo surge la contrariedad, el choque, la desazón, la angustia...

 

Algo que quizás debería entenderse es que estos elementos enumerados no son privativos de los mundiales de futbol, ni siquiera de nuestra época, y tampoco sólo de las sociedades tercermundistas. El juego, la distracción masiva, se ha empleado en muchas formaciones sociales para los mismo fines: otorgar momentos de evasión y distracción para los gobernados, que los gobernantes también disfrutan. La cancha, el juego, entonces siempre han desempeñado un papel histórico, asociado al poder, la economía y el mantenimiento del orden establecido. En ese sentido, no se puede condenar lo que hoy significan ambos.

 

Lo que en todo caso sí podría llegar a desarrollarse como un ideal futuro (progresista con base en las experiencias del pasado y del presente) es que nuestras canchas llegasen algún día a ser reflejo de una mejor sociedad, más avanzada, educada, culta, justa, democrática y feliz; de manera que ya no tuvieran que fungir como escapes de una realidad sino como espacios verdaderamente lúdicos, recreativos, de esparcimiento tal como sucede –tengo entendido– en países ejemplares por su desarrollo, nivel económico alcanzado y probidad gubernamental.

 

Mientras ese sueño sucede, hoy por hoy sería vital entender que los jugadores no son los que tienen la misión ni la obligación de transformar la realidad de México. Somos nosotros los obligados a ello. Por eso debemos brindarles siempre nuestro apoyo en calidad de protagonistas de un partido, no de una fantasía.

 

(NOTA: estas reflexiones las llevé al programa de Radio matutino de Nino Canún quien muy amablemente me invitó a compartir una mesa que tituló “euforia futbolística”. Luego me permití convertirlas en este blog que espero atraiga la atención del foro de Retos Femeninos).

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