CUENTO DE PIJAMA

Hola amig@s:Por iniciativa de Víctor, mi hijo, quiero compartir con ustedes algo que le pertenece a él, y lo digo así porque cuando era necesario mantenerlo quieto en los momentos malos de su padecimiento, me "obligaba" a trabajar horas extras inventándole cuentos infantiles (Había que suplir con algo la televisión, ja ja ja) y el siguiente es su cuento favorito de mi autoría. Así mismo, les paso al costo sus palabras "Es un cuento para que las mamás lo cuenten a sus hijos y sus hijos se sientan mejor cuando tienen que dormirse aunque no quieran". Así que aquí les dejo una historia muy especial que espero les agrade.CUENTO DE PIJAMAEn cierta calle de París había una finca que desde el punto de vista de cualquiera de los transeúntes, no destacaba de entre todas las demás. Su diseño era exactamente igual al de la casa vecina, a la de la siguiente cuadra y a las que existían todavía más lejos. Lo único que la distinguía de entre todas las demás fincas era un pequeño letrero blanco con letras rosas y el esbozo de un rostro de mujer con un sombrero de ala ancha.Lady européenneHaute CoutureLa dueña de aquel lugar era la famosa Céline Florit, la mejor diseñadora de modas de toda la ciudad. Por su atelier habían pasado desde reinas hasta las más elegantes damas del mundo,“Mis diseños han dado personalidad a todas las casas reales, de Europa hasta los Países árabes y algunos aún más lejanos” solía repetirles llena de soberbia a sus costureras, que entre dientes, siempre terminaban refunfuñando cuando aquella alta y delgada señora se alejaba, levantando el rostro, frunciendo la nariz y caminando como si temiera que el suelo maltratase los finísimos zapatos que llevaba puestos.Una de esas costureras tenía por nombre Justine, quien era una mujer mayor de hermosa sonrisa y que tenía el cabello blanco más hermoso que persona alguna en el mundo hubiera poseído. Ella estaba acostumbrada a los desplantes de madamme Céline por los 30 años que llevaba sirviéndole como costurera de tercera clase, porque allí, en Lady européene, las personas eran clasificadas de la misma manera que las telas y los botones.Justine tenía como tarea el coser las bastillas de los hermosos vestidos que se fabricaban y, cuando las costureras de primera y de segunda terminaban sus labores, debía recoger los sobrantes de las telas, apilarlos en el contenedor de basura y luego entregarlos al recolector.Su trabajo siempre pasó desapercibido para todas las demás costureras que día tras día iban pareciéndose más a Madamme Céline. Sobre todo, las costureras de primera, quienes eran las encargadas de recibir los pedidos de telas y hacer los rechazos en aquellas que no cumplieran los deseos de la exclusiva clientela del lugar.Una tarde, desde el rinconcito del atelier donde hilvanaba una por una los puntos que serían el toque final a las obras de madamme Céline, escuchó que un inusual barullo, eran las voces de las costureras principales, por cuyo tono, pensó que había sucedido una tragedia:- Es algo taaaaan corriente, ¡es escandaloso!- ¡Es lo más vulgar que he visto en toda mi vida!- No podemos permitir que la señora Céline lo vea… hay que desaparecerlo.Justine se acercó disimuladamente a aquel grupito de mujeres que se arrebataban una a otra el motivo de semejante escándalo: un corte de tela brillante, cuyo tono rosa intenso resaltaba de entre una montaña de telas que acababan de recibir provenientes de América.- Hace algún tiempo fui a uno de esos países extranjeros… las mujeres de los mercados solían llevar este color en sus prendas ¿Se imaginan a una miembro de la nobleza vestida con este… adefesio?La humilde costurera no lograba entender el revuelo que aquel pedazo de tela había levantado entre sus compañeras, para ella, ese color era uno de los más bellos que hubiera visto en su vida. Una de las presentes se dió cuenta de que Justine estaba siendo testigo de aquel imperdonable hecho y le ordenó- Justine, bótelo en el depósito de desperdicios… y tenga cuidado de esconderlo bien, no queremos que Madamme Céline se moleste.- Mademoiselle, yo... quiero decirle… en realidad, la tela me parece muy bella y… creo que quizás, si usted me lo permite, podría hacer una hermosa prenda con ella.Las mujeres estallaron en carcajadas ¿Cómo podría aquella modesta costurera, cuyas tareas eran las más insignificantes del atelier, pretender hacer algo hermoso con la tela a la que instantes antes ellas hubiesen querido prender fuego? Una de ellas pensó que aceptar la propuesta de la humilde mujer podría resultar divertido para todas, Justine jamás había hecho nada más que bastillas… Viéndola fracasar, podrían burlarse de ella.- Está bien, Justine… puedes conservarla y trabajar con ella, pero tendrás que hacerlo cuando termines tu turno, y siempre y cuando tu compres los hilos, agujas y encajes que necesites… no permitiremos que tomes absolutamente nada más del atelier.Estuvo de acuerdo. Todas las noches durante una semana y después de que las demás se fueran rumbo a su casa, Justine se quedaría a trabajar en la primera prenda que haría en toda su vida. La primera noche fue la más difícil. Justine no podía decidir que confeccionar, por su cabeza desfilaban las imágenes de las diferentes prendas que eran posibles. Miraba una y otra vez aquel corte de tela y con una voz dulce y suave, como si le hablara a un niño, se dirigía a él.- Tú puedes ser un hermoso vestido de fiesta… no, no eres suficientemente grande… ¡Ya sé! Harías un hermoso abrigo y… no, no puedes ser un abrigo, eres demasiado delgado y no serías de mucha ayuda en el invierno…Cuando ya casi iba a amanecer, Justine tomó una decisión, con los ojos cansados, miró el trozo de tela y lo abrazó muy cerca de su corazón,- Por fin… ya sé en qué puedes convertirte… ¡Serás un hermoso pijama de color rosa brillante!Noche tras noche, durante siete días, Justine puso manos a la obra. Primero, trazó con un poco de tiza la forma de las partes que necesitaba sobre la tela, luego la cortó cuidadosamente, como si tuviese miedo de lastimarla, y por último, cosió la tela… cuando por fin tuvo terminada la pijama, la adornó con un bello listón blanco en el cuello al que dio forma de moño.Al ver su obra terminada, una lágrima escapó de los ojos de Justine, llena de orgullo, que fue a caer justo en el lado donde el pijama tendría el corazón si se tratara de un ser humano.La mañana siguiente todas estaban ansiosas de ver el resultado de lo que habían permitido hacer a Justine. Unas opinaban que debía de ser algo “tan vulgar y horrible como aquel trozo de tela”, otras pensaron que la pobre Justine ni siquiera había sido capaz de darle forma de nada. Cuando tuvieron frente a sus ojos el pijama terminado, unas pusieron miradas llenas de envidia en sus ojos, otras, simplemente gruñeron llenas de rabia ocasionada porque aquella humilde costurera había logrado algo bellísimo con aquel corte corriente.Las voces de las empleadas atrajeron la atención de madamme Céline, quien llegó acompañada de Ivette, la hija de 5 años de un prominente empresario de París.La carita de Ivette se iluminó al ver aquella pieza tan finamente elaborada que estaba frente a ella. Inmediatamente corrió a tocarla e increpó a la elegante Céline…- ¡Pero qué pijama tan hermoso! Es el más bonito que he visto… ¿Está a la venta?- S-si…- Dijo la mujer, quien aun estaba asombrada al no saber ni siquiera el origen de aquella prenda.La chiquilla corrió al lado de su madre, y jalándola del brazo, la llevo a admirar lo que a sus ojos parecía una obra maestra.- Pues… si hijita, es muy hermoso… pero es demasiado grande para ti… esto debió haber sido hecho para una jovencita mucho mayor.- Por favor, mami… ¡De verdad lo quiero!Céline, en un gesto de favoritismo hacia la clienta, quien era una de las mejores del atelier, optó por regalarlo a la pequeña Ivette. Justine, dentro de sí misma, no podía contener la emoción que le causaban las sinceras palabras de aquella pequeñita. Por fin alguien había admirado su trabajo y sinceramente, con el pijama, se llevaba una parte de su corazón. Cuidadosamente lo envolvió en una de las cajas en que se entregaban los vestidos finos y lo entregó a la pequeña clienta.Horas después, algo había pasado en las telas de aquella prenda, de pronto, ya no era un inerte corte de tela, tuvo conciencia propia y se dio cuenta cuando la chiquilla lo colgó en uno de los ganchos del armario, junto con sus vestidos de fiesta y los uniformes del colegio.A partir de esa noche, Ivette se negaba a usar cualquiera otra prenda para dormir. Para que el pijama le calzara, tuvo que doblar las piernas del pantalón y las mangas de la camisa de noche. El pijama podía dormir en aquella enorme y suave cama perfumada a rosas, junto con aquella niña que parecía estar siempre felíz.Los años pasaron y se fueron los vestidos de fiesta llenos de encajes y holanes, al igual que los uniformes escolares. Los niños crecen y deja de ser necesario doblar las piernas del pantalón para que no se arrastren. Solo aquel pijama, ahora viejo y algo descolorido, permanecía colgado como siempre en aquel armario el tiempo en que su dueña no lo usara o en que el ama de llaves de aquella casona lo descolgara para lavarlo.Ivette ahora ya era una hermosa y elegante damita. A su armario entraron uno tras otro, bellos vestidos de telas finísimas de importación. Unos hablaban ingles, otros, francés, al igual que el pijama de Ivette… Incluso llegaron algunos que parecían ser de la India o algo así, por el extraño idioma en que se comunicaban, pues han de saber que cuando los armarios se cierran, los trajes suelen tener largas conversaciones.- Yo vengo de La Gran Manzana, Ivette me escogió entre cientos y cientos de diseños de una tienda de la Quinta Avenida. – Decía presuntuoso el vestido blanco que la joven había llevado a una cena de gala en Londres.- Pues mis hilos son de oro y plata… A mí me tejieron especialmente para la caridad organizada por el embajador de la India, y, modestia aparte, Ivette fue la envidia de todas las damas presentes.- Pues… eso no se compara con mi origen… yo soy de la seda más cara de oriente, a mi me hicieron en un atelier de Italia, de un modisto que es muy famoso y…El único que no participaba en aquellas conversaciones triviales era el viejo pijama rosa, quien secretamente, era feliz pues se sabía más querido por Ivette. Aquellos exclusivos y presuntuosos vestidos solo habían sido usados, por mucho, un par de veces, algunas de las cuales el pijama observó entrar a la jovencita presurosamente, bajar la cremallera ansiosa y dejarlos botados por ahí, solo con el afán de vestir lo más rápido posible su pijama confeccionado por Justine.Las primeras veces que había escuchado las conversaciones de los vestidos de gala y los bolsos de fiesta, el pijama deseó ser vestido y acompañar a su dueña a las grandes fiestas de las que solían presumir los otros habitantes del armario, pero el pijama rosa por alguna razón nunca pudo mantener sentimientos envidiosos, las palabras feas, los pensamientos inadecuados, no tenian lugar en aquella modesta prenda. Con el tiempo se sintió feliz de ser pijama y no otra cosa, porque de siéndolo, todas las noches había podido descansar en aquella enorme cama con olor a rosas, acompañando a Ivette desde niña, secando su llanto cuando un nuevo desencanto la había hecho llorar, o escuchando su risa los millones de veces que tuvo motivos para sonreír, Noche tras noche estaba cerquita del corazón de la jovencita noble y sonriente. Y cuando el ama de llaves lo lavaba, solía secarlo al sol colgado en un tendedero donde el viento lo refrescaba, la sensación era muy agradable, no como la que describían los demas vestidos cuando hablaban del lavado en seco de la tintorería, y por fortuna, nunca había padecido el suplicio de pasar bajo una plancha de vapor para ser bello y apreciado.Además, era un pijama que no solo estaba formado por tejidos y puntadas. Entre sus telas aún despues de muchos años se podía sentir el calor del alma de Justine, y a veces incluso había estado entre los sueños de Ivette, quien lo llevaba puesto cuando, profundamente dormida podía pasear entre las nubes.
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Comentarios

  • Felicidades Ana:
    Es un cuento precioso. El amor da frutos siempre.
  • Que bello Ana, gracias a tu hijo por motivarte a pùblicarlo y gracias a tì por tu talento!!! Comparte màs de tus cuentos, ¿Si tienes màs? Estarè al pendiente, buen dìa.
  • WOW ANA KENNIA... QUÉ PRECIOSO CUENTO! LE PEDIRÉ A MI HIJA QUE ME CONFECCIONE UNA PIJAMA ROSA... YA LA VÍ! Y ES MÁS, YA LA SENTÍ... MI HIJA ES UNA JOVEN Y TALENTOSA DISEÑADORA DE 16 AÑOS. MIL GRACIAS POR COMPARTIR EL CUENTO DE TU HIJITO. SIGUE ESCRIBIENDO... ERES BUENÍSIMA! UN ABRAZO: *GENA.
  • Realmente hermoso, se los contaré a mis hijas, seguro les encantará. Te felicito tienes un gran corazón
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