POR UN MUNDO MEJOR PARA TODAS

 

En toda la historia de los documentos emitidos por los pontífices de la iglesia Católica, desde la encíclica Rerum novarum de León XIII hasta nuestros tiempos, no se había registrado una crítica tan contundente contra el capitalismo como en los textos que ha dado a conocer el papa Francisco, posición que reiteró en su reciente gira por América Latina.

Ya en su exhortación apostólica Evangelii gaudium, dada a conocer en el 2013, atacaba a ese sistema económico y financiero basado en la desigualdad. Ahí sentenció: “Hoy tenemos que decir ‘no a una economía de la exclusión y la inequidad’. Esa economía mata”.

En otras palabras, si bien en los diversos papados se generaron documentos que cuestionaban el excesivo afán de lucro, ahora el papa Francisco sienta un precedente, con toda valentía y lucidez, al cuestionar al propio modelo capitalista. Basta detenernos en un párrafo más de su exhortación apostólica: “Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales”.

Se trata de avanzar hacia un mundo mejor, donde no exista la lacerante pobreza en que se encuentran millones de seres humanos dentro de la llamada globalidad.

La reflexión de fondo, entiendo, cuestiona a un sistema de irreversible concentración de la riqueza que hace más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, además de propiciar la desigualdad y ser excluyente, pues, como sabemos, no cualquiera puede ser próspero, por más que trabaje y se esfuerce, si no parte de un gran capital previo que lo sustente. Casi es imposible competir legítimamente y menos todavía con una igualdad de oportunidades.

Son, entonces, los dueños del dinero quienes se imponen y llegan a esclavizar u ofrecer empleos poco remunerativos o insuficientes a las grandes mayorías, de tal manera que el desempleo, la marginación social y la pobreza aumentan de manera preocupante. Es evidente que tal sistema conlleva a su vez injusticia, frustración, violencia, inseguridad e inestabilidad social.

El papa Francisco asume una posición de mayor compromiso que no solamente debemos aplaudir, sino apoyar en función de un cambio pacífico que sensibilice a los países más poderosos frente a otros de menor desarrollo, y en general respecto a las empresas y los empresarios que concentran en mayor grado la riqueza.

Su defensa por los que no tienen voz ni una vida digna ya le acarreó en su momento duras críticas de grupos ultraconservadores como el Tea Party enquistado en el Partido Republicano de Estados Unidos, en el que vocifera Sarah Palin. Asimismo, ha sido objeto de airados reproches emitidos en medios de comunicación de ese mismo signo, que llegaron a proferir la ridícula calumnia de que “Marx está inspirando al papa”. Una satanización improcedente que no debería prosperar.

Si ya entonces el papa Francisco tenía posiciones que podrían calificarse como progresistas o con sensibilidad social, ahora que dio a conocer su carta encíclica Laudato si’ ha corroborado que tiene ideas considerablemente más avanzadas que sus antecesores, posiciones mucho más cercanas a la realidad.

En esta encíclica, que se dio a conocer en junio, y que lleva el significativo subtítulo Sobre el cuidado de la casa común, hace una reflexión sobre la responsabilidad del ser humano en el deterioro ambiental y lanza un llamado para entender al planeta de manera integral. Critica el consumismo, el desarrollo irresponsable y la subordinación de la política a la economía. En los siguientes párrafos, tomados de diferentes páginas de la encíclica, eso queda más que claro:

“Conocemos bien la imposibilidad de sostener el actual nivel de consumo de los países más desarrollados y de los sectores más ricos de las sociedades, donde el hábito de gastar y tirar alcanza niveles inauditos. Ya se han rebasado ciertos límites máximos de explotación del planeta, sin que hayamos resuelto el problema de la pobreza”.

“La política no debe someterse a la economía y ésta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia”.

“No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socioambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza”.

Vale la pena leer el documento completo al margen de que se profese o no la religión católica. Ahí es posible corroborar que Jorge Mario Bergoglio de ninguna manera es un marxista infiltrado en la iglesia, como acusan sus detractores, y sí es, por el contrario, un hombre que se ha propuesto reflexionar acerca de la humanidad de nuestros días a partir de las enseñanzas del Evangelio.

En todo caso, las críticas de los más conservadores en contra del papa Francisco no son sino andanadas hostiles y alarmistas sin fundamentos en torno a quien, en realidad, aboga por un sistema que mejore el mundo y llegue a operar favor de los que menos tienen.

 

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