“LLÉVESELO BARATO, ÁNDELE…”

 

La compra-venta, en nuestras calles, ha tenido también sus cambios y variaciones en la llamada modernidad.

Recuerdo, por ejemplo, que todavía hace unas cuantas décadas llamaban a nuestras casas los vendedores de enciclopedias, biblias y libros en general. O más señaladamente, cuando el sonido del timbre anunciaba a la vendedora de cosméticos de una conocida firma comercial que en sus mensajes publicitarios nos anticipaba la posibilidad de esa visita.

Si nos remontamos unos años atrás, no dejaba de asombrarnos el desfile de guajolotes por la acera, de quienes en la temporada navideña los vendían, o más aún la entrega de leche de burra en unas carretas arrastradas por mulillas:

Qué decir de la venta y pago a plazos de zapatos y prendas de vestir, que derivaban en la presencia recurrente, puntual e incómoda del abonero en  turno.

Prácticas que si bien desaparecieron, no dejaron de estar presenten en la oferta de productos o servicios de todo tipo, aunque con técnicas de mercadeo diferentes.

Ahora, nos encontramos con tarjetas personalizadas y volantes o folletines ofreciendo lo mismo la instalación de persianas que la entrega de comida exprés a domicilio y bajo precio, el alquiler de salones para fiestas infantiles… y hasta la promoción y venta de condominios. Y bueno, incluyendo la enorme cadena de mercados sobre ruedas, florerías, puestos de periódicos  y la venta de muchas otras mercaderías y artículos.

Así también, fueron desapareciendo dichos y frases ingeniosas que gritaban de viva voz los propios vendedores para anunciarse en plena via pública.

Y, si bien subsisten tales llamados, se hacen hoy con una grabación que por igual escuchamos en diferentes zonas de la ciudad, como ocurre con la tan conocida voz de una fémina clamando “Fierro viejo que vendan….”, o la de un hombre en bicicleta con micrófono en mano, machacando por las noches el script: “Tamales, tamales oaxaqueños….

Voces y sonidos que me recuerdan aquellos viejos tiempos en que desde una  avioneta en las alturas alguien promociona en altavoz una película, función de circo, campaña política o una marca en particular.

Hoy, además, la irrupción traspasa las paredes de nuestra propia casa con la computadora, el internet, el twitter o el whatsapp, que también llegan a usarse, con fines publicitarios para atiborrarnos de bienes y servicios.

Tiempos diferentes sí, pero en los que el comercio como una de las prácticas más antiguas de la humanidad no ha desaparecido ni desaparecerá, así sus estrategias difieran y traten siempre de acomodarse a los avances de la época para persuadirnos, más y mejor, de que compremos ya sea un guajolote o un “castillo encantado”.

 

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