HAZLO HOY EN LUGAR DE MAÑANA

Negarnos a transformar nuestras vidas es un hábito con cierta forma de irresponsabilidad; al hacerlo nos estamos negando categóricamente a sentir; esto último carece de signo, positivo o negativo. Postergamos nuestros sentimientos, los hacemos de lado.

Este hecho nos distingue y diferencia del resto de las especies; un tigre, un elefante, es absolutamente claro en lo que desea, si tiene hambre come, si tiene sueño duerme e igualmente lo hará con el resto de sus necesidades y gustos.

Lo placentero es tema aparte; aprender a esperar una respuesta que produzca gozo es una habilidad que las sociedades modernas califican como necesaria y apreciable.

Hacer esto motiva que día a día vayamos disociando deseos de lo “satisfactoriamente aceptable”, condición y juicio distinto al nuestro y producto del entorno.

Esta combinación hace perder la capacidad de vibrar, de emocionarse; nos lleva a la insensibilidad producto de culpas que nos han sido impuestas y que forman parte del peso innecesario que cargamos en forma de creencias limitantes.

En la actualidad los desarrollos tecnológicos y las comodidades de última generación nos encauzan lo mismo a disponer de tiempo para el gozo que a distintas oportunidades para disfrutar.

Con ello tendremos que generar en nuestro interior un autocontrol eficiente que dosifique las gratificaciones resultantes, lo mismo de los instrumentos que hacen la vida más fácil, que en el sabio consejo de siempre, de la elección sobre el tiempo restante a nuestras cotidianas obligaciones.

El cumplimiento de los deberes se ha hecho más rígido a medida que crece la competencia; el saber elegir cuando hacer una pausa, cuando permitirnos un “recreo” o ordenarnos en forma distinta de tal suerte que el resultado sea disponer de lapsos para nosotros mismos, es casi un arte, una obligación permanente para quienes consideramos que una charla diaria y un viaje a nuestro interior es un goce, un privilegio y algo que es inevitable si nuestros objetivos son la paz, la felicidad y el viaje ligero.

La búsqueda del placer en forma adecuada nos distingue, es absolutamente distinta a lo que se conoce como la filosofía hedonista que implica orientar la vida entera a la búsqueda y el disfrute o al sacar provecho de las cosas que nos rodean.

En conjunto, casi de inmediato el escuchar su nombre nos vincula a una conducta irresponsable y descontrolada; distante de disciplina y organización; se liga casi a la corrupción autogenerada.

En sentido inverso lo inaceptable del término nos lleva a una vida de asceta o de máquina, de zombie en el camino de la vida.

Es importante que consideres que todo lleva su justa medida; que es insano el alejarte de ti mismo tanto como la irresponsabilidad de dedicarte exclusivamente a los placeres.

Algunas ideas que he recogido a lo largo del camino te serán útiles sin duda. Quien vive una vida avara pierde la oportunidad de la pasión. Quien aprende a quererse a sí mismo recibe como respuesta inmediata la intensidad de la existencia.

El dejar de sentirse mal es absolutamente distinto a sentirse bien.

El paso adecuado y preciso es aprender de ti mismo, de tus deseos, de tu necesidad; distinguir los premios que son producto de que nos palpite el corazón y aprender que la vida tiene su sabor.

¿Qué tienes que dejar de lado de tu vida?

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