¿SOMOS COMPETENTES PARA LA VIDA?

“Lo importante no es ganar, sino competir”, es una expresión que fue muy difundida en nuestro país durante las décadas de los 70 y 80, ya obsoleta, por cierto, ante los desafíos de nuestro tiempo.  Hoy la expresión debería ser “Lo importante es ser competente para vivir”. Pero esto, ¿qué significa?

La palabra competencia no es nueva, la Real Academia de la Lengua la define como  “pericia, aptitud, idoneidad para hacer algo o intervenir en un asunto determinado”.

En el campo laboral y educativo este término ha sido interpretado de múltiples formas. Para las empresas una persona competente es aquélla que posee ciertas características que la hacen idónea para ocupar un puesto de trabajo, de tal forma que se garantice, no sólo el cumplimiento de los objetivos, sino que esto se haga con altos niveles de calidad y eficiencia. En el ámbito educativo La expresión “competencias para la vida” se interpreta como la inserción en la currícula de competencias que serán útiles a lo largo de la vida del alumno y le darán la posibilidad de ser autodidacta de manera permanente; pero también se refieren a la capacidad para sobrevivir, cubrir sus necesidades básicas y desenvolverse exitosamente en situaciones y contextos diversos.

Por su parte, la Unión Europea define a las competencias como “la capacidad de poner en marcha de manera integrada aquellos conocimientos adquiridos y rasgos de personalidad que permiten resolver situaciones diversas. Incluyen tanto los saberes o conocimientos teóricos como las habilidades o conocimientos prácticos o aplicativos y también las actitudes o compromisos personales”. (http://catedu.es/compclave/03_Concepto_competencia.pdf)

Esto parece relativamente fácil de entender, sin embargo, al aplicarlo a nuestra vida cotidiana, ¿cómo podemos comprobar que somos competentes? y más aún, ¿para qué debemos serlo?

Para responder a  la primera pregunta,  es útil conocer cómo se clasifican las competencias y ahí nos encontramos con un sinnúmero de criterios, por lo que me refiero al de Spencer y Spencer, dado a conocer  desde 1993, ya que se apega a la intención de desarrollar competencias para vivir:

La primera es la motivación que representa la fuerza interna que nos lleva a intentar, a emprender a luchar; en pocas palabras, a sentirnos vivos día a día.

La segunda habla de las características físicas y respuestas consistentes a situaciones específicas que garantizan el que seamos eficientes para determinadas tareas y responsabilidades, por ejemplo, la pericia para fabricar una vacuna, o en casa, la habilidad para comunicarnos eficazmente con nuestros hijos… lo cual resulta en una competencia de gran relevancia.

La tercera competencia es esencial porque se refiere al autoconcepto; que es la imagen que tenemos de nosotros mismos, la autoconfianza y la conciencia sobre los valores, virtudes y actitudes que guían la toma de decisiones a lo largo de nuestra existencia.

La cuarta competencia tiene que ver con la información que una persona posee sobre áreas específicas y que por supuesto es muy útil en el campo laboral, pero que también en la vida diaria es fundamental, desde saber administrar el ingreso familiar, hasta la posibilidad de movernos con facilidad en el mundo tecnológico que hoy nos envuelve.

Por último, la quinta competencia nos habla de las habilidades que se relacionan directamente con la posibilidad de cumplir eficientemente con la tarea, esto es, por ejemplo, no sólo saber conducir un vehículo, sino hacerlo con apego al reglamento de tránsito, provocando el mínimo desgaste a sus partes, aplicando las técnicas requeridas para el máximo aprovechamiento de la gasolina y adaptándose a la problemática del tráfico evitando una colisión.

Creo que la respuesta a la segunda pregunta es clara: debemos ser competentes no sólo para sobrevivir sino para tener un plan de vida, una ruta de acción, una meta; para movernos exitosamente en la vida familiar y en el ámbito social y laboral; o simplemente, para vivir intensamente y vivir mejor.

 

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