EL PODER DE SANAR TUS HERIDAS

EL PODER DE SANAR TUS HERIDAS

“Hoy ella se ha puesto color en las pestañas, hoy le gusta su sonrisa, no se siente una extraña, hoy sueña lo que quiere sin preocuparse por nada, hoy es una mujer que se da cuenta de su alma”. ¡Cómo no tararear esta canción de Bebe! En lo personal creo que cuando una mujer se da cuenta de su alma, ha sanado. Hablar de sanación, resulta un poco trivial en este tiempo, donde se habla incluso de la sanación del planeta. Pero permanecer anclado en que solo se trata de un tema de moda, no resulta útil cuando no vas a la esencia del significado. Sanar  significa “sanare” hace referencia a la acción de “restaurar la salud vital” es decir, recuperar el equilibrio físico, mental y energético.

 Por un lado, no venden en la farmacia un medicamento con las instrucciones para encontrar la armonía del alma, es tu responsabilidad encontrar tu propia fórmula para lograrlo. El mayor componente de esa fórmula es la sanación. Si no hay sanación del alma no hay conexión con el amor propio y la autoaceptación, así pues, sanar no es una obligación, es una decisión para evolucionar. La mayoría de las personas cargan con una maleta llena de emociones reprimidas del pasado, capítulos no cerrados y  heridas convertidas en barreras. Las emociones conectan con el alma y al no expresar las emociones contenidas en el interior te invade el sufrimiento. El hecho de no liberar esas emociones, te hace pagar un precio muy alto.

 Por otra parte, la única forma de transcender algo es cuando tienes conocimiento de ello y decides verlo desde otro punto de vista; esa es la forma de superarlo, recorriendo la milla extra para crecer, cerrar ciclos y continuar tu viaje en gratitud por todo lo vivido. Desde esta perspectiva veamos como el proceso de sanar tus heridas es un viaje grandioso de autodescubrimiento:

Cuando se habla de sanación, generalmente se piensa en sanación física. Un curso de milagros hace referencia a la sanación como “paz interior”. Pasar la terrible experiencia del covid fue una especie de llamado a despertar, eso significa un cambio de chip, un hackeo del cerebro, un salto cuántico para mejorar la actitud ante la vida. Una enfermedad te libera del equipaje superficial: ¿Por qué juzgo? ¿Por qué soy tan dura conmigo? ¿Por qué no soy más agradecida? ¿Por qué no limpio mi corazón para darle paso al amor más genuino?

 Renunciar a tus propios espejismos es sanar. Dentro de cada ser humano hay una raíz, un núcleo, una esencia, un ser verdadero. Ese es el lugar de Dios dentro de nosotros. Conectarte a esa esencia, es volver a tu centro, tu segundo nacimiento, aunque muchas veces sea producto incluso de las experiencias más dolorosas. Sanar  te armoniza, te conecta a una forma renovada de pensar, creando espacio en tu mente y en tu corazón para llenarte de esperanza para crear lo nuevo. Si quieres que algo salga de tu vida, pues, algo tiene que salir. Sanar es reconocer lo que te duele y saber que es hora de dejarlo ir (sin juzgarte). Aceptar es el primer paso para sanar.

Comparto una anécdota de la escritora Marianne Williamson, acerca de su asistencia a un funeral de una joven brutalmente asesinada. Estaba casada y era madre de un niño de tres años. Ella hace referencia a la expresión del rostro del esposo de la joven cuando estaban en la iglesia, donde ambos sostuvieron la siguiente conversación: - Michael, tú nunca serás el mismo, todos lo sabemos. Tienes dos opciones: endurecerte o ablandarte. Después de esto puedes decidir que nunca mas confiarás en nadie, ni siquiera en Dios, o puedes dejar que tu corazón hecho pedazos te ablande y que tus lágrimas fundan las murallas que rodean tu corazón, de tal manera que te conviertas en un hombre de una profundidad y una sensibilidad excepcionales.

 Sanar, sin espacio a dudas, es volver al amor, es ir al reencuentro con una nueva conciencia de tu paso por el mundo, una oportunidad de crecer. Crecer es llegar a ser los seres que somos en nuestra naturaleza fundamental: amorosos, puros y sinceros. Hablo acerca del tema de la sanación desde mi experiencia de vida, al final cada ser humano es diferente y cada proceso te revela diversas dimensiones de cómo vivir tu propio mundo. También me expreso desde el respeto a los expertos en la materia, solo soy una mujer intentando caminar con certeza, a sabiendas de que los tropiezos seguirán existiendo, ellos se convertirán en nuevas lecciones cada vez más significativas y edificantes cuando estás en el sendero de la sanación de tu alma: un proceso para toda la vida.

La mayor herramienta para la sanación es el perdón. Para perdonar a otros siempre empieza por perdonarte tú, por admitir lo que sientes. La falta de perdón es una barrera que colocas entre Dios y tú, y la única forma de derribarla es aprendiendo a perdonar con una dosis muy alta de sinceridad en tu corazón. Perdonar no significa pensar que está bien lo que alguien hizo y por ello no duela. Al contrario, se trata de una decisión personal de no albergar malos sentimientos en tu ser y de erradicar la vanidad, el ego, la venganza, el orgullo, la soberbia, la ira, el odio y todo lo concerniente a energías de baja densidad, lo cual se pone de relieve cuando nos sentimos ofendidos y el miedo empieza a hacer estragos.

 Creas en Dios o no, jamás deberías desearle mal a tus semejantes, así tengas toda la razón del mundo. La sanación es tuya, es un proceso muy personal. Puedes usar esta afirmación para reforzar la decisión consciente que has tomado a la hora de perdonar: “A pesar de todo el daño que me hiciste, te perdono”. Recuerda que no estás perdonando para ensanchar tu vanidad; el perdón no te hace superior a quien te ofendió.

     Y si te estás preguntado: ¿Por qué perdonar? Porque es muchísimo más provechoso vivir sin las cadenas del rencor y los sentimientos de culpa, perdonar te sana, es bueno para la salud, te libera y te empodera. Uno de los trabajos que mayores evidencias ofrecen a la hora de vincular el perdón y la salud es el llevado a cabo por el doctor Frederic Luskin, cofundador del Stanford Forgiveness Project, concluyendo en múltiples estudios: el perdón eleva el estado de ánimo, aumenta el optimismo, por otra parte, no perdonar está correlacionado con estados de depresión, ansiedad y hostilidad.

En definitiva, en medio de la pandemia, el mundo está renaciendo como el ave fénix ¿Y tú también lo estás haciendo? Solo tú tienes la respuesta a esa pregunta. Te comparto una poderosa técnica sobre el poder de sanar tus heridas, la aprendí de Vishen Lakiani, creador de Mindvalley, en su mentoría SE EXTRAORDINARIO.

HERRAMIENTA: El regalo de las heridas.

Pregunta en una conversación contigo misma: ¿Cuál es esa herida oculta dentro de tú ser, que aún a estas alturas de tu vida te lastima? Un abandono, injusticia, traición, rechazo, maltrato, abuso, humillación y cualquier otra que pudieras agregar.

Nota a tu alma: Las heridas no son para ocultarlas o borrarlas. Deben ser sanadas para poder ser liberadas. Cuando cicatrizan tus heridas se convierten en tu grandeza.

ACCIÓN PARA CRECER:

  • Menciona 3 heridas de tu vida: ¿Cuáles te han marcado de manera significativa?
  • Pregúntate: ¿Para qué te ocurrieron?
  • Tu herida te ha convertido en:

¿Cuál es el regalo de la herida? ¿Se ha convertido en una cicatriz?

 Para culminar, si has llegado a este artículo, no ha sido en vano, es un mensaje para ti, ya que, la elección de sanar tu vida para generar cambios profundos está en tus manos, aquí y ahora. De esa elección depende vivir a plenitud en tu presente (el único momento real), en medio de cualquier circunstancia, tú tienes el poder para bailar con el caos y convertir tus heridas en una hermosa cicatriz. Nunca olvides que Dios siempre está obrando.

¡No se trata de ir por la vida, sino crecer a través de ella!

Gracias por estar aquí.

Mayerlin Romero.

Te espero en @soy.mayer

 

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