¿EROS O PORNO?

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Es una realidad que en el mundo actual habemos quienes vivimos deshojando margaritas en busca del amor. Y relación tras relación caemos en la ilusión de que el próximo será el bueno, tan solo para encontrarnos con la eterna decepción de que el amor no existe.

Vayamos más despacio… ¿recuerdas cuándo fue la última vez que te enamoraste? ¿Qué te atrajo de él / ella? ¿Por qué terminó? Tal vez sigues en esa relación. Si ese es el caso, ¿estás satisfecha? ¿qué te da esa relación? ¿Tú qué le aportas a ella? Es importante hacernos estas preguntas porque en las respuestas está la razón por la que importantes pensadores como Eva Illous o Byung-Chul Han, han anunciando la muerte del amor. No como un problema que nos afecta a ti o a mí, sino como una condición cultural que hace del amor, un imposible.

 

¿Por qué está muriendo el amor?

Podemos empezar argumentando tenemos el mundo entero a la mano, o mejor dicho, en la punta de nuestros dedos. Si no tenemos tiempo de cocinar, podemos pedir a Uber Eats; si estamos perdidos, nos orientamos con Google Maps; si queremos aprender a dibujar o a manejar nuestras finanzas, tomamos un curso en línea. La ilusión de Be all you can be, nos ha hecho pensar que ser independientes y autogestivos es la forma de llegar lejos. “Ser todo” nos hace expertos en nosotros mismos, dejando poco espacio o ninguno para el otro. Y esto es un problema cuando de amor se trata, porque el amor, más que cualquier otra cosa, requiere de estar incompleto para dar espacio al otro.

 

Byung-Chul Han, filósofo coreano-alemán, nos anuncia la agonía de eros como la siguiente víctima de la sociedad contemporánea, después de la muerte de Dios. Sus argumentos nos hablan muy cerca, tal vez demasiado… Para algunas, esta sentencia puede ser apenas un eco. Para otras, la contradicción entre ser una mujer poderosa y ser amada es insostenible, repitiendo relación fallida tras relación fallida sin saber por qué. Pareciera que tener el mejor puesto, el mejor sueldo, la mejor figura y el mejor departamento para ser elegibles, paradójicamente se han encargado de borrar la necesidad de otro y en consecuencia, alejándonos del amor, para arrojarnos al porno.  

 

Para entender esta distinción, Han nos presenta a eros como el amor verdadero. El que se vive intensamente, que no sigue reglas. El que se siente como un arrebato de locura, tan sublime como la muerte. Ese en el que nos podemos perder y confiar que cuida de nosotros como nosotros cuidaremos de él. El amor del deseo de otro que nos arranca de nuestro narcisismo para dirigir nuestra mirada hacia afuera. En contraste, está el porno entendido como el amor de la optimización, el automatizado. Ese que establece cómo es alguien atractivo, de qué forma se deben tener relaciones (sexuales o de cualquier tipo), con qué frecuencia e intensidad, y registrándolo todo en listas para ganar puntos de asombro o admiración.

 

Pero, ¿cómo no desplomarnos en el porno cuando en la vida profesional y personal hemos aprendido a ser evaluados por nuestro performance? Han asevera que el problema de la sociedad actual no es que haya demasiadas opciones de donde elegir, sino que hay solo una: “Me elijo yo”. Cada vez escuchamos con más frecuencia que debemos relacionarnos con las personas que creen en nosotros y persiguen nuestros mismos sueños. ¿No es eso enamorarse de uno mismo? El otro es deseable en la medida que refleja lo que soy, sin conflicto. Un otro sin diferencia (alteridad) resulta en lo mismo.

 

Para amar se requiere sentir deseo por el otro. Pero para desear es indispensable la falta, ya que sólo deseamos lo que no tenemos. Sin embargo, la ilusión de cercanía y permanencia que dan las redes sociales hacen imposible desear. Todo está ahí, todo el tiempo, a un botón de distancia en una persecución adictiva por saberlo todo. En este sentido, Byung-Chul Han menciona que para amar es necesaria la distancia y fundamentalmente estar dispuesto a aceptar la negación del yo, para permitir que aparezca el otro.

 

Tomar esta dirección también parecería contraintuitivo porque hemos sido criados en la autoafirmación que nos recuerda en cada esquina que “tú puedes”. En ese sentido, la negación del yo implica aceptar que tú no estás en control y puedes no poder. Este cambio de posición nos arroja a la incertidumbre, el vacío, y el valor de la vida no por ser eterna, sino por su proximidad con la muerte. Lugares intolerables que evitamos a toda costa.

 

Ninguno de estos argumentos es difícil de encontrar en la vida diaria. Entonces ¿hemos intercambiado el amor erótico por el porno? Esa es una respuesta que a cada una le toca responder.

 

Podemos estar o no, de acuerdo con las hipótesis de estos pensadores. Lo que sí es un hecho es que en la era de la hiperconectividad, estamos cada vez más solos. La depresión y la ansiedad son efectos de nuestras dificultades para hacer vínculos. Anhelamos el amor tanto como anhelamos el éxito. Sólo que los caminos que tomamos para conseguir uno u otro, se han hecho opuestos. Pero no tiene que ser así. La única salida para recuperar a eros, dice Alain Badieu, en el prólogo de la Agonía de Eros (recuperando al poeta Rimbaud), es reinventar el amor.


En estos términos, vale la pena pensar si verdaderamente queremos amar. El costo puede ser alto, porque además, en el amor no hay garantías y es la imagen de nuestro ideal la que está en juego. No obstante, parece que la recompensa lo vale.

Esta entrada fue publicada originalmente en el blog de Dalia Empower 

 

Acerca de la autora:

Isabel Rojo ha desarrollado su carrera profesional entre la Comunicación y el Psicoanálisis. A lo largo de sus 15 años de experiencia en el campo de la comunicación, el branding y el desarrollo de estrategias de contenidos para medios tradicionales y digitales, ha contribuido a la construcción y posicionamiento de diversas iniciativas para el sector público, privado y la sociedad civil. Es practicante de psicoanálisis. Actualmente está haciendo la Maestría en Psicología Clínica y la formación en psicoanálisis en el Círculo Psicoanalítico Mexicano.

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