SOMOS LO QUE AMAMOS

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Antes de iniciar recalco que al hablar DE Amor, no significa “enamoramiento”. Me refiero al acto de amar incondicionalmente a todo aquello que nos rodea. ¿Cuál es la diferencia? Te amo porque existes. Me enamoro de ti porque llenas mis necesidades físicas, mentales, emocionales y espirituales.

Cuando amamos a una persona, objeto e incluso emoción, en cuestión de tiempo la energía del objeto de amor se mezcla con la nuestra; nos transformamos porque una parte nuestra se convierte en aquello que amamos. Es un concepto sencillo pero, a su vez, complejo para digerir; por ello, te lo platico desde otra tangente: cuando estamos en contacto constante con alguien de nuestro aprecio, adoptamos parte de su comportamiento. En efecto, una parte nuestra se convierte en esa persona, de pronto hablamos, caminamos y nos reímos como ella y hasta comemos lo que a ella le gusta.


Es curioso, pero inconscientemente nos convertimos en lo que amamos. Y si en vez de una persona es alguna emoción u objeto, pasa lo mismo pero se manifiesta diferente. Simplemente pensamos desde el objeto o la emoción.
La mala noticia: resulta que amamos a todas las personas, cosas y emociones en las cuales nos enfocamos. O sea, podemos amar cualquier cosa, positiva, negativa o ambas, sabiendo que nuestro amor es dirigido hacia aquello que tiene nuestra atención y enfoque.
Muchos piensan “Yo no amo lo negativo,” a lo que respondo: Conscientemente, seguro que no, pero te enfocas en lo negativo. El enfoque es lo que desarrolla el afecto, aunque esto no sea tu propósito. Es simplemente donde está tu mente y a donde diriges tu emoción.

Entonces, aquí tenemos una buena y una mala, porque al igual que elegimos nuestra percepción, elegimos también nuestro punto de enfoque. El problema es que existe una alta probabilidad de que nos estemos enfocando en aquello que nos causa más daños que bendiciones y milagros. O sea, nos enfocamos en los efectos de las cosas, personas y procesos dañinos que nos causan dolor y, eventualmente, sufrimiento. (Y una aclaración: cuando digo “dolor” me refiero a todo aquello que tiene secuela negativa en nuestro entorno inmediato, interno o externo).

Siendo redundante, repito lo anterior, nuestra condición del enfoque es igual a la condición de amar: me enfoco, entonces amo y me transformo en ello. Esta fuerte, ¿verdad? MUY fuerte. 

Todos pasamos por procesos de dolor. Ya sea por enfermedad, pérdida de alguien o algo, decepción, depresión o cualquier otra razón. Todos sin importar género, religión, edad, situación socioeconómico o cultural, estamos expuestos a sentir dolor. La diferencia entre todos es el tiempo que elegimos invertir en el proceso de curación o más bien, de sanación. Prefiero utilizar la palabra “Sanación por su definición: La Real Academia Española define sanación comoCuración por medio de prácticas esotéricas o de terapias alternativas.” Siendo que lo esotérico es considerado, por la media (y por la misma academia), como algo oculto, reservado y de difícil acceso para la mente. Creo que es el término más apropiado, pues para realmente sanar con la mente, no necesariamente tenemos que entender el proceso (a veces no podemos entenderlo).

Es precisamente la falta de entendimiento lo que hace que enfoquemos nuestra atención en el dolor, haciéndonos presos de él. A veces hasta permitimos que algo que ni siquiera causa dolor físico sea el objeto de nuestro enfoque, simplemente porque un análisis cuyo resultado es una prognosis (o sea, una predicción), alude a la existencia de una u otra cosa en nuestro entrono externo o interno. Basándonos en esa prognosis nos enfocamos en el dolor que ni siquiera ha llegado, simplemente porque alguien o algo nos dice que eso está en camino.Nos volvemos amantes de aquello que no existe, nos convertimos en ello y así, lo creamos.
Es como la persona a quien su amigo le dice que vio a su pareja con otra persona... El “engañado” se enfurece y se entrega a su furia, celos, tristeza, ira, auto insuficiencia, autodesconfianza, complejo de inferioridad y su enfoque le puede encausar crear una verdadera tragedia. Se le olvida que su pareja tiene una hermana gemela... Nos reímos, pero pasa, sea con maridos, esposas o enfermedades.

Sólo tenemos que cuestionar nuestro punto de enfoque porque hoy sabemos: Primero nos enfocamos en ello, luego lo amamos y finalmente, nos convertimos en ello... porque somos lo que amamos.

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