¿ERES UNA SÚPER MAMÁ?

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El simple hecho de ser mujer implica enfrentar una serie de retos que la sociedad impone. Ganarse un espacio en el medio laboral, mejorar el salario, ocupar un cargo público, alzar la voz para evitar discriminación y agresión, ya es un triunfo; y si además de ser mujer se es madre, el desafío crece y, todavía más, siendo madre soltera.

Para las conciencias tradicionalistas, ante todo, en países latinoamericanos, el hecho de ser mamá, sigue siendo sinónimo de abnegación, sumisión, resiliencia, heroísmo, adaptación, entrega, cumplimiento, entre otras características implícitas en el calificativo de “guerreras”.

Si a lo anterior se suma la ausencia de la pareja, entonces las “guerreras” deberán ser el único y absoluto sostén económico y moral de su familia. Llevarán a cabo, solas, la crianza de sus hijos, las tareas del hogar, incluso, cuidarán de sus padres;  y, por supuesto, serán el centro de atención de muchos, de esos vigilantes silenciosos de la comunidad, quienes están siempre pendientes de que nada falle.

La súper mamá tiene la “obligación”, además, de no mostrarse vulnerable; de ser como un árbol sólido que todo lo resiste, sin perder la sonrisa en el rostro; tendrá que ingeniárselas con el jefe para salirse del centro de trabajo cuando la llamen de la escuela porque el niño se cayó o se siente enfermo; también lo hará para asistir al festival del 10 de mayo y al navideño. Llegando a casa, después de una larga jornada laboral, deberá alistar los uniformes de sus hijos para el día siguiente, cocinar y revisar tareas; y si esto fuera poco, uno de los dos días del fin de semana deberá realizar los quehaceres domésticos, comprará la despensa, visitará a la familia y, pobre de ella si se niega a llevar a sus pequeños al parque el domingo por la mañana, porque entonces, todo lo anterior será olvidado para tacharla de “mala madre”. Por la noche del domingo, es posible que se sienta frustrada porque casi no descansó y llora un poco en silencio, porque frente a sus hijos, siempre debe lucir fuerte. Uff! Sólo de mencionarlo, cansa, es más, parece la descripción de una escena de alguna película mexicana que lleve por nombre “Vida de sacrificio”, entonces…¿vale la pena ser una súper mamá?

Aunque, la forma en que se vive la maternidad, combinada con la administración del hogar y con la rutina laboral, suele ser diferente entre las clases altas, medias y bajas de la sociedad, la etiqueta de “luchadora”, “guerrera” y “súper mamá” pesa mucho. Está claro que amamos a nuestros hijos, pero no está de más recordar que hay que amar a otros como a uno mismo. ¿Para quién quieres ser una súper mamá?, ¿para enorgullercerte de la imagen que proyectas en el espejo?, ¿para que tus hijos te lo agradezcan eternamente?, ¿para que tus familiares y amigos te comenten, al verte pasar, ¡qué increíble madre eres!?, ¿para responder con éxito a quienes te han dicho…pero querías tener hijos ¿no?

Si bien ser madre es una decisión que conlleva múltiples responsabilidades, no tiene que ser un acto heroico de 365 días. Las madres tenemos derecho a sentirnos cansadas, a mostrarnos como seres humanos vulnerables, a negarnos a tener la casa impecable, a manifestar nuestro desagrado por ir al parque… lo que sí es un hecho, es que debemos aprender a delegar, a asignar tareas a los hijos, como miembros de un equipo; a organizarnos con nuestros hermanos para el cuidado de los padres, a sustituir el parque por algún juego en casa, a apoyarnos en familiares y amigos para aligerar un poco la carga, y si hay posibilidades económicas, a contratar a quien haga los quehaceres domésticos o cuide a los niños; en fin, que el título de súper mamá es sólo para alimentar el ego y nos deja, muy, pero muy agotadas.

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