TORTUGAS EN LOS POSTES

Estamos a unos días de las elecciones. Desde hace algunas semanas el tema está en cada mesa, en cada reunión. Ahí se suscitan conversaciones inteligentes y conversaciones estúpidas, en términos del filósofo contemporáneo, José Antonio Marina. Las primeras resultan estimulantes, divertidas, emocionantes, reflexivas, aclaran las ideas, socializan información, permiten tomar decisiones y hasta cambiar de opinión. Las segundas, en cambio, son pobres y miserables; se repiten lugares comunes, frases de compromiso, y al final se acaba diciendo lo mal que está el mundo, y que de los políticos mejor ni hablamos.

De los dos tipos de conversación he sido partícipe. Con las primeras me he entusiasmado. De las segundas he huido pronto.

Los niños y las niñas también opinan al respecto. Mi hijo un día llega de la escuela y me cuenta un chiste acerca de un candidato o candidata; otro día me dice que los de su salón le van al partido de tal color; y otro día me pregunta cuál es el candidato de tal partido.

Estos niños/niñas son una generación que está viviendo y nadando en temas políticos a una edad más temprana. Sin duda, esta es una buena noticia.

La gente adulta, por su parte, manifiesta diferentes niveles de participación. Unos organizando y preparándose para la realización de las votaciones: capacitándose como funcionarios de casillas, anotándose como observadores, desvelándose contando las boletas y vigilando la recepción de los materiales a utilizarse el día de la votación… y otros fomentando la participación ciudadana. Unos exigiendo la democratización de los medios y otros enviando comunicados por la Red que promueven la reflexión hacia esta jornada.

Uno de estos relatos que me llegó por la Red, se llama “La tortuga en el poste”. Dice así: Un joven está paseando por la plaza de un pueblo y decide tomar un descanso. Se sienta en un banco… al lado hay un señor de más edad y, naturalmente, comienzan a conversar sobre el país, el gobierno y sus gobernantes. El señor le dice al joven: “¿Sabe?, los legisladores, síndicos, presidentes municipales y hasta el gobernador, son como una tortuga en un poste”.

Después de un breve lapso, el joven responde: “No comprendo bien la analogía... ¿Qué significa eso, señor?” Entonces, el señor le explica: “Si vas caminando por el campo y ves una tortuga arriba de un poste de alambrado haciendo equilibrio ¿qué se te ocurre?”

Viendo la cara de incomprensión del joven, continúa con su explicación: “Primero: No entenderás cómo llegó ahí. Segundo: No podrás creer que esté ahí. Tercero: Sabrás que no pudo haber subido solita ahí. Cuarto: Estarás seguro que no debería estar ahí. Quinto: Serás consciente que no va a hacer nada útil mientras esté ahí. Entonces lo único sensato sería ayudarla a bajar”.

A algunas de estas “tortugas” ya  podemos verlas en los postes, sonrientes en sus respectivos pendones. Por cierto, desde que veo sus fotografías me he preguntado: ¿de qué se ríen?, ¿por qué ríen tanto en un país con serios problemas y poca credibilidad hacia los políticos? Un conocido mío dijo que de nosotros. Puede ser.

Este primero de julio tenemos la oportunidad de bajar de los postes a los que se han reído de nosotros y a las "tortugas", a través de nuestro voto libre y secreto. Este domingo salgamos a votar.

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