PROBLEMAS... ¡FUERA DE MI VIDA!

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Imagina que un extraño toca a la puerta de tu casa y dice: “vengo a hacerle entrega de este baúl lleno de dificultades. Dentro de él encontrará problemas de salud, problemas financieros, problemas amorosos y otros problemas más”. ¿Qué harías? Sin duda, le dirías con firmeza: “¡le ordeno que se vaya inmediatamente!”. Esta escena, aunque parezca fantasía, no lo es. En la vida real cuando los problemas tocan la puerta de tu casa estas capacitado para alejarlos. No obstante, muchas veces le abres la puerta y los dejas entrar. Es hora que le digas a tus problemas: “!Se largan de aquí!”.

Cuando surge una gran dificultad, generalmente recurrimos a Dios para resolverla. “Diosito ayúdame a encontrar trabajo”, “Diosito quítame esta depresión”, “Diosito dame la fuerza para dejar este vicio de alcohol”. Está muy bien pedirle a Dios que nos ayude. Sin embargo, además de hablarle a Dios de nuestras dificultades, ¡hay que hablarle directamente a esos problemas!

Cuando ordenas algo con fe, te conectas con una fuerza de energía sobrenatural que materializa tu petición.

Si enfrentas una situación difícil, sea una enfermedad, aprieto financiero o problema familiar tienes que hablarle y exigirle con convicción que se retire. Por ejemplo, en vez de quejarte todo el día sobre el dolor de espalda que tienes, háblale directamente a la molestia: “te ordeno que te alejes de mi cuerpo”.

En vez de decirle a todo el mundo que estás desesperada porque no encuentras trabajo, háblale a la falta de oportunidades y diles: “les ordeno que se aparten de mi vida”. Y si en tu casa reinan las peleas, en vez desahogarte con una amiga, mejor dirígete a la discordia y dile: “te ordeno que te alejes de este hogar”. En otras palabras, en vez de hablar de tus problemas, ¡háblale a tus problemas!

Una orden pronunciada con certeza crea una fuerza en el mundo astral capaz de eliminar cualquier mal. De ahora en adelante cuando en tu vida toque a la puerta el miedo, la inseguridad, la carencia o el sufrimiento, en vez de darle la bienvenida, dile con convicción: “te ordeno que te largues de aquí”.

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