JAULA DE ORO.

El viejo sabio fue a visitar a unos amigos, le llamaron porque estaban muy afligidos.
Al llegar, tras el saludo le contaron que un tiempo atrás, ante su jardín un hermoso pájaro multicolor se posó, ante tanta belleza le quisieron atrapar, éste revoloteaba por el jardín alegre y ajeno a las intenciones de los habitantes de la casa.
Una gran jaula dorada con frutas silvestres colocaron junto a un árbol, la puerta estaba abierta.
El pájaro se acercó atraído por el brillo de la jaula, entró y se paseó con curiosidad. Se acercó donde la fruta estaba y, en ese momento, la puerta se cerró. Un gran alborozo se escuchó entre los habitantes, ¡habían conseguido su propósito! El más bello pájaro que nunca vieron ya era de ellos.
Pasaron los días y el pájaro parecía feliz en su nuevo hogar, hasta que un día escuchó el canto de otro pájaro de su especie y sintió deseos de ir con él. Al intentar salir de la jaula acabó haciéndose heridas en su cuerpo, la puerta estaba cerrada.
Los días pasaban y el pájaro cada vez estaba más triste. La alegría de los habitantes de la casa se tornó en tristeza al ver como el pájaro perdía no sólo su brillo, sino que además sus plumas iban cayendo sin remedio, por lo que decidieron llamar al viejo sabio…
El viejo sabio les preguntó si habían tenido en cuenta los deseos del pájaro, y ellos sorprendidos le comunicaron que ni se les había ocurrido que el pájaro pudiera tener deseos.
¡Preguntadle!
Así lo hicieron, el pájaro los miró y después miró hacia la puerta de la jaula. Comprendieron que quería que le abrieran la puerta.
Una mujer, con todo el dolor de su corazón abrió la pequeña puerta. Tras revolotear por la jaula, el pájaro se posó frente a la puerta y comenzó a volar. Sus alas con sus pocas plumas le llevaron ante su “ama”, se posó en sus manos y le miró a los ojos. Los dos se “entendieron”.
Un intenso brillo apareció en los ojos de ambos y las alas del pájaro resplandecieron con intensidad. Le crecieron al instante las plumas que tenía rotas. 
Acto seguido el pájaro emprendió un nuevo vuelo, esta vez tras escuchar el canto de un pájaro de su especie que se posó al otro lado del jardín. Se fue hacia él y los dos desaparecieron en el horizonte… felices.
No se puede retener ni aprisionar a quien ha nacido para ser libre.

Ángel Hache

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