De amigos

Hace tiempo, al estar en mi casa, siendo como las 11.00 de la noche, recibí la llamada telefónica de un muy buen amigo mío.Me dio mucho gusto su llamada y lo primero que me preguntó fue: "¿Cómo estás?" Y sin saber por qué lo dije, contesté: "¡Solísimo!"Mi amigo siempre se ha caracterizado por ser muy perceptivo y me contestó: "Esa respuesta quiere decir que te pasa algo... ¿quieres que vaya a tu casa?" y respondí que sí. Colgó el teléfono y en menos de veinte minutos él ya estaba tocando a mi puerta.“Pasa –le dije-- ¿quieres tomar algo?” Me respondió: “Pues lo mismo que tú”. Rápidamente nos encontramos platicando muy a gusto, él empezó con sus clásicas bromas para romper el hielo, que me hicieron reír como no lo había hecho en varios días y luego pasamos a la parte seria de la plática. Él, con su cara de atento, me dijo: “Ándale, platícame qué te pasa”. Yo empecé con mi principal preocupación que era el trabajo; le comenté que me sentía muy presionado por tanto trabajo, que ya no aguantaba más. Él, como siempre, me dio el mejor de los consejos, el ánimo para seguir adelante y no mirar atrás, en general, me hizo sentir muy bien.Cuando terminé ese tema le dije: “¿Sabes qué? Hay otras cosas que me preocupan” y me dijo sonriendo: “Pero mi amigo, para eso estoy aquí, dime todo lo que quieras”. Total, hablé por horas y horas de todo: de mi familia, de mi novia, de mis deudas, y él atento siempre. Me escuchó, se nos hizo de día. Yo estaba totalmente cansado sentimentalmente, me había hecho muy bien su compañía, y sobre todo, que me escuchara y que me apoyara, y me hiciera ver mis errores. Me sentía muy a gusto. Cuando notó que yo ya me encontraba mejor me dijo-. “bueno, pues me retiro, tengo que ir a trabajar”.Yo me sorprendí y dije. “Pero ¿por qué no me habías dicho que tenias que ir a trabajar? Mira la hora que es, no dormiste nada, te quite toda la noche”, Él me sonrió y me dijo: “No hay problema, para eso estamos los amigos”. Yo me sentía cada vez más feliz y orgulloso de tener un amigo así. Lo acompañé a la puerta de mi casa, y cuando él caminaba hacia el automóvil le grité desde lejos: “Oye amigo, y a todo esto ¿por qué llamaste anoche tan tarde?”Él regresó y me dijo en voz baja: “Es que te quería dar una noticia”. Le pregunté: “¿Qué pasó?” y me dijo: Fui al doctor y me dice que mis días están contados, tengo un tumor cerebral, no se puede operar, y solo me queda esperar”, Yo me quedé mudo. Él me sonrió y me dijo: “Que tengas un buen día amigo”. Dio la vuelta y se fue.Pasó un buen rato y cuándo asimilé la situación me pregunté una y otra vez: por qué cuando él me preguntó ¿cómo estás? Me olvide de él y sólo hablé de mí, ¿Qué habrá pensado de mis “problemas” cuando él tenía el suyo y ni siquiera me lo había dicho porque yo no le pregunté? ¿Cómo tuvo la fuerza de sonreírme, de darme ánimos, de decirme todo lo que me dijo, estando él en esa situación? Esto es increíble.Desde entonces mi vida ha cambiado, suelo ser más crítico con mis problemas y suelo disfrutar más de las cosas buenas de la vida, ahora aprovecho más el tiempo con la gente que quiero. Por ejemplo… él todavía vive y procuro disfrutar más los momentos que convivimos y platicamos; sigo disfrutando de sus chistes, de su locura, de su seriedad, de su sabiduría, de su temple… de mi amigo.“Amigos son aquellos extraños seres que nos preguntan cómo estamos y se esperan a oír la contestación.”Ed Cunningham
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