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• ¿PRETENDEN, LAS HEMBRISTAS (mujeres machistas), DESTRUIR EL FEMINISMO?
• ¿ESTÁ HERIDO DE MUERTE EL FEMINISMO?
• ¿QUEDAN, O NO, FEMINISTAS DE LAS AUTÉNTICAS?

 Dado que resido en España, prefiero hablar primordialmente de lo que acontece en mí país puesto que, al estar en el terreno, mi opinión está tamizada por mi bagaje cultural y vivencial siendo de primera mano y no tomada prestada o tamizada a través de terceros.

En mi país, recientemente, se ha aprobado la Ley Trans, según la cual cualquiera puede, legalmente, cambiar de género sólo por el hecho de auto percibirse mujer y sin necesidad de modificar su cuerpo ni su biología.

Por otro lado, en España, ser mujer tiene ventajas legales, por ejemplo, en las pruebas para policía o bombero, las mujeres no tienen que pasar ciertas pruebas que, en cambio, sí están obligados a pasar los hombres.

¿Cómo se llama esto?

¿Qué consecuencias o efectos colaterales tiene?

Si un hombre mediocre decide pasarse al bando ‘mujer’, a las cuales no se les exige las mismas pruebas ni los mismos estándares, seguro que logra pasar la prueba con toda facilidad. Algo que, en la realidad acaba de suceder en unas pruebas para acceder al cuerpo de Policía. Y, yo me pregunto, ¿es fomentadora de la igualdad una ley que permite la mediocridad? Es más, no sólo la permite sino que la fomenta. Si requiero la ayuda de un agente de la Ley, quien acuda, ¿podré confiar en que estará o no capacitado física e intelectualmente?

Por otro lado, ¿qué pasará con esa mujer que lleva años entrenando para ser una buena atleta, policía, militar, bombero, nadadora…? ¿Tendrá unas pruebas justas?

Se ha abierto la puerta a que llegue un hombre con resultados mediocres, cuando compite con sus iguales, pero que gana a las mujeres cuando compite con ellas porque su biología es diferente y le da ventaja. Lo queramos o no, el cuerpo masculino es más fuerte, físicamente, que el femenino.

Lo cual, no es desigualdad, sólo diferencia.

Es más, que no seamos igual de inteligentes, guapos, simpáticos, esbeltos, altos, bajos… no convierte a nadie en inferior, se trata tan sólo de diferencias. Y, las diferencias no son sinónimo de igualdad. Una diferencia no es directamente proporcional a desigualdad, puede que sí, pero no necesariamente.

Como ‘mujer’ -lo entrecomillo porque siempre me he percibido como persona o alma viviendo una experiencia humana enfundada en un traje de mujer. Creo en la igualdad de los seres humanos y en el respeto de las diferencias-, me siento ofendida cuando me ‘dan una ventaja’ respecto de un hombre que no me dignifica sino que me iguala hacia abajo o me desmerece. Si, en materia de derechos y en lo sustancial (inteligencia, capacidades, recursos interiores…), soy igual, como mujer, a un hombre, ¿por qué me tienen que dar ese tipo de ventaja? ¿Por qué tienen que dopar mi ‘profesionalidad’? ¿Cómo es que creen (quienes quiera que sean) que necesito ‘un trato de favor’?

Soy igual y quiero el mismo tratamiento que se le da a un hombre en el ámbito profesional. La inteligencia no tiene sexo ni género. Las capacidades o recursos (compasión, raciocinio, sentido común, análisis, empatía, discernimiento, valentía y etc…), no son superiores o inferiores depewndiendo de si las alberga un cuerpo masculino o uno femenino. Las capacidades humanas carecen de género y de sexo, ¡afortunadamente!. Una mujer puede estar tan dotada para las matemáticas como lo pueda estar un hombre. Al igual que, un hombre, posee la capacidad de compasión y puede ser tan buen cuidador como pueda serlo una mujer. No es cuestión de género o de sexo, es cuestión del alma y de la singularidad que habita o da vida a la personalidad humana.

Es una ofensa, en mi opinión feminista, que, por ejemplo, se le dé un cargo a una mujer en un consejo de administración única y exclusivamente por ser ‘mujer’ y no en base a su inteligencia e idoneidad profesional (meritocracia). Es una ofensa a todas las mujeres inteligentes que se han esforzado en trabajar la excelencia y en ser la mejor de su especialidad o en su trabajo. Hace años que sostengo que el 'techo de cristal¡' es una invención de las perdedoras, de esas que quieren tratos de favor porque no están dispuestas a hacer (esforzarse, mejorar, luchar, pelear, estudiar, implementar los conocimientos, entrenar las aptitudes...) con tal de alcanzar la meta que se propongan. Yo, nunca rompí ningún techo de cristal. No lo hice porque no existía. Fui la primera mujer directiva y en el consejo de dirección de la agencia de publicidad que me contrató para dirigir un departamento doble en 1989 con tan sólo 29 años. Es más me dieron el puesto a pesar de que el presidente tenía un candidato (hombre) favorito. Triunfó la meritocracia y la personalidad. En esa época había muchas mujeres directivas en el ámbito publicitario, mujeres de gran personalidad y gran inteligencia. Obviamente, también las había mediocres que odiaban a las triunfadoras y que usaban 'armas de mujer' para medrar. La inteligencia y la personalidad no son patrimonio del sexo o género como le llaman ahora. 

“¿Qué es ser mujer?”, le preguntó una mujer a la ministra de Igualdad de España, hace poco en un evento del 8M. La interpelada no le respondió, simplemente se fue por los cerros de Úbeda (en España significa responder a algo que no te han preguntado, o sea, despistar).

¿Qué es ser mujer hoy en día?

Las leyes actuales harían las delicias de los misóginos más recalcitrantes. A las mujeres, nos están borrando. Tantos años de lucha por la Igualdad real, y llegan las enemigas de la mujer y la borran de un plumazo.

Las tacho de enemigas, porque son también mujeres y se autoproclaman hipócritamente ‘feministas.

Ser mujer, hoy día en España, no es nada.

Nada.

Cualquier hombre puede pasar a ser ‘mujer, y no me refiero a la disforia de género si no a la actitud frívola, aprovechada o malintencionada de algunos hombres, por ejemplo, de esos maltratadores o violadores de mujeres que, para huir de su responsabilidad y burlar a la justicia, se cambian de género. Actualmente, muchos se están cambiando de género para poder exigir que los trasladen a las cárceles de mujeres.

¿Queríamos igualdad?

La tenemos pero a la inversa.

A las mujeres, nos han metido un Caballo de Troya.

Han creado más problemas para, de éste modo, al más puro estilo sádico, ofrecernos la solución a los males que ‘los y las’ del ministerio de la (des) igualdad han creado. Sus tácticas se parecen mucho a las usadas por el Comunismo para enfrentar a las personas entre sí, crear desigualdad y conflicto social…

• Yo no quiero ventajas, quiero igualdad.
• Yo no quiero que me igualen hacia abajo, quiero que no pongan obstáculos en mi camino.
• Yo no quiero que ser mujer sea sinónimo de ‘nada’, quiero poder defender y exhibir mi singularidad.

El verdadero feminismo está a punto de perder la batalla y no por culpa de los machistas y los misóginos, sino de las hembristas (mujeres machistas), cuyas psiques, repletas de conflictos por abordar y resolver, han externalizado su miseria psicológica y vital creando un problema donde no lo había.

¿Qué nos están haciendo a las mujeres?

¿Somos conscientes de los efectos colaterales?

¿Vemos el peligro?

¿Cómo es que no reaccionamos?

A estas alturas de la vida, hablo por mí (con mi trayectoria profesional y personal y el bagaje vital que acumulo fruto de mis ‘ensayos-error-aciertos y aprendizajes), no va a venir una niñata -una imnadura psicológica como es la ministra de (des) igualdad-, a decirme cómo tengo que vivir mi vida y cómo puedo o debo, o no puedo o no debo… Ni a mí, ni a ninguna mujer que tenga claro qué es ser mujer, cómo quiere vivir su vida y que se haya dado muchos coscorrones vitales y logrado metas a base de habérselo currado (esforzado), y demostrar que lo valía.

• No le tolero a nadie que me diga cómo debo pensar, vivir, ser… Yo soy una mujer liberada del yugo de las tonterías machistas y hembristas. Ninguna mujer que se precie y se respete a sí misma, debería tolerarlo.

Cuando tenía unos veinticuatro años, alguien me dijo que, al ser mujer, tendría que trabajar dos veces más y demostrar dos veces más que un hombre si quería lograr mis metas -en ese entonces yo trabajaba en una agencia multinacional de publicidad-. Le respondí que no me importaba, estaba acostumbrada a esforzarme para demostrar mi valía. Por eso, si tenía que trabajar tres veces más, lo haría. Me vaticinó que, con esa actitud ganadora, lograría alcanzar la meta que me propusiera.

• “Los perdedores siempre tienen una excusa. Los ganadores, un plan”.

Así ha sido. No soy quejica. Nunca he usado ‘armas de mujer’. Tampoco he sido ‘niña de papá’, ni ninguna enchufada de nadie. Lo que he logrado, ha sido por mérito propio. He luchado, perseverado, me he esforzado. Nunca he querido ‘tragar’ o comulgar con ruedas de molino, hacerle la pelota al ‘jefe/a’, o ‘besarle el c….’ a nadie. En más de una ocasión, mi compromiso con mi dignidad me ha reportado ‘expulsiones’ del club de turno. No importa, siempre he preferido pagar el precio del ostracismo al de mi integridad. Por eso, no he aceptado ‘atajos’ ni hacerle la pelota a las mujeres (como si hacen otros autores que, con sus libros, las mantienen en el limbo, o sea, contentas y engañadas), con tal de vender más ejemplares de libros. Soy una agitadora de neuronas. Enseño a las mujeres a ponerse la corona y no quitársela ni para dormir, esto es, a ser la Reina que cada mujer es en su alma. Huelga decir que, si se trata de un hombre, procedo igual, pero ahora hablamos de las mujeres y del feminismo.

No comparto el estado actual del mal llamado feminismo. Yo soy una feminista de las de antes, de esas que no van contra el hombre ni necesitan atacarlo para lograr sus fines. Soy de una feminista que cree en la verdadera igualdad de derechos en combinación con las singularidades.

Estudié en un colegio en el que, el favoritismo, era habitual: se premiaba a las ‘ricas’ y a aquellas, cuyas madres o familias, iban a hacerle la pelota a la directora. Huelga decir que mi madre nunca fue a contemporizar con la directora del colegio ni con otras de las monjas. Los favoritismos nunca me gustaron, siempre los he percibido como un desprecio y una falta de respeto tanto hacia la/s favorecida/s como hacia la/s discriminada/s. Si nunca me gustó la discriminación, el favoritismo, el ‘dopar’ a alguien (darle ventaja) o el igualar hacia abajo, ¿cómo me iba a gustar que, actualmente, se aplique el ‘favoritismo’ hembrista?

Una mujer, al igual que un hombre, debe lograr sus metas por méritos propios y no por enchufes, tretas, maniobras orquestales en la oscuridad, mafiedades o ‘amistades peligrosas y/o amorosas’.

Cuando logramos algo basado en nuestra valía y esfuerzo (merotocracia), no sólo la autoestima se fortalece, también lo hace nuestra dignidad y nuestra integridad. Cuando una mujer confía en sí misma se convierte en una lideresa de su vida y, consecuentemente, en alguien a quien no se puede manipular de ninguna de las maneras.

El mundo actual necesita mujeres lúcidas, valientes, singulares, auténticas y sin complejos.

¿Qué es ser mujer?

¿Lo sabes tú?

Yo, sí. No en vano, soy la autora de LA REINA QUE DIO CALABAZAS AL CABALLERO DE LA ARMADURA OXIDADA (RBA).

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