De acuerdo al estudio “Mujer, Empresa y Derecho 2018” publicado por el Banco Mundial, en el mundo 2.7 mil millones de mujeres no pueden acceder legalmente a las mismas opciones que los hombres. Es decir, el propio marco institucional y normativo de los países restringe su participación en el ámbito productivo. Es por ello que un elevado compromiso político, un adecuado fomento a la igualdad de género y la correcta implementación de las leyes en la materia, es determinante para cerrar la brecha y abrir oportunidades a las mujeres en todos los sectores de la economía.

Adicional a las limitantes legales, se sabe por diversas investigaciones, que la mujer tiene menos oportunidad de contar con patrimonio propio, entiéndase bienes inmuebles a su nombre y que le permitan ser autónoma financieramente o, eventualmente puedan contar con una fuente de ingresos pasivos, y hasta puedan transmitir sus bienes (herencia) a sus hijos.

Un indicador clave, sobre todo cuando se trata de fomentar el emprendimiento femenino, es el acceso a financiamiento  (micro créditos); según la Corporación Financiera Internacional (IFC por sus siglas en inglés), la brecha entre hombres y mujeres respecto al financiamiento que se otorga a las Pequeñas y Medianas Empresas (PYMES) formales en la región de América Latina es la más amplia a nivel mundial.

Y es que no contar con una propiedad que pueda hacer las veces de aval o garantía para solicitar financiamiento, constituye una gran barrera para las mujeres que desean formalizar sus emprendimientos o microempresas y que además están buscando crecer en producción, ventas, margen de utilidades y captación de clientes.

El propio IFC ha estimado que el 39 por ciento es el porcentaje de mujeres que son propietarias de PYMES en la región de América Latina y el Caribe. El Banco Mundial, por su parte, ha estimado que el 49 por ciento tienen cuenta bancaria y alrededor del 10 por ciento de ellas ahorra. Esta condición se puede deber a distintos factores, una que es fundamental, es la falta de información y acceso a productos y servicios bancarios disponibles y aunado a esto, la falta de educación financiera.

Existen diferentes herramientas por medio de las cuales, las mujeres pueden obtener los fondos que requieren para incrementar el ciclo de vida de sus negocios, para inyectarle recursos e innovar; tales como los fondos semilla, inversionistas ángeles, microfinancieras, entre otros.

Los esfuerzos en México y en América Latina han sido loables en este sentido, sin embargo, los grupos de menores ingresos continúan rezagados en lo que acceso se refiere. Es preciso que el ecosistema emprendedor y en general el sector privado y financiero, así como el sector público implementen estrategias focalizadas para que efectivamente las mujeres logren ser autónomas económicamente.

El mayor desafío sin duda lo tiene este sector de la población femenina, aún falta camino por recorrer para generar los impactos adecuados en su nivel de vida, de manera integral, en su familia, su comunidad, en su red de contactos, en su empresa y en la sociedad en general.

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