¿POR QUÉ HUYEN LOS HOMBRES DE LAS RELACIONES ROMÁNTICAS?


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por, Dr. C.J. Correa Bernier, Terapeuta Familiar y Matrimonial

¿Se ha preguntado alguna vez por qué muchos hombres tienden a huir de las relaciones significativas? ¿Por qué tienden a huir durante el mejor momento de la relación? Mientras crecía, se me condicionó a cortejar a las mujeres partiendo de la premisa del valor que la relación tenía para mí, con la esperanza de que la chica tuviera a bien considerarme como el hombre ideal para ella, aceptándome como su novio y pareja. La regla de oro no era negociable: “las damas primero”. Demás está decir que en muchísimas ocasiones este tipo de aproximación al romance provoca más daños que beneficios. En el caso del hombre, él siente no tener otra opción sino es la de concentrarse en el bienestar de una persona que él apenas conoce o por quien él apenas siente algún tipo de emoción concreta. Pero, ¿acaso no es eso lo que se supone suceda cuando nos enamoramos? Usualmente, los hombres tendemos a ser un poco más “agresivos” que las mujeres durante el proceso del cortejo, pues se nos ha enseñado que se supone seamos nosotros quienes, como buenos cazadores, atrapemos la mujer que nos interesa.

¿Y qué sucede después que el hombre logra su conquista? Usualmente nota no sentir el tipo de “amor” que se supone sintiera por la persona a quien dedicó horas, días, semanas o meses para cortejar. Esta es una de las razones por la cuales, después del cortejo, los hombres tienden a distanciarse emocionalmente de su nueva pareja sin nunca ofrecer una explicación que justifique lo injustificable (llevando a muchos y muchas a concluir que sólo era un Don Juan o un mujeriego). Si la nueva relación no sobrevive más allá del cortejo, el hombre tenderá a identificar su próxima candidata y volverá a transitar a través del mismo tipo de proceso, el cual repetirá hasta tanto él se encuentre frente a la persona con quien decida casarse. En realidad, la mayor parte de los hombres son incapaces de especificar cuantas veces han pasado a través de la dinámica de acercarse antes de distanciase de una mujer. Sólo saben que, después de completar el ciclo, terminan sintiéndose mal, tratando de explicarse a sí mismos la razón por la cual no lograron concretar el tipo de relación que entendían como una “buena relación”.

A la medida que el hombre comienza a trabajar en los asuntos no resueltos de su niñez, al igual que en sus tendencias relacionales, en ocasiones también logra lo que muchos han definido como una epifanía, al entender que lo que siempre buscaron en una mujer eravalidación; el tipo de validación que ayude, sustancialmente hablando, con el estado de su auto estima y auto valor.

La mayor parte de los hombres parecen no estar de acuerdo, por lo menos inicialmente, con este tipo de análisis. Sin embargo, a la medida que el tiempo va pasando, estos hombres comienzan a visualizar como el estado de sus relaciones los definen, ya sea como hombre, como parte de una relación romántica, o como ambos. La verdad es que la mayor parte de nosotros los hombres crecemos siendo parte de una serie de ciclos y tendencias que promueven la codependencia, lo que a su vez nos lleva a concluir que será a través del amor y dedicación por parte de otra persona lo que finalmente nos llevará a aceptarnos a nosotros mismos hasta lograr vivir, finalmente, una vida en paz y tranquilidad, parte esencial de la felicidad masculina que todo hombre desea.

¿Le resulta familiar? ¿Es, o ha conocido usted a un hombre con tendencias similares a las aquí descritas? ¿Es usted una de las mujeres que está enamorada de un “hombreescurridizo”?

No sé cómo o por qué, pero el universo tiende a proveernos con esos momentos cuando nuestras realidades son expuestas ante nuestros propios ojos, ofreciéndonos así la oportunidad de auto-examinarnos y de reflexionar acerca de quienes somos y acerca de como actuamos al momento de ser parte de una relación románticamente significativa.

Hace poco, estuve hablando con una persona a quien, por razones de nuestra trayectoria relacional, no existía la necesidad de perseguir o convencer. Ella sabe muy bien quien verdaderamente soy. Ella es una persona con quien me llevo muy bien. Ella dice contar y tener la capacidad e interés de amarme, a pesar de estar muy consciente de casi todas mis inseguridades. Ella parece ser alguien que está dispuesta a correrse el riesgo de iniciar, junto a mí, una relación romántica. Maravilloso, ¿no? ¿Por qué entonces me aterroriza tanto pensar en las posibilidades de establecer una relación estable con ella? Las palabras de admiración dirigidas a mí; y el saber que esta hermosa mujer me ve como el hombre “ideal para ella”, me hicieron regresar al lugar emocional desde donde inicié mi existencia como un niño y donde aprendí a seleccionar mis compañeras de vida. Al estar de regreso en ese lugar, noté de inmediato el tipo de tendencias que me han definido como hombre durante toda mi vida: reaccionar, no ha base de lo que escucho sino a base de las deficiencias que siempre he creído traer conmigo en las áreas de mi auto-estima y auto-valor.

Como todo un caballero, terminé aceptando las expresiones y palabras dichas como un elegante cumplido, mientras pensaba que mi querida amiga mentía, exageraba o sólo decía lo que pensaba yo quería escuchar. De acuerdo a mí, yo no era merecedor de tanta admiración.

Al compararme con otros hombres, noto no estar solo en la manera como tiendo reaccionar y procesar el contenido de conversaciones e intercambios como el que tuve con mi querida amiga. Muchos hombres antes que yo, han hecho exactamente lo mismo: escuchar con intensiones de responder y no con las de entender lo que la otra persona está diciendo. ¿Cómo no salir corriendo si creemos que nos están mintiendo, o que están diciendo lo que les conviene decir? Esta no es una realidad en todos los hombres que huyen de las relaciones románticas, pero sí es una característica muy común en la mayor parte de los hombres, especialmente a la hora de procesar información.

Lo más retante de cualquier tipo de relación romántica, independientemente de la etapa de desarrollo en la cual se encuentre, es que toda relación significativa siempre está compuesta por dos personas, quienes de manera activa o pasiva, se dedican a contribuir a las dinámicas emocionales que definen la relación.

Aun cuando ambos miembros de la pareja creen contar con la habilidad de poder compartir sus emociones de manera abierta y honesta, los hombres seguimos viviendo con la idea silenciosa e irrealista de que deberíamos ser nosotros quienes estén a cargo de la vida y dirección de la relación. Pero, ¿cómo poder ser líderes románticos si apenas sabemos a dónde se supone vayamos en nuestra relación? Es precisamente ese tipo de duda masculina la que lleva a muchos hombres a sentirse como si fueran rehenes de sus conflictos internos o como si estuvieran perdidos en su propias relaciones. Son los conflictos internos los que llevan a muchos hombres a desaparecer cuando, por una razón u otra, sienten o concluyen que su relación significativa se está moviendo hacia niveles relacionales definidos por una intimidad mucho más cercana y concreta de lo que ellos imaginaban. La intimidad emocional tiende a incomodar a la mayor parte de los hombres, no porque no la apreciemos, sino porque no la entendemos, y por lo tanto, no podemos explicarla, lo cual a su vez nos hace sentir que no estamos en control de una situación que nos afecta directamente.

El trabajo interno emocional tiende a ser un proceso muy desordenado y doloroso. Por ejemplo, yo suelo decirle a mis clientes que “al inicio del proceso terapéutico, ellos y ellas tenderán a sentirse peor antes de sentirse mejor”. En el mundo de los intercambios emocionales, los hombres tendemos a sentirnos más incómodos que las mujeres. Esta incomodidad, no surge del significado que la relación pueda tener, o no tener, para nosotros. Nuestras incomodidades emocionales surgen, en la mayor parte de los casos, como resultado de los asuntos inconclusos de nuestra infancia o trayectoria masculina. Sin embargo, no son los niveles de las incomodidades emocionales las que nos llevan a decidir si permanecemos o desaparecemos de una relación significativa, sino el reto de tener que reflexionar acerca de quienes somos y acerca de cuál es nuestro rol en una relación romántica.

Para un hombre, el tratar de contestar una preguntar acercar de “quién soy y cuál es mi rol”, tenderá a producir una respuesta consistentemente lineal: “soy hombre y mi rol es uno masculino”. No así en una relación con una mujer, pues en las respuestas acerca de quien soy y cual es mi rol, las dimensiones del argumento necesitarán ser expandidas, para que el hombre sienta que su respuesta lleva consigo peso y validez. Tememos que para una mujer el que yo sea “el hombre” ya no es un argumento de suficiente valor, pues la mujer moderna ha demostrado ser capaz de cuidar de sí misma sin la protección que, tradicionalmente, se entendía podía ser sólo provista por un hombre. De igual manera, el rol “masculino” parece haber quedado un tanto rezagado como un asunto esencial en los aspectos de la realización femenina, pues la mujer moderna cuenta hoy con otras opciones, a través de las cuales puede llegar a satisfacer lo que por generaciones se entendía podía ser sólo satisfecho en compañía de un hombre, como por ejemplo, ser madre. ¿Con qué nos quedamos los hombres? Con los temores e inseguridades de ya no ser totalmente imprescindibles como lo fueron una vez nuestros antepasados. Por esta razón, a la medida que a relación se mueve en dirección de una intimidad emocional más definida, el hombre moderno, sintiéndose un tanto inadecuado, tiende a salir corriendo para dedicarse a lo que su ADN masculino ha preservado como producto legendario de lo que un día significó ser un “verdadero hombre”: funcionar a través de la vida como un “colibrí emocional”, tratando de disfrutar del néctar de la mayor cantidad de flores posible, pero, sin la necesidad o urgencia, de expresar o aceptar un compromiso relacional de manera categórica, preservando así nuestra auto-estima y auto-valor como hombres (estoicos).

Muchas personas, no sólo hombres, presentan deficiencias significativas en las áreas de auto-estima y auto-valor. En muchas ocasiones, estás deficiencias son representativas de heridas emocionales profundas en personas que también tienden a pensar que no son lo “suficientemente competentes, atractivas o inteligentes”. ¿Por qué hablar de este tema? Porque al hablar de sus relaciones, la mayor parte de las personas tienden a enfocarse en lo que ven y piensan de la otra persona, sin nunca considerar los conflictos internos que puedan estar afectándolos. Para muchos, es más fácil salir corriendo de una relación que investigar y trabajar en las razones por las cuales su relación no está siendo una experiencia satisfactoria para ellos.

A través de los años he llegado a la conclusión que es sólo a través de las relaciones románticas que logramos trabajar o confrontar las heridas que afectan la manera como nos relacionamos con el amor y el compromiso. Aunque no lo aceptemos, antes que podamos abrirnos y exponer nuestra vulnerabilidad y sentimientos de inadecuacidad, los hombres necesitamos sentirnos seguros al lado de una mujer. Cuando el hombre entiende que ha sido aceptado tal y como es, él también tenderá a relajarse y a exponer, con más confianza, no sólo lo que siente, sino también lo que quiere y necesita. Sin embargo, no sólo somos nosotros los hombres lo que deberemos de trabajar en el desarrollo de nuestra salud emocional sino también las mujeres, pues sólo así podremos caminar juntos como parte de un estado emocional en el cual logremos sentirnos verdaderamente amados y aceptados por nuestra pareja. Al trabajar en la estabilidad emocional de la relación, ambos miembros de la pareja se verán emocional y existencialmente beneficiados.

Los conflictos internos son una de las razones por la cuales muchos hombres se distancian de las relaciones románticas. Una vez la pareja logra entender como pueden ayudarse mutuamente, también lograrán sentirse más seguros de sí mismos y del futuro de la relación. El sentido de estabilidad ayudará a ambos miembros de la pareja a reintegrarse en las dinámicas relaciones que corresponden a una relación saludable en la cual la idea e impulso a salir corriendo llega a ser una propuesta irrelevante y totalmente innecesaria.

 

El Dr. C.J. Correa Bernier es terapeuta familiar, catedrático y teólogo con grados académicos en las áreas de terapia familiar y matrimonial, teología y psicología de la religión. Correa Bernier completó sus estudios doctorales en el área de terapia familiar y matrimonial con especialización en comportamientos violentos y psicología masculina; antes de completar su residencia y trabajo académico hacia su segundo grado doctoral en Psicología de la Religión en la Universidad de Oxford, Reino Unido. Correa Bernier es oriundo de Puerto Rico y reside en la ciudad de San Diego, California.

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