LAS REINAS DAN CALABAZAS  y LAS DAMISELAS SE AFLOJAN LA DIADEMA Y MALVIVEN EN UNA RELACIÓN

link entrevista en AMOR MODERNO, ELI MARTÍNEZ: 11.02.2022:

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Amor moderno - La reina que dio calabazas al caballero de la armadura ox... https://youtu.be/pD24_8-_YOY a través de @YouTube

 

 

© Rosetta Forner

 

Hace años, cuando escribí mi libro ‘La Reina que dio calabazas al caballero de la armadura oxidada’ (RBA, 2004), creé la categoría de ‘damiselas con la diadema floja’ versus ‘las reinas’. La mujer reina es aquella que ha aprendido a amarse, dignificarse, cuidarse y sólo queda bien con ella misma, esto es, no traiciona su integridad ni por nada ni por nadie. Dado que la corona debe mantenerse en su sitio, no se agacha la cabeza ni se mira a nadie por encima del hombro, esto es, nada de complejos de inferioridad ni de superioridad. Sin embargo, la damisela es esa mujer que traiciona su integridad, deja de lado su sentir, esconde sus ideas, ningunea sus capacidades y todo con tal de quedar bien con los demás o no quedar mal. La mujer con el síndrome de damisela da más importancia a estar en pareja que a si ese hombre le habla a su alma, la entiende, apoya y ama, y  viceversa. Para ella, prisionera de la diadema floja, la codependencia emocional es ‘amor’,  y la traición a sus principios, la norma básica para permanecer en relación. Y, todo, porque tiene el hábito de no asumir la responsabilidad sobre los resultados de su vida. Todo lo contrario a lo que hace una mujer reina que nunca quiere cambiar al hombre: si éste no le gusta por la razón que sea, no empieza una relación con él, ni se tapa la nariz, simplemente sigue su camino. La mujer reina no le hace la vida imposible a un hombre con exigencias y broncas (a esas mujeres que así proceden las bauticé como ‘maribroncasmequejodetodo’), simplemente se larga de la relación. Aguantar no va con ella.

Actualmente, la gran lacra social es la violencia de género que suele enfocarse desde el victimismo, en lugar desde la responsabilidad que anida en la actitud vital ‘nadie nos hace nada que no le consintamos’. El hombre malo, machista, misógino que se considera superior a la mujer y/o la considera inferior a él, es una realidad. Por consiguiente, ¿por qué no centrarnos en enseñar a las mujeres a cuidar de sí mismas?  Nadie nos hará nada que no le consintamos. Al igual que en el cuento de ‘Los siete cabritillos’, debemos insistir en que nos enseñen la patita por debajo de la puerta, lo que significa entrevistar al candidato antes de abrirle la puerta de nuestro corazón. Toda mujer (esto es válido también para los hombres), debería conocer sus Innegociables, sus Negociables, sus Derechos y sus Responsabilidades. Sería una buena guía de partida para comenzar a relacionarse con un hombre y decidir si explorar o no una posible relación amorosa con él. Y, de hacerlo, ir supervisando, como si de un plan de trabajo se tratase, si él sigue pareciendo ‘rey’ o apunta maneras de sapo, sapete, sapón.

Las mujeres que lideran sus destinos y llevan las riendas emocionales de su vida, no se quejan de su mala suerte, porque no la tienen. En su lugar, sólo tienen ‘la suerte que ellas deciden tener’. Las reinas piden lo que quieren, no dan mensajes equívocos, no se quejan, no se lamentan, asumen la responsabilidad sobre los resultados de sus acciones, no hacen pucheros ni ponen morritos, no necesitan ser rescatadas, no van de princesitas ni se hacen las desvalidas, no juegan juegos de seducción en las que ellas deben disimular su verdadero yo con tal de conquistar al hombre.

Las mujeres reina son las mejores parejas del mundo cuando deciden ser pareja de un hombre rey. En cambio, las damiselas le amargan la existencia a un hombre y se la amargan a sí mismas aún más.

La reina es una mujer que ha comprendido e integrado en su psique que la mejor y más digna misión de toda mujer es amarse a sí misma por encima de todo y a pesar de quien sea o de lo que sea.

Con una mujer reina no ha lugar al error o al equívoco: directa, sincera, honesta, madura, transparente, coherente, íntegra (lo que ves es lo que hay), humana, generosa, alegre, respetuosa, responsable.

La mujer reina es un regalo como amiga para otras mujeres: se une a otras reinas, y no se complica la vida ni pierde el tiempo con las damiselas. Cierto es que sólo gusta a los hombres que han completado su camino de sapo a rey. Empero, si no se cruza con uno, o si de hacerlo no surgiese la chispa, a la mujer reina no se le entristecerá la corona, puesto que cuenta con el amor a sí misma: que es el mejor amor con el que puede, y debe, contar toda mujer.

Las mujeres haríamos bien en empezar a cuidar de nosotras mismas, y no permitir que nos digan cómo debemos ser o no ser.

Cuando la mayoría de las mujeres sean reinas, el mundo será un  lugar mejor donde vivir.

¿Por qué?

Porque las reinas no se quejan, actúan.

Las reinas no se lamentan, hacen cambios.

Las reinas no echan las culpas de sus males a nadie, se responsabilizan.

Las reinas saben amar, por eso no pierden el tiempo en relaciones vacías de sentido o que no llevarán a ninguna parte.

Las reinas no permiten que las humillen, inferioricen, falten al respeto…

Las reinas no negocian a la baja, jamás.

El amor es el aliento del universo.

El amor da alas al alma.

El amor es el curalotodo universal.

Cuando el amor es malo, no es lo opuesto al bueno, simplemente es codependencia emocional. Esto lo sabe muy bien una reina. En cambio, la damisela hace como que no lo sabe puesto que ‘tener pareja’ es más importante que ella misma.

Ninguna mujer debería preferir estar en una relación a costa de su dignidad.

Ninguna mujer debería permitir que la golpeasen literal o metafóricamente.

Ninguna mujer debería rebajarse por estar con un hombre.

Hay una variable recurrente en las mujeres con el síndrome de ‘damisela de diadema floja’ y es que no se han reconciliado con su madre. Me explico: suelen hablar mal tanto de su madre como de las mujeres que la precedieron, suelen considerarlas ‘inferiores’. En mi opinión, las acusan de algo que está irresuelto en ellas (el efecto espejo). Para la salud emocional de una mujer no hay nada más curativo que el reconciliarse con su madre arquetípica: hay que desdemonizar a la madre.

Mujer, deja de buscar afuera el amor de calidad. Deberías crearlo en tu corazón y así no te faltaría nunca jamás.

Elígete, mujer.

Elige apostar por tu dignidad.

La mujer es un ser de bella alma, si así lo quiere, como puede serlo un hombre. Puesto que ambos somos personas con alma y con corazón.

Cuando dejemos de pelearnos con los opuestos que habitan en nosotros dejaremos de pelearnos los hombres y las mujeres entre nosotros. Ambos bandos, hombres y mujeres, sienten, padecen, saben amar o no, se equivocan o no.

La mujer sólo puede ser víctima de ella misma ya que nadie nos hace nada que no consintamos: los cuentos de damiselas en apuros deben quemarse en la hoguera del olvido. Ninguna mujer debe amargarse la vida a propósito de un hombre o de su ausencia.

La dignidad, la paz interior, la integridad, la alegría, la dicha, la serenidad, las ganas de vivir… son el resultado de un alma que se ama a sí misma y que se complace en su compañía.

El amor es el curalotodo universal, cierto. Pero sólo tiene esta cualidad el amor a ti misma, mujer.

El código de toda reina es: Ponte la corona y no te la quites ni para dormir.

 

 

 

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