A-NOCHE

A-NOCHE

3 Nov.

 

Anoche fué un momento diferente a lo habitual.

Me llamó para confirmar que vendría. Reconozco que me causa una serie de emociones el saber que vendrá. Las pinceladas que le daba a las uñas de mis manos sufrieron de ligeros temblores, por la emoción de saber que pronto llegaría después de su llamada, la respiración se aceleró.

Llegó más temprano de lo que esperaba, tan guapo como siempre. 

Al escuchar el sonido del timbre sin previo aviso, mi rostro se iluminó con una sonrisa en mis labios. Me levanté presurosa para abrir, no sin antes echar un ojo al espejo para revisar mi aspecto, acomodé mi cabello con mis dedos sobre la oreja para mostrar mi rostro recién maquillado para él, resaltando mis labios rojos carmín como el sol al atardecer del día anterior y mis ojos enmarcados por pestañas negras como la obscuridad de la noche.  Al llegar a la puerta me asomé por la mirilla para corroborar que era él, mi ilusión actual, desde hace algunos meses.

Abrí la puerta y lo miré, me miró, me saludó, me dió un beso en los labios, se quitó los zapatos y entró preguntando cómo estoy.

Se lavó las manos como siempre cuando llega, su pulcritud me atrae y me brinda más confianza. Fumamos como casi siempre, en la verde terraza iluminada por pequeñas lucecitas colgantes, comenzamos una conversación por algunos minutos y enseguida entramos a la recámara y nos acomodamos en la cama para continuar. Yo no pude dejar de verle el rostro, sus gestos, y su mirada, escuchando palabra a palabra sus historias, pensamientos y emociones. A veces siento que es muy sincero, y a veces me surge la duda si alguien puede ser así de verdad. Dado que hace tiempo que no escucho de la voz de un hombre la sinceridad. En realidad no le doy mucha importancia a esas reflexiones, pues cuando estoy con él todo desaparece, sólo importamos nosotros y nada más. Los teléfonos los silenciamos por completo y nos enfocamos al momento, a nosotros. 

Lo escuché y de repente cambiamos el tema, interrumpí con algo por contarle, le conté cuando me he acordado de él. Hablamos de muchas cosas, de noticias, de la música que puso en el televisor, de sus amigos, de lo que le sucedió en la semana, de los problemas con su coche, de sus preocupaciones, hasta llegar a la situación de la guerra entre Rusia y Ucrania, y la economía actual en el país.

Cada vez que nos vemos escucho, afirmo, complemento algunas de sus frases cuando olvida algunas palabras, le pregunto cuando tengo duda de algo, me río de sus ocurrencias, de cómo me cuenta las cosas, a veces se levanta para simular algún movimiento que acompaña su descripción, y así, podría pasar toda la noche.

Reconozco que disfruto estando con él, me gusta mucho escuchar su pasión al contarme cuando entrena, cómo se enorgullece de él mismo porque lo respetan, porque es fuerte, porque ha sido un campeón. 

Pero me fascina cuando me habla del amor de su vida, de su hijo, de cuánto lo ama, de cómo se preocupa por él, de cómo lo educa, del ejemplo que le da, del gran papá que es.

Se levantó al baño, me quedé recostada en la cama, en cuanto salió se acostó junto a mí. Se me acercó y me abrazó, sus labios se juntaron con los míos, nuestras lenguas provocaron sensaciones en el cuerpo, y nuestras palpitaciones y respiraciones se aceleraron. Nos envolvimos en un cúmulo de sensaciones que nos mimetizaron el uno con el otro, nos despojamos de algunas prendas, nos quedamos en la piel, entró en mi cuerpo con todos los sentidos, y yo lo recibí sin soltarlo. 

Lo sentí conmigo, disfruté de su piel, su aroma, su respiración, sus labios, su cuerpo. Mis brazos lo rodearon y mis manos aprisionaron su espalda. Al llegar a ese momento todo desapareció, nuestros ojos se encontraron, se clavaron, se hablaron, se sedujeron, se entregaron. Nuestras voces se convirtieron en aire, en resoplidos al compás de nuestras caderas, de nuestro cuerpo. Lo sentí vivo, me sentí viva, me gustó lo que sentí, sonreí levemente e hice consciencia tratando de entender la realidad de lo que experimenté en ese instante. “Felicidad” es como lo nombré, me sentí feliz, plena, viva. Pero también pensé y no reconocí si eso es amor, pasión, deseo, cariño, calentura, o quizás todo a la vez. O quizás es solo una inmersión a un viaje que el universo en ese momento me regala. 

Las vibraciones de nuestros cuerpos se encontraron, se acompañaron, se entrelazaron, se unieron a través de su energía que entró a mi cuerpo y se mezcló con la mía subiendo por mi interior, se transformó, se complementó y se la entregué por mis labios a sus labios, por mi lengua húmeda que hidrató la suya, y él la recibió, entibiando su interior.

Sentí un nudo en el pecho que me aprisionó, que subió a mi garganta, y al mismo tiempo a mis ojos que se volvieron cristalinos. Mi mejilla se humedeció por agua salada que cayó en vertical desde el vértice interior de mis ojos. Y seguí estando consciente, tratando de entender lo que me estaba pasando, lo que estaba sintiendo, y reconocí mentalmente que me gusta, que quiero seguir sintiendo esto, que hacía tiempo que no sentía así, que nunca había sentido tanto, de esa manera. Reconocí que me siento deseada, natural, siendo quien soy, disfrutando con él, sintiendo, consciente, vulnerable, aceptando, observando, escuchando, entregándome y apropiándome de él. Lo ví disfrutando, lo sentí feliz, y cuando nuestros ojos se encontraron de nuevo, quise ver más allá, su alma, hasta dentro de su ser, para descubrirlo completamente y ver su vulnerabilidad, su realidad, sus emociones, su corazón.

 

Anoche fué.

 

#amor #pasión #deseo

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