Aquí y ahora el 2018
El 2018 ya está aquí. De eso no hay duda, pues aunque faltan meses para que den inicio sus días de acuerdo con el calendario, en términos políticos electorales se nos ha anticipado.
En efecto, si bien las elecciones presidenciales en nuestro país se celebrarán en junio del año próximo, las campañas de al menos tres partidos ya han comenzado.
La que corresponde a Morena ha tenido desde hace buen tiempo la presencia constante de Andrés Manuel López Obrador, quien aparece por doquier con sus proclamas –y últimamente con sus advertencias–, con la certeza absoluta de que será el candidato presidencial del partido que creó y sobre el que manda.
Por otra parte, los dirigentes del PAN y del PRD, Ricardo Anaya y Alejandra Barrales, respectivamente, acaban de anunciar una alianza que daría origen a un gran frente con diversas organizaciones sociales y de ciudadanos para las elecciones del 18.
La noticia fue recibida en algunos ámbitos con beneplácito y concitó buenos augurios pues se piensa que con esa unión sería más viable enfrentar tanto al PRI como a López Obrador, ya que ni uno ni otro, afirman, conviene a México. Hay que señalar que, por otra parte, distintos sectores tanto fuera como dentro del PAN y del PRD cuestionaron la pertinencia de establecer alianzas entre fuerzas políticas tan distantes entre sí.
El dirigente de Morena fue de los que no tardó en criticar ese anuncio por considerar que se trata de partidos situados en posiciones extremas y opuestas. Esto no debería verse desde una perspectiva tan simplista; baste remitirnos a la tendencia creciente en décadas recientes que ha mostrado un desplazamiento de la mayoría de las agrupaciones políticas hacia el centro, lo cual habla en todo caso de un pacto de centroizquierda y centroderecha. Además, López Obrador tendría que recordar que siendo presidente del PRD propuso, estimuló y concretó alianzas con el PAN en diferentes entidades federativas.
Lo que sí prevalece –y estos partidos tendrán que resolver– son los problemas hacia dentro de las distintas organizaciones políticas. Quienes están a favor de esta alianza tendrán que trabajar de manera intensa e inteligente para quitar los obstáculos que observan sus militantes más intransigentes y lograr con mayor plenitud esa unión.
Enrique Ochoa, quien encabeza el PRI, reaccionó de inmediato ante la noticia de Barrales y Anaya, y salió con el poco creíble argumento de que tal alianza ha surgido por la evidente desesperación de PRD y PAN ante los previsibles resultados de las elecciones del Estado de México que se celebrarán dentro de unos cuantos días. Pareciera que no se enteró de que los dirigentes de ambos partidos indicaron con claridad que la hipotética alianza sería para el 2018 y a nivel nacional.
Los demás partidos no hicieron mayores declaraciones, seguramente porque están sopesando la conveniencia de posibles pactos con unos y otros, conforme se aproximen los tiempos de los comicios presidenciales.
En todo caso, nadie debería demonizar las alianzas que desde hace muchos años se vienen pactando en México, como en el mundo entero, sobre todo cuando se considera que son indispensables para alcanzar fines de mayor trascendencia o bien para evitar males mayores. Así acaba de ocurrir en Francia, donde la mayoría de los partidos que contendieron en la primera vuelta electoral después se unieron en torno a Emmanuel Macron para impedir, en la segunda vuelta, el arribo a la presidencia de la extrema derecha abanderada por Marine Le Pen.
Así que se avecinan en México tiempos intensos en el ámbito político y una feroz competencia electoral que ya empezó, que ya está aquí entre nosotros y que concluirá cuando todas y todos emitamos nuestro voto. Ojalá que la gran mayoría lo otorguemos a quien garantice la estabilidad económica y política, la paz social y la prosperidad común.
De hecho, si existiera la fórmula de la segunda vuelta en nuestro país, éstas y otras alianzas serían incuestionables y altamente benéficas, a manera de un filtro que impida que se cuelen proyectos mesiánicos, autoritarios y populistas que, como se ha comprobado desde hace mucho tiempo en el mundo entero, llevan a la ruina a aquellos países donde se han logrado instaurar.
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