"¡SEAMOS COMO LATIFF!”

La leyenda que compartiré a continuación lleva la firme  intención de recordar que, lo que verdaderamente vale la pena en cada ser humano es y será siempre su esencia y calidad humana, ¿De qué servirá vivir a plenitud material?, si de lo que adolecemos es de humildad y dignidad, es muy triste mirar a nuestro alrededor y descubrir infinidad de personas que viven vacías en muchos aspectos de su vida (social, emocional, espiritual, profesional y personalmente),  es invito a reflexionar como cada semana con esta hermosa y sencilla enseñanza…

…Latiff era el mendigo más pobre de una aldea.  Cada noche dormía en el zaguán de una casa distinta, frente a la plaza del pueblo.  Diario  tenía un breve descanso bajo un árbol distinto, con mano extendida y perdido en sus pensamientos. Cada noche comía de las limosnas o las migajas que alguna persona caritativa le traía.  Sin embargo, a pesar de su aspecto y la manera en que pasaba sus días, Latiff era considerado por todos como el hombre más sabio del pueblo, no tanto por su inteligencia, sino por lo que había vivido.

Una soleada mañana el rey apareció en la plaza, rodeado por sus guardias, caminando entre los frutos sin buscar nada en especial.  Riendo ante los mercaderes y compradores, el rey y su séquito tropezaron con Latiff, quien dormitaba a la sombra de un roble.  Alguien le dijo al rey que estaba frente al más pobre de sus súbditos, pero también ante uno de los hombres más respetados debido a su conocimiento. El rey, divertido, se acercó al mendigo y le dijo: “Si puedes contestar mi pregunta, te daré esta moneda de oro”.  Latiff la miró y casi con desprecio le contestó: “Usted puede quedarse con su moneda, ¿qué haría con ella de todas maneras?  ¿Cuál es su pregunta?” El rey se sintió desafiado por la respuesta y en vez de una pregunta banal, le hizo una que le estaba molestando por días y que no podía resolver; un problema de bienes y recursos que los analistas no habían podido solucionarle.  La respuesta de Latiff fue sabia y creativa.  El rey se sorprendió; dejó la moneda a los pies del mendigo y continuó con su camino al mercado, reflexionando sobre lo ocurrido.

Al día siguiente regresó directamente a donde descansaba Latiff; esta vez bajo un olivo.  Otra vez el rey le planteó una pregunta y nuevamente Latiff la contestó rápida y sabiamente.  El rey volvió a sorprenderse ante tanta inteligencia.  En un acto de humildad, se sacó sus sandalias y se sentó enfrente de Latiff. Exclamando: “Latiff, te necesito”,  “Estoy abrumado por las decisiones que un rey tiene que tomar.  No quiero lastimar a mi pueblo y tampoco quiero ser un rey malo.  Te pido que vengas al palacio y seas mi consejero.  No temas; te prometo que serás respetado y que podrás irte cuando quieras… por favor”.

Ya sea por compasión, por servir o por la sorpresa, Latiff, tras pensarlo un poco, aceptó la propuesta del rey.  Esa misma noche Latiff llegó al palacio donde inmediatamente le asignaron un lujoso cuarto.  El cuarto estaba cerca al del rey y tenía una tina llena de esencias y agua tibia esperándole. Durante las siguientes semanas las consultas con el rey se tornaron habituales.  Cada día en la mañana y en la tarde, el monarca consultaba a su nuevo consejero sobre problemas de su reino, de su propia vida o de sus dudas espirituales. Latiff siempre contestaba con claridad y precisión y se convirtió en el vocero favorito del rey.  Tres meses tras su arribo, no había decisión que el monarca tomase sin consultar primero a su apreciado consejero.  Obviamente esto desató el celo del resto de los consejeros.  Veían en el mendigo una amenaza a su propia influencia. Un día, todos los consejeros pidieron una audiencia privada con el rey.  Muy cautelosos y con gravedad le dijeron: “Su amigo Latiff está conspirando para destronarlo a Ud.”  El rey dijo: “No puedo creerlo”. “Puede confirmarlo con sus propios ojos”, le dijeron.  “Cada tarde, como a las cinco, Latiff se escabulle del palacio hacia el ala izquierda y entra en un cuarto oscuro.  Se reúne con alguien en secreto, aunque no sabemos con quién.  Le hemos preguntado dónde va todas esas tardes pero nos da respuestas evasivas.  Su actitud nos alertó con respecto a la conspiración”. El rey se sintió defraudado y lastimado.  Tenía que confirmar este informe.  Esa tarde como a las cinco, esperó a Latiff bajo las escaleras.  Vio a Latiff llegar a la puerta y mirar a su alrededor, con una llave colgando de su cuello.  Abrió la puerta de Madera y se escabulló secretamente en la habitación.  “¿Lo vio?” los otros consejeros le gritaron.  “¿Lo vio?” Seguido por su guardia personal, el monarca tocó a la puerta.  “¿Quién es?” preguntó Latiff desde dentro.  “Soy el rey”, contestó, “ábreme la puerta”. Latiff abrió la puerta.  No había nadie dentro, excepto Latiff.  No había otras puertas o ventanas, no había accesos secretos o muebles en que alguien pudiese ocultarse. Dentro de la habitación solo había una plato desgastado de madera; en una esquina, un bastón y en el centro del cuarto, una túnica raída colgando de un gancho en el techo.  “¿Estás conspirando contra mí, Latiff?” preguntó el rey. “¿Cómo podría, su Majestad?” contestó Latiff.  “De ninguna manera.  ¿Por qué lo haría?  Hace tan solo seis meses, cuando llegué, lo único que tenía era esta túnica, este plato y este bastón.  Ahora me siento tan cómodo en la ropa que visto y con la cama en que duermo, me siento tan honrado por el respeto que me brinda y tan fascinado por el poder que me ha concedido… de estar cerca de Ud… que cada día vengo aquí para tocar esta vieja túnica para asegurarme, para que recuerde… QUIÉN SOY Y DE DÓNDE VENGO.

Hoy te invito nuevamente a hacer un ejercicio de introspección, cuestionándote sobre ¿qué tanto me he olvidado de mi esencia, mis creencias, proyectos, costumbres, tradiciones, preferencias?, ¿qué tanto he dejado de ser YO?, para convertirme en “LOS DEMÁS” a partir de lo que quiero aparentar o lo que quiero ser a partir del OTRO, por temor al qué dirán o cómo me perciben, eso es lo que debemos modificar, ¿Qué quiero ser y como lo voy a lograr? Y lo mejor “JAMÁS LO VOY A OLVIDAR”, eso segura estoy, te permitirá encontrarle un verdadero sentido a cada acción en tu vida.

Hoy cito: Romanos 12:16-17

“vivan en armonía unos con otros. No busquen grandezas, pónganse a la altura de los más humildes. No se tengan por sabios. A nadie devuelvan mal por mal, procuran hacer el bien delante de todos los hombres.”

Dios les colme de hermosos momentos de sencillez y esencia desde el fondo de su corazón.

Hasta el próximo martes.

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Comentarios

  • ASÌ ES ARA, SER CONGRUENTES CON LO PENSAMOS, SENTIMOS, DECIMOS Y HACEMOS, GRACIAS POR RECORDÀRMELO!!!

  • Muchas Gracias por esta hermosas anecdotas o historias, que de verdad me llegan y me hacer reflexionar del temas y que es verdad, tenemos que ser quienes somos y no lo que los demas quieren que seamos. Gracias.

  • Es muy bello tu mensaje Aracely, y es cierto, muchas veces queremos aparentar algo que no somos, nos llenamos de máscaras, y cuando nos damos cuenta ya no sabemos cómo somos en realidad, por el temor a la crítica, y por quedar bien con los demás. Tenemos que pensar en nosotras, en ser auténticas. Dios te bendiga. Un fuerte abrazo. 

  • Araceli, te agradezco infinitamente el tiempo que nos dedicas, cada vez es muy relajante leerte, y ahora, esta cita, me obliga a pensar, realmente he sido  congruente conmigo, no he olvidado de dònde vengo? Gracias Araceli, un abrazo con cariño.

  • Gracias Aracely por esta bonita reflexión. Y si la verdad es lo que debemos recordar Siempre que nunca nos olvidemos de Nuestras Raices y ser Humildes de Corazón. Te envío un fuerte abrazo. Que Dios Te Bendiga Siempre.

  • Gracias Aracely, qué linda y edificante publicación pero sobretodo por tus afanes y deseos semanales. Ten hermosos días.

  • Grfacias Aracely, qué linda y edificante publicación pero sobretodo por tus afanes y deseos semanales. Ten un hermosos días

  • Gracias por compartir cosas tan hermosas un saludo.

  • Gracias Aracely por tu publicación. Buen día te mando un fuérte abrazo.

  • Gracias Araceli,

    Que Dios te siga bendiciendo.

    Ale

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