IGUALDAD SOCIAL

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La cultura patriarcal tiene una estructura milenaria y compleja. Los llamados micromachismos son parte fundamental de ese andamiaje pues fomentan prácticas y valores contrapuestos a la equidad de género e incluso promueven la violencia. Se encuentran incrustados en la vida cotidiana y a veces son tan sutiles que normalizan el sometimiento de la mujer.

“Vieja el último”

Los personas nacidas entre los 60 y 70 sabemos bien lo que significa la frase “Vieja el último” pues remitía a un calificativo despectivo contra la mujer si el competidor quedaba rezagado de cierta competencia, generalmente las famosas carreritas, en ese entonces. Ser mujer era la pena capital entre los participantes, hombres por supuesto, y por si fuera poco esa mujer era “vieja”.

Aunque hoy día aún se replican ese tipo de valoraciones también adquieren otras formas donde el hombre es “vieja”, “niña” o “nena” si incurre en alguna actitud de debilidad o pierde y además de todo replica por cierta injusticia. “Pareces vieja” o “lloras como nena” son algunas proclamas vejatorias de la condición femenina.

“Parece una dama”

En los años 70 también solía decirse de un hombre educado y atento que parecía una dama de tan refinado como si la tosquedad fuera propia de hombres y la atención o delicadeza de las mujeres. En la actualidad, sobre todo en los circuitos de la población con menos acceso a altos niveles escolares, ese tipo de valoraciones prevalecen por lo que el hombre padece el menosprecio de quienes consideran que la civilidad o los buenos modales son propios de la mujer.

“Él paga la cuenta”

Suele decirse que el feminismo de las mujeres termina al momento de pagar la cuenta dado que delegan en el hombre el pago de la misma, como si éste fuera un patrón irrenunciable y signo inequivoco de amabilidad o filtreo. Pero la equidad de género también implica la cuenta que el mesero lleva a la mesa incluso aunque patrones de cortesía lleguen a considerar que uno o la otra inviten en esa ocasión sin que ello implique, en sí mismo, la reproducción de los cartabones machistas. El punto es hacer del pago de la cuenta una obligación del hombre y con ello preservar los micromachismos.

“No enseñes pierna”

Hace nos días se hizo relevante la frase “Súbete la cámara. Estás enseñando mucha pierna” dicha por un legislador a su esposa durante una charla digital a distancia. Incluso el político adujo que ella se había casado con él para enseñarle sólo a él la pierna, lo cual suscitó el enojo y las burlas en las redes sociales. Ese micromachismo adquirió visibilidad gracias a las redes sociales aunque, sin duda, se trata de un comportamiento asiduo que inhibe y a veces reprime a la mujer hasta en su forma de vestir como si ella misma fuera una prenda o cosa al antojo de su pareja. Por fortuna, en el caso que cité, fue tal el descrédito que el legislador se vio obligado a ofrecer disculpas lo cual no quiere decir nada más que eso, ofreció disculpas sin que ello implique, necesariamente, un cambio de actitud.

“Me visto para ti”

Una de las consecuencias de los micromachismos es que las mujeres llegan a aceptar que la misión de su vida es agradar sólo a su pareja incluso por encima de ellas mismas y, así, se peinan, pintan el pelo, visten, caminan y hablan al gusto y preferencia del otro, desdibujando la propia identidad.

Este no es trabajo de mujeres

En los 60 y 70 era habitual hallar anuncios en el periódico solicitando mujeres mecanógrafas o taquimecanógrafas. Esos trabajos prácticamente han desparecido y son un residuo de esa forma de entender que el trabajo de las mujeres luego de lo concerniente al hogar consiste en servir a los hombres que eran los jefes de las oficinas. Esto ha cambiado, por fortuna, y el perfil profesional de las mujeres se ha diversificado pero aún prevalece la idea de que existen labores que no le son propias desde la electricidad, la mecánica o ser choferes hasta ocupar cargos directivos, incluso en el deporte, si cada vez está siendo más común que ellas sean jugadoras de futbol soccer o americano, es menos común que haya directivas de clubes o directoras técnicas de ese tipo de equipos porque tales actividades aún se encuentran concentradas en los hombres.

Es muy relevante tener en cuenta estos y otros micromachismos más a los que nos hemos referido para ir modificando esos patrones de conducta desde la propia familia. No vaya a ser que el día de mañana nuestro hijo piense que lavar los trastes sea una forma de ayudarle a su esposa.

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