LÍBRATE DE LOS COMPLEJOS Y NUNCA MÁS NEGOCIES A LA BAJA

LÍBRATE DE LOS COMPLEJOS Y NUNCA MÁS NEGOCIES A LA BAJA

Sin Miedo. Sin Complejos.

 

La vida es demasiado corta para perder el tiempo en tonterías. Es mejor ser fiel a tus principios que vivir sometido al miedo (lo opuesto al amor). No esperes al final de tu vida para darte cuenta de que tuya, y nada más que tuya, era la responsabilidad de ser la mejor versión de ti. Aún estás a tiempo de liderar tu destino, ponerte la corona y no quitártela ni para dormir.

 

  • No negocies nunca a la baja.
  • No toleres que te ninguneen o falten al respeto o se aprovechen de ti. Porque, aquello que permites, es lo que promueves.
  • Exprésate.
  • Haz aquello en lo que creas.
  • Renuncia a lo que no te sirve.
  • Muéstrate tal como eres.
  • No quedes bien con nadie que no seas tú.
  • Atrévete a vivir en sinceridad.
  • Nada ni nadie en el mundo, se merece que pagues el precio de vivir una vida escondiendo de tu verdadero carácter en una personalidad de supervivencia (coping persona).
  • Rompe la ‘camisa de fuerza’ y apuesta por el valor de la autenticidad.’

 

 

Acostumbrados a vivir en la comodidad del personaje de supervivencia (coping persona), se nos hace difícil convencernos de que, afuera, se estará mejor. El miedo usa sus razonamientos seductores para animarnos a que nos quedemos en la ‘seguridad’ de los límites conocidos: ‘mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer’, o ‘más vale una mala relación que estar solo’. Poco a poco, nos acostumbramos a ‘estar abajo’, manera eufemística de decir que uno se acostumbra a sentirse inferior, yendo por la vida pidiendo perdón por molestar y permiso para existir. La inferioridad no conviene a nadie, crea muchas molestias e incluso dolencias en el cuerpo físico (dolores de espalda de tanto encorvarse uno ante la vida o los demás en una manera simbólica de mostrar el sentimiento de inferioridad). De tanto repetir un comportamiento acaba por convertirse en anclaje.

 

  • Se pide permiso porque se tiene miedo al ‘castigo’.


En el caso de las personas que se relacionan entre ellas usando el ‘palo y el caramelo’, o sea, el premio y el castigo, centrarse en la búsqueda del ‘premio’ implica que cada miembro de la pareja debe tratar de adivinar qué quiere el otro, cómo puede contentarle y no contrariarle. Nadie parece querer el ostracismo. Paradójicamente, el auto-ostracismo está sumamente extendido. Las personas se auto castigan al obligarse a ser, comportarse, fingir, pensar o decir lo que no es su verdad, o no se ajusta a su escala de valores y principios. En las escuelas no enseñan a ser fiel a uno mismo ni a ser sincero ni auténtico: la autenticidad es tildada de peligrosa.
Desilusionamos a muchos. Cuando alguien se ha prefijado una expectativa respecto del otro, con toda probabilidad se le desilusionará. Aunque tratase de agradarle, no lo lograría. El énfasis se pone en ‘agradar’: esperar que los demás nos agraden así como dedicarnos a agradar al ‘partner’.
Resultado: baja resistencia a la frustración.
La gente se cabrea sobremanera con nosotros. Y, nosotros con ellos. Nos enfadamos con el Gobierno, con la persona que nos atiende en el supermercado, con el paciente, con el cliente, el cliente con el tendero, el profesor con el alumno, el marido con su esposa, la esposa con el marido… Formamos una cadena de desilusión.

 

  • La frustración sólo trae soledad, amargura y auto-ostracismo.
  • La honestidad, a la corta, puede que no te abra puertas, pero a la larga, te abrirá las del Olimpo.
  • Asimismo, un camino de paz interior se abrirá en nuestro interior y ya nunca más estaremos solos.

 

 

LOS SIETE MIEDOS

  1. Soletatis: A no tener amigos ni nadie que te quiera
  2. Pobretatis: A no tener dinero o a no ser lo suficientemente rico
  3. Enfermitatis: A no tener salud, o enfermar y o poder tener tratamiento o no tener dinero para curarte.
  4. Diferentatis: A ser diferente y que te echen del CdR de turno
  5. Solteritis: A no tener pareja, o sea, a vivir bajo el signo del ‘San Valentín no tiene quien le quiera’.
  6. Anonimitis: A que no te reconozcan tu talento.
  7. Paraditis: A no tener trabajo, no triunfar en tu profesión, no tener reconocimiento profesional.

 

 LOS COMPLEJOS

  • El cuento de la Cenicienta: comportarse como una persona acomplejada que permite que la ninguneen por activa y por pasiva.
  • El patito feo. No creer en la luz personal, no ser capaz de ver la belleza que alberga su interior.
  • La bella durmiente. Atontamiento, diadema floja, creer que su vida no merecería la pena hasta que no tuviera pareja.
  • Dos complejos en un mismo cuento, el original se centra en Blancanieves (que parece no asumir la responsabilidad de su vida y tiene miedo a mostrarse y a las relaciones de igual a igual). Pero, existe, la Madrastra, la manipuladora…
  • La niña de los fósforos. La persona que sale a perder a la vida en todo tipo de situaciones y circunstancias.
  • La lechera, más que un complejo, un síndrome.

 

 

 

  • Los daños colaterales del tener complejos, son:

  

  • Malas compañías. Uno se relaciona con gente nada recomendable para el bienestar personal y la supervivencia de su dignidad. Las relaciones, a cualquier nivel, son de preferencia con personas que practican todo tipo de artes manipuladoras con tal de tener a alguien a quien sacudir y usar como cubo de sus basuras existenciales. La codependencia emocional, el amar demasiado (Robin Norwood), son las variables dominantes y eje de las relaciones tanto de pareja como de amistad.

 

  • Cosechas podridas y lluvia de chuzos de punta. Las malas relaciones son fuente de conflicto, de faltas de respeto, de humillación, de sometimiento, de recorte de libertades, de persecución de la singularidad. El ‘acomplejado’ aguanta lo que le echen, sin rechistar.

 

  • Ausencia de reconocimiento. El ‘acomplejado’ no reconoce su propio talento, por lo que no lo exhibe ni defiende. Al contrario, o bien lo esconde para no molestar o por no considerarlo digno de ser mostrado. No sólo el mundo se pierde lo bueno que esa persona tenga para compartir con los demás, uno también se pierde el regalo que es brillar la luz que lleva en su propia alma.

 

  • Malestar emocional. Vivir acomplejado es hacerlo inmerso en la miseria y la inmundicia emocional resultado del tipo de pensamientos, creencias y emociones que de ello se derivan. Una persona acomplejada piensa mal de sí misma, tiene diálogos destructivos que le hacen sentir miserable y mediocre. Todo ello fomenta el ‘malestar emocional’ que acaba por cristalizar en enfermedades diversas.

 

  • Síndrome del zombie. El ‘acomplejado’ se pasea por la vida cual zombie que no está ni vivo ni muerto, emocional y psicológicamente hablando. Pasan los días y no medra, no avanza, siempre está dando vueltas en círculo ahondando el agujero de depresión en el que hunde su psique. No cree en sí mismo, se siente miserable y mediocre, fomenta emociones y pensamiento nocivos que le anestesian el alma. Su vida se estanca y no disfruta de nada, ni de las puestas de sol, ni de los amaneceres, ni de estar sobre la tierra. En resumidas cuentas, no se da la oportunidad de vivir la vida como desee.

 

  • Inacción. Dado que no cree en él/ella, no hace nada por promover su talento, para que se la reconozca, por buscar trabajo, por relacionarse, viajar, estudiar algo de provecho… Se hunde en su zona de amuermamiento (mal llamada ‘de confort’) y se aísla del mundo reforzando el síndrome del zombie.

 

  • Dado que uno se ha dejado de lado como consecuencia del desprecio resultante del acomplejamiento ya sea al despertar, al ir a dormir, al necesitar una palabra de aliento o amable, un abrazo del alma… uno no está para sí mismo y ni tan siquiera se percibe el mínimo aleteo del ángel de la guarda. La peor de las soledades es la que se experimenta de uno mismo. La esponsorización positiva de uno para consigo mismo no existe. Uno no puede contar consigo mismo.

 

  • Broncas domésticas. La persona acomplejada se abronca, se flagela el ánimo con malas ideas e insultos, se desprecia, se ataca a sí misma (auto agresión psicológica), se ningunea, se considera un trapo… ¿Quién quiere estar con alguien que todo el rato le usa como cubo de sus basuras emocionales? Nadie, por eso cuando se trata de alguien ajeno a nosotros, nos alejamos de ese alguien. Sin embargo, cuando ese alguien es uno mismo, la posibilidad de escapar no existe. Donde quiera que vayas, irá tu conciencia.

 

  • Síndrome del erizo. La persona acomplejada no se deja querer, la relación con ella se vuelve muy difícil porque boicotea las relaciones de mil y una maneras. El miedo que tiene a no ser una persona adecuada, digna de amor, la hace comportarse en sentido contrario, es decir, fomenta la discordia y el hartazgo con sus dudas, acusaciones, ve fantasmas donde no los hay, duda de todo y de todos, no sabe diferenciar a alguien auténtico de alguien falso. Se vuelve controladora, celosa, dubitativa, convirtiendo sus relaciones en ‘montañas rusas’.

  

  • Alucinar en negro. Cree que todos piensan mal de ella, que nadie la aprecia (una variante del ‘síndrome del erizo’). Por regla general, esto remite a una herida emocional de desprecio o no aprecio por parte de uno o de ambos progenitores. Se llena la cabeza pensando que los demás piensan mal de ella, que la consideran tonta, inútil, borde, despreciable… Todo un repertorio de antipiropos.

  

  • Cortina de humo. No asume responsabilidades, culpa al mundo, al chachachá, de lo que le sucede. Consecuentemente, al no asumir la autoría de sus acciones u omisiones, no avanza en nada.

  

  • Victimización. Una variante derivada de la cortina de humo. La persona acomplejada se victimiza y al dar el poder a alguien ajeno a ella misma, es probable que, por un lado, la rescaten y, por otro, la sometan. La victimización fomenta el síndrome del zombie y la inacción.

 

 

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